A los 31, la modelo y conductora se separó del polista Bautista Bello, tiene planes de trabajo en España y ya no se imagina casándose de blanco
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Es un torbellino de energía, cada tanto lanza una carcajada que inunda el living de su departamento de Palermo y a la hora de la charla con ¡HOLA! Argentina se la escucha más plantada y segura de lo que quiere. Sofía Jiménez (31) se separó del polista Bautista Bello hace dos meses y tiene entre manos un plan que la llena de ilusión.
–¿Te vas a instalar en España?
–Me voy los primeros días de julio al verano europeo a conocer un poco y a trabajar también. Estoy muy entusiasmada con la idea. Expandirse internacionalmente siempre está bueno y lo tenía como un sueño pendiente. Vuelo a Madrid y después tengo planes en Ibiza con amigos argentinos que viven allá. Hace poco viajé a Dubái y cuando pasé por España surgieron algunas propuestas. ¡Ya van a ver lo que voy a hacer allá! En un principio, me dije: “Bueno, ya fue, me instalo en Madrid”, pero después me di cuenta de que puedo ir y volver. En septiembre, tengo algo para televisión en Argentina, por lo que tampoco podría instalarme en Europa por largo tiempo.
–¿Esta nueva vida influyó en la separación de Bautista?
–Quizás un poco sí. En realidad, necesito más libertad para estar moviéndome de un país a otro y no puedo comprometerme con un noviazgo. En este momento, no siento que esté para negociar o planificar de a dos.
–Él no lo tomó tan bien y subió un posteo a su Instagram que decía: “Quien pone muchas excusas tiene pocas ganas”.
–Eso fue antes de que pudiéramos sentarnos a conversar bien. La realidad es que con “el Bauti” seguimos teniendo la mejor y nos vemos desde otro lugar.
–¿Cómo vivís las separaciones?
–En mi vida trato de encontrarles un aprendizaje a las cosas que no salen como a mí me hubiera gustado. Mi filosofía es aprender y avanzar. Y con las rupturas me pasa lo mismo, evito verlas como un fracaso. Hace tres años que hago terapia –además de otras disciplinas de autoconocimiento que practico– y eso me ayudó mucho.
–¿Qué te llevó a empezar terapia?
–Fue tiempo después de una separación. Yo estaba empezando una relación con Juan Martín [Del Potro] y arranqué terapia para entenderme, resolver algunas cuestiones y no repetir los errores que había cometido en mi noviazgo anterior de muchos años.
–En ese entenderte, ¿qué descubriste?
–Que nunca más iba a soportar el control y la manipulación. Hoy es algo impensado estar con alguien que intente armarme a su manera. Es como si me hubiera puesto una alarma para detectar ese tipo de situaciones.
–¿Cuánto tiempo pasa entre que contás que estás separada y la catarata de mensajes privados que empiezan a llegar a tu Instagram?
–[Se ríe]. Los mensajes nunca paran aunque esté en pareja, pero sí es verdad que cuando se sabe que estoy soltera, llegan más. Las redes sociales son un puente de fácil acceso para llegar a otro, para conocerse, para invitar a salir… Y en el caso de las personas que somos públicas, eso se triplica.
–¿Ya te diste cuenta de que los deportistas no son lo tuyo?
–[Carcajadas]. Es que en realidad me encanta la filosofía de vida de los deportistas. Eso de ir siempre por más, lo disciplinados que son y el esfuerzo que le ponen a sus carreras me despierta admiración. Yo no quiero encasillarme con ningún rubro, pero estar con alguien que no sea tan conocido creo es la mejor opción.
PONER LÍMITES
–¿Cómo te afectan las opiniones de los haters?
–Hace poco me detuve a leer los comentarios de una nota online y no podía creer el odio y los mensajes tan destructivos que había. “Uy, qué vaca se comió Jujuy”, “Está deforme”, “Uy, qué le pasó en la cara”… Me fui a dormir muy angustiada –aunque siento que estoy mucho más plantada en la vida– y por eso al otro día hice un posteo sobre el tema para sumar mi granito de arena. Soy pública, trabajo con mi cuerpo y no es algo que me pasa solamente a mí, pero eso no les da lugar a agredirme. Cada uno debe cuidar el cuerpo que tiene porque es algo muy valioso y no estar pendiente del cuerpo del otro. No entiendo cómo hay gente que gasta su tiempo en destilar odio.
–¿Alguna vez fuiste dura con vos misma en relación con tu cuerpo?
–No, por suerte nunca me pasó. Pero me acuerdo que cuando empecé a trabajar en televisión hace doce años, hubo alguien que me dijo: “Deberías aflojarles a los postres”. Me quedé paralizada. Mis ganas de hacer tele eran tan grandes que esa persona desagradable no pudo frenarme, pero frases como esas son peligrosísimas. Yo pude es - cucharme y darle para adelante, pero no siempre se puede zafar de eso.
–¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
–Al haber estudiado Comunicación Social, siento que comunico a través de mis palabras, de mi imagen, de mis acciones y lo que más me gusta es poder dar lindos mensajes, aportar buena onda y transmitir la alegría de vivir. Es algo que me nace naturalmente, no lo tengo que caretear y siento que es parte de mi misión en esta vida. Por eso cuando la empiezo a pasar mal en algún trabajo, me corro.
–¿Hay gente con la que no volverías a trabajar?
–Claramente. No voy a permitir que nadie me grite, me levante la voz, ni ponga en dudas mis capacidades. Lamentablemente aún hay mucho prejuicio –en algunos casos más solapado que en otros– sobre alguien que trabaja de modelo y también es periodista. Cuando quieren disimular la mirada prejuiciosa, pero la llevan en su esencia, indefectiblemente en algún momento sale a la luz. Como me pasó con [Horacio] Cabak. Son esas caretas que por suerte se empiezan a caer.
–¿Cuál es la charla más recurrente que tenés con tus amigas?
–El amor y los hombres. Las citas, las que están en pareja, la que tiene un amante… [Se ríe]. Y los 30 y pico también trajeron la maternidad a las charlas. Y eso deriva en el congelamiento de óvulos. Si a los 33 años aún no tuve un bebé, voy a congelar.
–¿Serías madre sola?
–Sí, totalmente. Siempre tuve un concepto muy Susanita de la familia. “A los 25 años seguro voy a estar casada y con tres hijos”, decía de chica. ¡Y mirame a los 31! Ya no me pienso casándome con el vestido blanco, ni armando una familia tipo… Si llega, bienvenido, pero no es un sueño a cumplir. Qué es lo que yo quiero, qué es lo que yo necesito y a partir de ahí, armar mi propia historia.
Producción: Vicky Miranda. Maquillaje: Meli Sklar para Bettina Frumboli. Peinado: Iván Maidana. Agradecimientos: Milana, Sentido vertical y Calca.
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