El romance comenzó en 1974, mientras compartían una telenovela y cuando los dos estaban casados. En noviembre de 2023, recibieron a ¡HOLA! Argentina en su casa para rememorar su increíble love story, que enamoró al público desde siempre
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Hay historias de amor. Y hay historias de amor que merecen contarse. Por inspiradoras, porque emocionan, porque aún con debilidades trascienden su tiempo y porque, aunque pocas veces el amor suele ser para siempre, cuando eso sucede, resulta maravilloso. Y una de esas historias es la de Selva Alemán y Arturo Puig –que además son compañeros de profesión, admirados y respetados por sus colegas–, cuya love story está a punto de cumplir 50 años. Se conocieron a comienzos de 1974 en la casa de Diana Álvarez, durante la primera lectura de los guiones de la novela Fernanda, Martín y nadie más, y, pese a que el flechazo fue inmediato, los primeros tiempos resultaron difíciles: los dos estaban casados –Arturo tenía dos hijos chicos, Ximena y Juan–, lo que los obligó a pasar varios meses disimulando lo que sentían. Pero la química entre ellos fue tan explosiva que en un momento tuvieron que sincerar (y sincerarse) sus sentimientos. A partir de entonces, construyeron una pareja sólida en la que, cinco décadas después, el amor se trasluce en cada mirada y cada gesto. Se casaron el 30 de abril (es el día del cumpleaños de Selva, y eligieron la fecha a propósito, para no olvidarse, porque los dos son muy despistados), pero no saben con exactitud de qué año [fue en 2001], tienen una vida juntos que los hace plenamente felices, lo que más disfrutan es poder consentir a sus tres nietos (Nikolay y Elizaveta, hijos de Ximena, y Santos, de Juan) y comparten escenario en Largo viaje de un día hacia la noche, en el Teatro San Martín. De todo eso y mucho más hablaron con ¡HOLA! Argentina, en una entrevista en la que repasan su hermosa historia de amor, con todos sus matices.
–¿Cómo definirían su presente como pareja?
Arturo: Creo que estamos pasando un muy buen momento. Primero, yo por lo menos lo siento así, porque el abuelazgo me ha revitalizado. Segundo, porque cumplimos un sueño que teníamos desde hacía varios años, que era hacer esta obra, Largo viaje de un día hacia la noche. Y, tercero, porque en lo personal también nos estamos llevando muy bien, y eso que en el escenario la sacudo todos los días. [Risas].
Selva: ¡Me deja con unas contracturas impresionantes! Sí, es cierto, estamos en un muy buen momento porque, además, después de la pandemia, fue como empezar todo de nuevo, y a esta edad nuestra, eso es difícil. Fueron muchas cosas que hubo que superar y lo hemos hecho, y también hemos logrado hacer este trabajo que es algo que compartimos y que disfrutamos mucho. Es un logro enorme para los dos y esto hace que estemos muy bien entre nosotros. Además, tenemos buena convivencia, Arturo siempre fue fácil para convivir, así que estamos realmente muy bien.
–¿Qué papel juega el humor en la pareja?
Selva: Yo debo reconocer que no tenía tanto sentido del humor, pero Arturo tiene mucho, así que de a poco me fui acostumbrando y de algún lado me apareció a mí también el sentido del humor.
Arturo: Nos reímos mucho juntos. El sentido del humor es muy importante, fundamental te diría, porque libera todas las tensiones.
Selva: Poder reírse con el otro de uno mismo y de los dos es bárbaro, a nosotros nos hace bien.
–¿Le hizo bien a la pareja que los dos se dediquen a lo mismo y compartan la misma pasión?
Arturo: Yo creo que sí. A mí me costaría mucho hablar con una pareja que no fuera actriz o que no tuviera algo que ver con el espectáculo, porque uno tiene ciertos códigos que necesita compartir con su pareja. Además, nos hemos apoyado en los respectivos trabajos y eso fue clave.
Selva: Cada uno de nosotros fue muy respetuoso con la carrera que ya traía el otro. Fuimos cautos, cuidadosos, nos manejamos bien. Sin hablarlo demasiado, se fue dando así naturalmente.
–¿Siempre les resultó fácil trabajar juntos?
Arturo: Hubo una época en que nos peleábamos mucho, a tal punto que habíamos decidido no trabajar más juntos.
Selva: Estuvimos como diez años sin hacerlo.
Arturo: Nos criticábamos mucho, era todo un lío.
Selva: Además, es gracioso, porque cada uno tiene su método de trabajo, muy distintos uno del otro.
Arturo: Todo el mundo me dice: “Qué suerte, pasás la letra con tu mujer en tu casa”. No, nunca. Ella estudia por un lado y yo por el otro.
Selva: Jamás, nunca pasamos letra juntos. [Risas]. Esto es realmente curioso, porque en el sentido del trabajo tenemos muchas cosas en común, opiniones parecidas o iguales en relación con nuestros trabajos y de los demás, pero hay algo que no nos confunde: cada uno tiene su sistema, y los dos son totalmente diferentes.
–¿Qué es lo que más admiran uno del otro?
Selva: Yo siempre admiré muy profundamente dos cosas de Arturo. Una, que siempre supe que era muy buena gente, muy buena persona. Y otra que es muy buen padre. Aparte de que puedo admirarlo como actor, como director y por los trabajos que hace, fundamentalmente en la parte humana admiro esas dos cosas, que sea buena persona y buen padre.
Arturo: A mí también ella siempre me pareció una muy buena persona. Y le admiro una facilidad que Selva tiene y yo no, que es el “no” fácil. [Risas]. Yo me meto en cada lío por decir “sí, está bien, no hay problema”, y después pienso “¿para qué habré dicho que sí?”. En cambio, ella en el instante dice “no”, “no, no podemos”, o “no puedo”, y no se mete en líos.
Selva: Te pongo un ejemplo actual. En este momento nosotros estamos trabajando de miércoles a domingos en el teatro. Entonces, yo trato que de miércoles a domingos no hagamos demasiadas cosas, porque nos acostamos tarde, nos levantamos tarde, hay que descansar bien y dormir un rato a la tarde porque si no, no llegamos a la función de la noche. A Arturo lo llaman de la radio de Calamuchita, de Bahía Blanca, de no sé dónde, para una nota de no sé qué, un señor que le quiere hablar de no sé qué cosa o proyecto, y él dice a todo que sí. Y después llega al teatro y está destruido, extenuado. Esas son las cosas en las que yo tengo el “no” rápido. Soy muy metódica, entonces sé que de miércoles a domingos no tengo que adquirir ningún compromiso: ni ir al dentista, ni ir a la peluquería, ni ir al médico, nada. Él se engancha con todo. [Risas]. Ahora está aprendiendo que hay que respetarse un poco más en los límites.
Arturo: Es verdad. A uno la edad le empieza a pasar facturas. Hacer teatro cinco noches seguidas es un esfuerzo muy grande.
–¿Son rutinarios en la vida cotidiana?
Arturo: Cocinar, cocina ella, yo no me meto para nada. Después sí levanto la mesa, pongo todo en el lavaplatos, saco el perro todas las noches a las doce.
–¿Se sienten privilegiados por haber vivido o construido una historia de amor como esta?
Selva: Sí, totalmente. Creo que fue un encuentro muy particular, que fue un gran encuentro, y siempre cuento lo que me pasó cuando conocí a Arturo, que fue como reconocer a alguien de mi familia. ¡Y eso fue muy fuerte, una cosa rara! No sé qué habremos hecho en otra época, qué habremos sido, pero yo lo reconocí como alguien de mi familia. Y sí siento que nuestro amor es un privilegio. Ha sido un amor muy intenso, muy fuerte, hemos tenido mil crisis, peleas, separaciones, hemos ido, hemos vuelto, hemos hecho terapia, pero siempre nos volvimos a elegir.
Arturo: Yo empecé a pensar en esto del privilegio a partir de que mucha gente joven, incluso actrices y actores, me dicen: “Ay, qué bien, qué bárbaro ustedes dos, ¿cómo hacen para estar tanto tiempo juntos?”. A partir de esos comentarios me di cuenta de que nuestra historia es realmente un privilegio.
–¿Qué los sigue enamorando a uno del otro?
Selva: Mil cosas. No sé, a esta altura no podría vivir sin él, ni podría vivir con otra persona. No se me ocurre nada sin Arturo. Yo sigo eligiendo compartir mi vida con él todos los días.
Arturo: Para mí también sería muy difícil vivir sin Selva, no sabría qué hacer. Creo que nos volvemos a enamorar un poco cada día.
–¿Son celosos?
Selva: La verdad que sí: soy muy celosa y posesiva. De a poco lo fui mejorando, pero sigo siendo celosa y bastante complicada. Soy así, ¿qué voy a hacer?
Arturo: Selva es celosa, ese es un defecto de ella. [Risas]. Yo soy un poco celoso, pero no tanto.
–¿Los afectó como pareja la imposibilidad de ser padres?
Selva: Si fuera en esta época, por algún método de los que hay ahora, seguro hubiera podido ser madre. Pero en mi época no había donación de óvulos ni todas esas cosas que hoy hacen posible la maternidad en su totalidad. Y luego, además, estaba también la imposibilidad de adoptar de ese momento.
Arturo: Claro, era un momento muy complicado hasta para adoptar, los años 70. Fueron tiempos duros, pero logramos salir adelante.
Selva: Además, se sumaba que nosotros no estábamos casados legalmente, porque no existía el divorcio, entonces no éramos bien vistos ni por la sociedad ni por la Iglesia. Fueron épocas difíciles. ¡Parece mentira! Pero eso pasó, y no hace tanto. Creo que la cuestión de la adopción sigue siendo una deuda de la democracia, hay que resolver ese tema para que las parejas o las personas que quieren adoptar puedan hacerlo sin tantas complicaciones, cuando está lleno de chicos que necesitan amor y una familia. En nuestra época había que hacerlo por izquierda, no había otra, y nosotros no quisimos. Incluso hubo dos o tres llamados a casa en las que nos decían: “Soy médico de tal sanatorio, no sé qué, hay un chiquitito que acaba de nacer, que la madre no está”, nos ofrecían un bebé así, y no quisimos. Y jamás nos arrepentimos de esa decisión.
–Selva, ¿qué lugar ocupan en tu vida Ximena y Juan, los hijos de Arturo?
–Ellos ocupan un lugar importantísimo en mi vida, son mis hijos del corazón. Además, los dos han vivido con nosotros diez años, hasta que se casaron, y eso hizo que hayamos compartido muchísimos momentos los cuatro juntos que me han llenado de felicidad.
–¿Qué piensan de la infidelidad?
Selva: Creo que según como viene la mano se puede tolerar o no. No somos poligámicos, ni estamos a favor del poliamor ni nada de eso, pero depende de las circunstancias en que se da esa infidelidad, porque a veces uno cree que todo está bien, y resulta que no está todo bien. Entonces ahí siempre hay un hueco para que entre una tercera persona. Obvio que no me gusta ni la acepto grata y ligeramente porque sí.
Arturo: Yo pienso lo mismo que Selva, todo depende de las circunstancias. Pero perdonar una infidelidad porque sí, no, no podría.
–¿Cuál es la fórmula de la felicidad de Selva y Arturo?
Arturo: [Risas]. No hay fórmula, es el día a día. Es el respeto, el humor, el compartir, divertirse, viajar juntos, algo que nos gusta mucho, comprenderse, hablar mucho.
Selva: Compartir la profesión también, creo que eso ha sido fundamental.
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