El 29 de diciembre, fue operado de urgencia en Gualeguaychú. Hace unos días, además, cumplió ocho años “limpio de drogas y de alcohol”
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“Tengo un Dios aparte”, dice Gerard Confalonieri (49) y sonríe agradecido por esta nueva oportunidad que le dio la vida. Hace dos semanas, el relacionista público, diseñador de interiores y confidente de figuras del showbusiness y del jet set, como Mecha Sarrabayrouse, Ginette Reynal, Graciela Borges, Delfina Frers y Elena Grondona (sólo por citar a algunas de sus amigas), amanecía en una sala de terapia intensiva, en Gualeguaychú (Entre Ríos), después de sufrir un pre-infarto y dos ataques cardíacos el mismo día.
Uno de los personajes “estables” de la temporada esteña desde hace décadas, Gerard manejaba su auto rumbo a Uruguay con la idea de celebrar la llegada de 2022 en casa de su hermana, Gloria, cuando el destino le jugó una pasada fuerte, a 230 kilómetros de Buenos Aires. “No quiero pensar cómo hubieran sido las cosas si todo esto me pasaba en medio de la ruta y no en lo de mis padres [se llaman Jaime y María Cristina]…”, dice, conmovido, al otro lado del teléfono con ¡Hola! Argentina.
“¿Sabés lo que más me impactó? Cómo la vida me sigue dando oportunidades. El miércoles 12 cumplí ocho años limpio de drogas y de alcohol. Ese día de 2014 fui a mi primera reunión de Narcóticos Anónimos en La Candelaria, la iglesia de la Punta, y desde entonces no consumí más, pero podría haber muerto. Antes de comprometerme con el tratamiento, no podía parar de tomar cocaína y acá estoy, vivito y coleando… Bueno, no sé si coleando tanto, pero sí vivito, que es lo importante”, continúa, con su habitual buen humor.
–¿Cómo fue? ¿Qué pasó?
–Pasé la Navidad con mi hermana y su familia en Capitán Sarmiento, provincia de Buenos Aires, y ya ahí sentí un dolor raro en la garganta. Pensé que podía ser por el cigarrillo [fumaba dos paquetes por día, además de entrenar seis veces por semana] o por el Covid. El lunes 27, cuando salí de casa para hisoparme, hice media cuadra y tuve que parar en el barcito de la esquina, del cansancio. Me hice el PCR, dio negativo y el miércoles 29 emprendí la ruta, solo, en mi auto, por los puentes. Paro en Gualeguaychú –algo que no tenía pensado de antemano, se me vino a la cabeza mientras manejaba–, salgo a tomar un café con papá y a los pocos metros siento un dolor raro en el pecho, que me hace parar. El pre-infarto. Decido tirarme media hora en la cama antes de salir a Fray Bentos y ahí tengo el primer infarto. Mis padres me llevan de urgencia al Instituto Cardiovascular y, mientras espero que me atienda el doctor Kesselman, tengo el segundo infarto. Me trasladan al sanatorio San Lucas y el doctor Luchessi me pone un stent y me salva la vida.
–Qué suerte que frenaste en lo de tus padres…
–Sí, porque en los pueblos más chicos no hay lugares en los que te puedan operar de urgencia del corazón. Si seguía con el auto, moría al costado de la ruta. Dios estuvo a mi lado una vez más. [Se emociona].
–¿Supiste que lo que estabas teniendo eran ataques cardíacos?
–Con el segundo infarto, sí. Además del dolor raro en la garganta, sentí una opresión terrible en el pecho, como la pisada de un elefante. No podés respirar, no podés hablar… Es desesperante.
–¿Cómo fue recibir 2022 internado?
–Me sentí muy protegido y seguro en el sanatorio. Pensé que había pasado la noche del 31 solo y después me enteré de que mamá estuvo conmigo, comiendo helado. Mecha [Sarrabayrouse] me dijo que una mañana hablamos por teléfono y tampoco lo registré. Estuve poco tiempo en terapia: el sábado 1 me pasaron a una habitación y el 2, me dieron el alta.
–Y seguiste viaje a Uruguay. ¿Tenías autorización médica?
–Agarré la ruta el martes 4, a la noche. Una inconsciencia total. No me lo recomendaron, pero yo me sentía bien para manejar. Hice 460 kilómetros en nueve horas. Vine muy tranquilo, escuchando mi música.
–¿Por qué no te quedaste en Gualeguaychú?
–Quería estar acá, tranquilo, en mi casa [tiene un departamento en la zona del puerto] y estar con mi hermana y mis amigos. Aunque sigo cansado, cada día me siento mejor. Dejé de fumar y no puedo entrenar, ni hacer esfuerzo físico. Planeo tomarme estos días con mucha calma.
–¿Se sabe a qué se debieron los infartos?
–Cuando vuelva a Buenos Aires voy a hacerme los estudios pertinentes, pero pienso que fue una combinación de mis años de consumo de droga y el tabaquismo. Cuando consumía, fumaba entre nueve y diez paquetes por día. Si bien los últimos años hice mucha actividad física, el corazón se resiente.
–¿Y qué te llevó a esa primera reunión de Narcóticos Anónimos?
–Hacía un año que quería recuperarme, pero no lograba arrancar. “Quiero parar, quiero parar”, pensaba, y cada vez consumía más. Quince días antes de mi primera reunión, empecé a mentalizarme, y el 12 de enero logré romper el ciclo. Esa mañana me bañé, me perfumé y fui a mi primer grupo. Desde entonces, estoy limpio de consumo y de pensamiento, que es lo que me permite tirar buena energía y ayudar a otros a salir. Es un logro increíble y lo agradezco todos los días.
–Así como volviste a nacer aquel 12 de enero, el 29 de diciembre último la vida te dio una nueva chance.
–Si bien estoy conmovido por todo el cariño que me mandan, por momentos me siento un poco triste también. Todavía estoy procesando todo lo que pasó. Me dan mucha fuerza los mensajes y los llamados que recibo a diario… Inés Pertiné pidió una misa por mí en Buenos Aires. Pero ahora estoy asustado: uno nunca sabe cuándo puede volver a tener un infarto.
–¿Hasta cuándo te quedás en el Este?
–Solía quedarme hasta febrero, pero hace un año y medio que tengo un perro, Bebé, que es como un hijo. Quedó en una guardería en General Rodríguez y lo extraño mucho. Me quedaré hasta el 20. Después, no tengo mucha idea que haré. Quizás voy a algún campo, a Pilar o Mar del Plata. Hace tiempo ya que vivo un día a la vez.
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