El periodista revive su traumática internación, cuenta cómo enfrenta la recuperación y habla de su necesidad imperiosa de “bajar un cambio”
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Una pregunta habitual y cotidiana no resuena igual en alguien que se contagió de Covid-19, tuvo neumonía bilateral severa y estuvo veintiún días internado (de los cuales quince fueron en terapia intensiva con respiración asistida ). Por eso, cuando Sergio Lapegüe escucha el “Hola, ¿cómo estás?” al otro lado del teléfono, se toma unos segundos para contestar. “Estoy bien, mejorando cada día. Arranqué nuevamente con mi rutina laboral de siempre, de casi diez horas de aire entre la tele y la radio. Tratando de empezar muy de a poco a hacer deporte para ir recomponiendo los músculos. Tengo que proteger mis pulmones todavía, así que hago algo de ejercicio en el living de casa”. En esa casa de Lomas de Zamora –la de toda su vida de casado– es donde recibe a ¡HOLA! Argentina junto a su mujer Silvia (más conocida como “Bochi”) y sus hijos Micaela y Elvis.
–¿Qué recordás de tus días de internación?
–La primera semana estuve en una sala común, con bastante fiebre y, como al sexto día el virus me tomó por completo los dos pulmones, me pasaron a terapia intensiva. Tengo algunos blancos de cómo se dio todo. Recién me estaba cambiando en el camarín del canal y pensaba: “Menos mal que no me acuerdo de todo”. Es como una autoprotección.
–¿Qué fue lo que te sostuvo y te dio fuerzas para atravesar ese momento tan delicado?
–Mi luz al final del camino era poder volver a abrazar a mi familia, que es lo más importante de mi vida. Salir a caminar por el barrio con mi mujer, tomar mates en el fondo de casa, respirar sin ayuda… Eso era algo de lo que pensaba. El cariño de la gente –muchos me dejaban estampitas en la recepción del hospital–, mi hija Mica que empezó a conectarme con energías, gente que me hacía Reiki a distancia… Ahora estoy haciendo meditación con una de esas personas. Fue un conjunto de cosas. Ni hablar del trabajo y el esfuerzo de los médicos, las enfermeras, los kinesiólogos…
–¿Te sorprendieron tantas muestras de cariño?
–Por suerte, el cariño de la gente es algo que vivo cada vez que salgo a la calle, pero esto fue un tsunami de amor, de buena onda… Soy un agradecido.
–¿Tuviste miedo de morir?
–Mi mujer me dijo que yo sí tenía miedo, pero mientras estuve internado, estaba en una especie de letargo que no llegaba a darme cuenta de la gravedad. Cuando salí y me vi en los videos que grabé, diciendo “No aguanto más, no aguanto más, no puedo respirar”, me di cuenta de lo mal que había estado. Quizás grabé todos esos videos porque pensaba que me moría… No lo sé.
–¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
–¡Lo más lindo que me pudo haber pasado! [Se emociona]. Cuando finalmente mi familia pudo ir a visitarme al hospital, mi hijo entró y me dio un abrazo inolvidable. “Volviste a nacer, pa, sos un león”, me dijo y me largué a llorar. Ellos sufrieron mucho y hasta armaron un pequeño altar en casa donde rezaban todos los días. Cuando volví con ellos, el corazón me explotaba de alegría, pero caminaba como si hubiera envejecido veinte años. Había adelgazado muchísimo, los brazos flaquitos, llenos de moretones por los pinchazos. Mi dormitorio está en la parte de arriba y tenían que ayudarme a subir las escaleras.
–¿Qué cambió después del Covid?
–Estoy en un lento proceso de cambio. Empecé a psicoanalizarme, estoy haciendo reflexología –además de la meditación–, sé que voy a bajar un cambio y voy a trabajar menos. Todos los cambios duelen y llevan un tiempo. No voy a dejar la tele ni la radio, pero voy a trabajar menos horas. Tengo que aprender a ir bajando de a poco, dejar un poco la cámara. Yo ya logré lo que quería en lo laboral, ahora tengo que aprender a vivir de otra manera. –¿Sos un adicto al trabajo? –Sí, soy un enfermo del trabajo. Amo lo que hago, me gusta estar delante de la cámara o detrás de un micrófono. Hago cuatro horas en Tempraneros por TN, después una hora y media al mediodía en El Trece y tres horas en la radio. Lo que más lamento es levantarme a las 4 de la mañana porque el resto es algo que disfruto muchísimo. Tengo 56 años y no tengo que ser tan inteligente para darme cuenta de que tengo que parar la pelota.
–Terminaste de escribir tu último libro, Parar. Tocar fondo, resetear y volver a empezar, después de la internación.
–Lo empecé en vacaciones –cosa que despertó las críticas de mi familia–, en enero de 2020 y lo terminé en septiembre. El libro se llama Parar, algo que yo no podía hacer. De hecho, el libro es una catarsis, un pedido de ayuda a los demás para poder bajarme de un tren que venía a mil kilómetros por hora… El Covid me chocó de frente y me dijo: “Ya está, date cuenta de que nos eterno y tal vez, este sea el último aviso”. Entonces escribí el epílogo contando todas las peripecias que me tocaron vivir con la enfermedad.
–En tu libro te preguntás ¿por qué estamos tan enloquecidos?, ¿por qué apuramos todo?
–Vamos rápido para hacer cada vez más cosas. Muchas veces me pregunté por qué si me levanto a las 4 de la mañana no llego a hacer todo lo que quiero. Necesitaría un día de 28 horas. Mi mujer, que es más sabia que yo, me dice: “Quizás si hacés menos, entra todo en las 24 horas que tiene el día”. Estamos enloquecidos, muchas veces por ambición, otras tantas por necesidad.
DÍAS LLENOS DE AMOR
–¿Tenés muchas admiradoras?
–El 80 por ciento de mis seguidores en Instagram son mujeres. Pero si referís a si me piropean mucho, te diría que no. [Se ríe]. Por ahí, algún “Qué bueno que estás, Lape”, pero nada más. Creo que me ven más como como un amigo, alguien de la familia. Cuando tocamos con mi banda, el público es casi todo de mujeres.
–¿En qué anda la Lapeband?
–Si todo anda bien, vamos a tocar el 25 de septiembre en el teatro Broadway, en calle Corrientes. Lo digo y no lo puedo creer. Tengo nueve temas escritos y compuestos en pandemia y los tenemos que grabar cuando tenga mis pulmones totalmente recuperados.
–¿Cuántos años llevás de casado?
–Veintinueve años de casado y tres de novio. Cuando se cumplieron veinte años del casamiento, hicimos una renovación de votos y ahora estamos pensando hacer lo mismo para los 30. Es un volver a elegirse, una celebración. Mucho más ahora después de lo que pasamos como familia.
–¿Hay algún secreto para tantos años de amor?
–Saber entenderse, ir construyendo a medida que se va caminando de a dos… Mi mujer hace cuatro años que se fue a dormir a otra habitación y al principio, me molestó. Después entendí lo bueno que está que cada uno tenga su espacio. Es eso, es ir aprendiendo en el camino. Mi mujer es lo máximo que me podría haber tocado, humilde, siempre tiene la palabra justa en el momento indicado, es mi sustento. Yo lo logré todo lo que logré porque ella es y fue mi base.
–¿Cómo sos como padre?
–Creo que ser un buen padre, compañero, divertido, medio payaso… Mi hijo dice que soy su hermano menor. [Se ríe]. Mica tiene 27 años y sigue viviendo acá y Elvis –que es licenciado en Administración de Empresas– tiene 23 y también está con nosotros. Les encanta que nos vayamos todos juntos de vacaciones. Algo bueno estamos haciendo como padres porque si no ya habrían volado del nido hace rato.
–Contaste hace poco que tus padres nunca te habían dicho “te quiero”.
–Sí, pero eso no significa que no me quisiesen. Era otro el vínculo, de otra época, ¿no? El abrazo, los besos, el estar “pegoteados” son cosas que yo no viví de chico. Mi viejo, que murió hace once años, era el primer fanático de mi carrera y estaba orgulloso de mí. El me transmitió el valor de la honestidad y eso es impagable.
Maquillaje y peinado: Irina Cagnoni para @delavegamakeup
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