En una charla íntima y confesional nos cuentan cómo fue el camino para concretar su deseo de ser padres y formar una familia con Ariadna y Crystal
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Las cuatro bicicletas guardadas en un rincón dan cuenta de la nueva rutina familiar que viven Sergio Verón (56) y Franco Verdoia (47) en su casa de Agronomía. “Una de las primeras cosas que quise generar con la llegada de las chicas fue una actividad que tuviera que ver con las salidas al aire libre y en grupo. No las conocíamos tanto, por lo que no sabíamos si se iban a enganchar con eso, con patines o skate. Decidimos probar”, cuenta Verón –conocido por integrar el equipo médico de la clínica de Alberto Cormillot–, quien junto al director y autor teatral adoptaron a sus hijas Ariadna (15) y Crystal (13) en 2020. “Con las chicas ya en casa preferimos suspender nuestros compromisos laborales por un tiempo. Estuvimos un año sin trabajar para dedicarnos de lleno a maternar, a aprender a ser padres, a conocernos, a entendernos y encontrar una dinámica propia para nosotros”, explica el dramaturgo, ya de regreso en su trabajo con la nueva obra Matar a un elefante, en el Teatro Cervantes.
–¿Cómo nació la idea de adoptar hijas grandes?
Franco: Se fue dando mientras conformábamos el legado de adopción. Durante el proceso tuvimos que asistir a tres charlas obligatorias que son fundamentales, porque son las que cambian radicalmente tu mirada sobre la adopción. Uno llega con la idea de ser padre de un bebé o de un niño chiquito y en esas charlas lo que te plantean es que te animes a correrte un poco del foco de “queremos ser papás” para entender también que hay miles de chicos esperando crecer en familia. Y ahí es cuando nos empezamos a preguntar: “¿Por qué adoptar un niño de un año? ¿Por qué no ser padres de un hijo más grande?”. Una vez que ampliamos nuestra disponibilidad adoptiva, todo fluyó relativamente rápido.
–¿Cómo fueron esos primeros días los cuatro juntos en su casa?
Franco: Al principio fue como estar en Disney. Los cuatro saltando en la cama y jugando guerra de almohadas. Fue un abrir la puerta para ir a jugar. Después, claro, nos dimos cuenta de que había que enseñar límites, poner estructuras y organización también.
Sergio: Ari y Crys necesitaban empezar a desarrollar algunas habilidades sociales que no tenían incorporadas y al mismo tiempo adaptarse a una nueva estructura familiar a la que ellas no estaban acostumbradas.
–Fue una adaptación para los cuatro…
Franco: Exacto. Y lo sigue siendo hasta el día de hoy. En junio cumplimos cuatro años de convivencia y todavía estamos adaptándonos. Las chicas, además, están transitando la preadolescencia y la adolescencia, etapas de mucha transformación, replanteos, de buscar quién sos… Sergio: Yo creo que la adaptación fue mucho más dura para ellas que para nosotros. Pensá que de repente se encontraron viviendo con dos personas desconocidas. Sí, les caímos bien en las entrevistas, pero seguíamos siendo dos hombres completamente extraños. El capítulo del hogar se había terminado y ahora empezaba esto de vivir en familia y no había vuelta atrás. Y claro que surgieron un montón de temores de ellas.
–¿Hicieron terapia?
Franco: Todas las que te imagines. Íbamos los cuatro a terapia grupal y cada uno tenía su terapeuta individual. Cuando las chicas llegaron acá, estaban retrasadas en todo lo que tenía que ver con la escolaridad. Tenían dificultad para leer de corrido y otros problemas de aprendizaje propios de haber vivido una situación tan particular.
Sergio: Cuando Ari llegó no sabía la tabla del dos y hoy está participando en las olimpíadas de matemáticas, imaginate todo el potencial que tenía. La llevamos con una psicopedagoga porque pensamos que podía tener algún problema grave de aprendizaje y los informes eran fantásticos. Lo único que le faltaba era un estímulo, tener la contención de una familia.
–¿Se acuerdan cuando les dijeron “papá” por primera vez?
Franco: Fue casi enseguida. Todavía estaban en el hogar y nos llamaron por teléfono para preguntarnos si podían decirnos “papá”. Más allá del deseo, creo que detrás había un gran entusiasmo por que esto funcionara.
Sergio: Ahora a Franco le dicen “papi” y a mí, “papá”, pero cuando hay una situación medio tensa con él, lo llaman por su nombre de pila, “Franco”. Lo lindo de este último tiempo es que se van dando sus primeras veces de todo: su primer cumpleaños en familia, su primera Navidad, las primeras vacaciones juntos. Fuimos a Mar del Plata y descubrieron el mar; vivieron su primer viaje en avión cuando nos fuimos a Bariloche y conocieron la nieve. Ari tuvo su fiesta de 15 … Son todas experiencias hermosas y ellas mismas lo dicen: “Nunca me voy a olvidar en la vida la vez que me metí al mar”.
–¿Qué aprendieron de sus hijas?
Franco: Ellas nos cambiaron la vida. Hoy siento que estoy haciendo un máster gracias a mis hijas, me están dando la oportunidad de ser mejor humano más que mejor padre. A veces se te hace difícil estar en permanente revisión de tus dificultades, porque la paternidad te pone en jaque y te lleva al límite todo el tiempo. Con Sergio por suerte nos complementamos muy bien, donde yo flaqueo, él tiene una fortaleza.
"Mis hijas volvieron un poco a conectarme con esa forma de mirar el mundo tan teñida de la sorpresa (Franco Verdoia)"
–¿Qué me pueden decir de cada una de ellas?
Franco: Ari es un torbellino, y muy histriónica. [Se ríe]. Me sorprendió muchísimo el cambio que hizo. Cuando llegó tenía grandes dificultades de conducta y de convivencia. Más allá del apoyo que recibió de todos, ella hizo un enorme trabajo personal para poder transformar eso y tener una vida cotidiana más tranquila. Encontró en el taekwondo un lugar de pertenencia y de compromiso muy fuerte. Hoy se la ve feliz y contenta y está fascinada con lo que hacemos Sergio y yo. Viene a los ensayos de mis obras, al teatro, está muy deslumbrada con la profesión. Sergio: Crys, en cambio, tiene un perfil más silencioso. Ella procesa todo por dentro y no suele compartir lo que le pasa tan rápidamente. Es la más tranquila de la casa y la que nos trae calma. Ella está a full con el fútbol y sueña con ir a Disney, pero el de París. [Se ríe].
–¿Qué descubrieron con la paternidad?
Sergio: Si bien ya hace casi cuatro años que formamos esta familia, siento como si lleváramos juntos toda una vida. Ahora que soy padre me gustaría dejar el mismo legado que heredé yo: el de leer, estudiar, querer seguir aprendiendo siempre cosas nuevas. No me importa que el día de mañana mis hijas digan: “¡Qué hincha que era papá!”. [Se ríe].
Franco: Esta experiencia a mí me ayudó a ratificar la importancia de seguir alentando proyectos adoptivos responsable de niños y niñas grandes. Hay muchos adolescentes sin hogar que nadie quiere. Y en cuanto a legado y enseñanza, me gustaría transmitirles esa idea de aferrarse al deseo. Aferrarse, cualquiera sea la expresión, sea arte o deporte, y hacerlo desde la pasión, la constancia y la dedicación. Y como dice Sergio, tratar de mostrarles la importancia de formarse y de hacer oficio.
–¿Antes de las fotos me contaste que llevaste a Ariadna a conocer el Teatro Cervantes...¿Cómo fue esa experiencia?
Franco: Ariadna tiene como una especial inclinación para todas las expresiones artísticas, para mí es muy conmovedor ver en su mirada el efecto admiración que le provoca estar en determinados lugares. El primer día que visitó conmigo el Teatro Cervantes la llevé a conocer la sala María Guerrero, entramos por la parte de atrás que desemboca en el escenario. Haber visto en ella toda esa fascinación fue revivir la propia fascinación. Mis hijas volvieron un poco a conectarme con esa forma de mirar el mundo tan teñida de la sorpresa.
–¿Qué te significó haber desembarcado en ese histórico lugar con tu obra, Matar a un elefante?
Franco: Yo vengo de un pueblo del interior de Córdoba y vine a Buenos Aires a formarme como actor y si bien al principio era mi objetivo, la vida me cruzó de vereda hacia la dirección de cine y de teatro. En aquel momento, el teatro Cervantes era una suerte de meca, de destino soñado. Después de tanta carrera, haber presentado el proyecto ahí y que haya sido elegido entre más de 600, me hace sentir que llegué a un lugar muy anhelado; en algún punto creo que reafirma y confirma que lo que yo elegí para mi vida tuvo sentido.
–En la lista de sueños pendientes, ¿qué les gustaría vivir junto a sus hijas?
Sergio: Con Franco siempre fuimos de viajar mucho, por eso me encantaría hacer un viaje largo familiar a un lugar que no conozcamos ninguno de los cuatro. Para descubrirlo y sorprendernos juntos, que sea una nueva experiencia compartida.
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