A los 64 años, en su casa en Berazategui, la vedette y actriz que brilló en los 80 repasa sus grandes amores y nos comparte su inquebrantable lucha contra sus adicciones y la depresión
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En la casa de Noemí Alan (64) en Plátanos, Berazategui, no hay una sola huella de su larga y resonante carrera como actriz y vedette de los 80. Las fotos, los retratos y las tapas de revistas que la la coronaron –tras brillar en ciclos como Hiperhumor, Calabromas u Operación Ja ja– quedaron perdidas en un rincón de su memoria. “Están en una bolsa, en algún lugar”, dice riendo la “Tana” con su voz ronca característica.
Con el pasado archivado, Noemí se focaliza en su presente, por eso enseguida nos muestra una serie de almohadones y tapices que tejió a crochet y que hace un tiempo convirtió en emprendimiento. “Me divierte, me distrae y mis amigas me ayudan a vender las cosas. Además de despuntar el vicio, me mantiene ocupada y lejos de mis fantasmas de la depresión. No vivo de esto, pero me ayuda”, explica la actriz, madre de Lara (32) y Jano (26) -a quienes tuvo durante su anterior matrimonio con el actor Edgardo Moreira (70)-.
–¿Cómo estás hoy?
–Estoy bien, más contenta. Ahora empezamos a armar un espectáculo con Jorge Troiani para presentar en el verano en San Pedro.
–¿Cómo te afecta la exigencia de seguir vigente?
–Me cuesta mucho. Estoy grande y tengo ganas de hacer algo que me guste y no cualquier paparruchada. El verano pasado me llamaron de varias compañías de teatro y todas me prometían ponerme como figura principal: “No te preocupes que vas a encabezar la obra”, me decían. Y la verdad es que no me interesa en lo más mínimo ser protagonista; prefiero que pongan en cartel a artistas más conocidos que yo, así el público viene a ver la obra. Yo sola no lleno un teatro ni de casualidad.
"Hoy vivo de la jubilación, del alquiler de un monoambiente que tengo en Barrio Norte y de mis artesanías en crochet que vendo en la feria de una amiga"
–¿De qué vivís cuando no actuás?
–De la jubilación, del alquiler de un monoambiente que tengo en French y Austria y de lo que vendo con las cosas que hago a crochet que cada tanto se las doy a una amiga que tiene una feria de artesanías.
–Recién contaste que el tejido fue una manera de enfrentar la depresión.
–Sí, hace diez años que lucho contra la depresión. Hace dos que cambié de terapia y me trato en el centro “Sólo por hoy”, donde me dan herramientas para tratar de vivir mejor.
–¿Qué descubrís en este proceso?
–Estoy aprendiendo a no quedarme con las cosas feas que me pasaron. Me sucedieron cosas horribles, entre ellas, la muerte de mi hermano en un incendio y situaciones de abuso que decidí sólo compartirlas con mis hijos. Siempre pensé que iba a poder con todo… y la vida no es así. No hay que dejar pasar las cosas: hay que hacerse cargo.
–Vos te referiste en algunas oportunidades a tu adicción a la cocaína, ¿tuviste recaídas?
–No, la odio, la detesto. La dejé en el momento que quise tener familia e hijos sanos. Esa fue mi motivación para recomponerme. El problema fue que en ese tiempo yo trabajaba como una loca y ese exceso de laburo lo terminé pagando a un precio demasiado caro. Hacía cine, teatro y televisión al mismo tiempo, no daba más.
"Ojalá pudiera volver a trabajar en una obra de teatro porque de verdad creo que soy muy buena actriz"
–¿Cuánto tiempo consumiste?
–Un año de manera social y dos como adicta. No paraba de trabajar y eso hizo que la cocaína se hiciera un vicio muy difícil de dejar. Cuando logré salir de todo ese mundo, entré en mi etapa depresiva. Me interné dos veces por propia voluntad. Me acuerdo que llamé a mi hija y le pedí que hablara con emergencias porque yo tenía pensamientos suicidas. Para ese entonces consumía alcohol. Era como un círculo vicioso. Me deprimía, tomaba y cuando tomaba me ponía peor.
–¿Y ahora cómo estás?
–Ya no es un problema. No me junto con gente que consume y tampoco voy a comidas en las que sé que va a haber alcohol. Fui a fiestas de fin de año y al momento de brindar me volví a casa porque se me hacía agua la boca.
–¿Y el cigarrillo?
–[Se ríe]. Bueno, todo no se puede dejar. Ya va a llegar el momento.
DÍAS DE GLORIA
–¿Siempre quisiste ser actriz?
–Empecé estudiando teatro porque era muy tímida y no tenía un mango. Un amigo me consiguió una beca para estudiar un año con Carlos Gandolfo y así arranqué. Un día unas amigas me llevaron a una entrevista a Canal 13 con Pepe Parada y él me derivó con Juan Carlos Calabró, que me tomó una prueba y quedé. Estuve varios años, siempre pensando que de un día para otro se me iba a cortar la suerte, pero no. Después me llamó Gerardo Sofovich y seguí trabajando. Me fue mucho mejor de lo que esperaba.
–Además de construir una carrera exitosa, disfrutaste también de una vida más acomodada…
–Fue una época hermosa e inolvidable. El departamento de Libertador y Salguero me lo regaló un hombre de Mar del Plata con el que salía en aquel momento. Yo en realidad vivía en Villa del Parque y estaba a punto de mudarme a los edificios de Fonavi en Ezeiza. Y cuando este señor –que estaba casado y era tan lindo como generoso– se enteró de que me iba a ir a vivir allá, me dijo que buscara otro departamento porque él no quería viajar desde la costa hasta Ezeiza. Encontré un piso en avenida del Libertador, a él le quedaba a cinco minutos del aeropuerto. Estuvimos juntos un tiempo largo hasta que me di cuenta de que no lo quería más. Y yo no podía seguir con él por interés.
–¿Qué pasó con el departamento?
–Era mío pero después mi ex marido, a quien le correspondía pagar los impuestos y las expensas, no lo hizo y nos lo embargaron. Tuvimos que venderlo y con lo que quedó me compré esta casa.
–Generabas una atracción increíble...
–Sí, con decirte que salí con un príncipe dinamarqués que me propuso casamiento. Yo tenía veintipico y estaba en la cresta de la ola. Nos conocimos en una fiesta del Sheraton Corporation y fue un flechazo. Salimos como un año. Él vivía entre Nueva York y Dinamarca, donde tenía un castillo. Una vez me mandó una foto con su hija adolescente andando a caballo y él a su lado llevando de las riendas a otro de pelaje negro. “Este es el caballo de mi hija y este es el tuyo”, me escribió. Yo no lo podía creer. Me regaló un collar de esmeraldas y un anillo.
–¿Y qué pasó?
–No me animé. Y mi mamá insistía en que me quedara, que no tenía nada que hacer en Dinamarca. –Si hubieses viajado tal vez otra sería tu historia…. –[Se ríe]. Esas son las cosas que no tengo que recordar porque si no me quiero matar. Sé que viví cosas espectaculares y también sufrí muchos infiernos, pero tengo que admitir que siempre me sentí muy querida. Cuando me ponía de novia yo entregaba mi corazón. Nadie te regala un piso si no te quiere un poco.
–Ahora estás saliendo con el periodista uruguayo Martín Lema, que tiene 24 años.
–Estamos pasándola bien. Primero me hizo una entrevista y después me invitó a comer. Yo no quería salir, pero mi hija me convenció: “Tampoco te vas a casar con él”, me dijo. Es muy educado, muy caballero. Me mandó plata por Western Union para que me tomara un Uber porque después de la cena no quería viajar de noche, un amor.
–¿Tuviste otras parejas?
–Salí con hombres de mi edad, pero siempre terminaban hablándome de enfermedades y que los hijos no podían enterarse de lo nuestro porque se ponían celosos. Te digo una cosa: un hombre mayor que no se puede desprender de los hijos me parece un idiota importante.
"Un príncipe dinamarqués que tenía un castillo me propuso casamiento y no acepté porque no me animaba a dejar Argentina"
–¿Usás Tinder?
–No. La verdad es que no salgo mucho. Mi hija siempre me dice que voy a terminar de novia con el cartero o el basurero porque son los únicos que pasan por la puerta de casa. [Se ríe].
–¿Te imaginás en un futuro acompañada?
–Sí, pero está difícil la cosa. Sufrí mucho con mi divorcio. Cuando me casé lo hice pensando que iba a ser para toda la vida y por eso la separación fue un golpe muy duro.
–¿Cuál es tu gran sueño?
–Trabajar en una buena obra de teatro, una comedia dramática porque realmente creo que soy muy buena actriz. Ver felices a mis hijos y también me encantaría encontrar un compañero. No para casarme, sino para tener un par… y no terminar hablando sólo con el perro.
Maquillaje y pelo: Joaquina Espínola
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