“Es la primera vez que posamos juntas”, dice la ex top model, ahora dedicada al yoga y al fitness. Y además, habla de amor, de su vida de expatriada y de cómo se reinventó
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Bien plantada en sus 40, instaladísima desde hace cuatro años en Miami, Rocío Guirao Díaz se anima a soltar amarras para navegar nuevas aguas, redescubrirse y dejar que soplen nuevos vientos. Del otro lado de la línea se la escucha feliz. Acaba de terminar una producción exclusiva para ¡HOLA! Argentina con su hija mayor, Aitana (15), en una playa cercana a su casa. “Es la primera vez que posamos juntas en un shooting, la pasamos increíble”, asegura, antes de zambullirse en la charla. “Nos vinimos a Miami porque Nico (Paladini, su marido, ingeniero industrial) hace muchos años desarrolla y dirige proyectos inmobiliarios, y de acuerdo a donde esté su trabajo es el sitio en el que nos instalamos. Primero estuvimos cinco años en Rosario, después volvimos a Buenos Aires y cuando empezó a emprender acá, iba y venía hasta que los negocios requirieron que estuviera presente. Decidimos movernos en bloque porque no nos gusta estar separados”, agrega.
–¿Costó emigrar?
–No, Miami era un lugar al que veníamos de vacaciones y creábamos lindos momentos. Claro que emigrar y arrastrar a la familia hacia una nueva vida es una movida grande, pero no traumática ni dramática. Es fácil adaptarse acá, el clima está buenísimo y si vivís cerca de la playa tenés un desenchufe que está buenísimo. Los viernes saco a los chicos del colegio, la más grande se va con las amigas, pero a Indio (13) y Roma (8) los llevo un rato al mar. Sí extraño personas, obvio.
–¿Hiciste nuevos amigos?
–Ya tenía amigas acá, así que sabía que tenía un safe place. Y con tres chicos escolarizados conocés padres y familias, así que el grupo se amplió e hice amigas nuevas.
–Acá iniciaste un camino nuevo relacionado con el bienestar. ¿Cómo fue?
–Las cosas que se dan sin buscar terminan siendo copadas. Una de mis íntimas amigas de acá, Caro Suki, es personal trainer y siempre a la distancia decíamos “qué bueno sería entrenar juntas, compartir la pasión por los buenos hábitos”. Cuando me vine me sobraba un poco el tiempo y los laburos que hacía eran de un día. Y empecé a dedicar un poco más a mí, a conectarme con mi cuerpo, a hacer yoga, pilates, entrenar con esta amiga. Y se dio que una productora nos eligió para lanzar una app de fitness (Playbook) y brindar a las suscriptoras nuestra manera de entrenar. Papá me enseñó a meditar hace mucho y es algo que les traspasé a mis hijos, y mi amiga, que me conoce bien, me recomendó el yoga porque es meditar en movimiento. Lo hice de lleno porque soy pasional, estudié en Mimi Yoga y fue un aprendizaje global porque muchos llegaban desde la necesidad de sanación, me dio otra mirada. Hace un año me animé a dar mi primera clase para mis amigas sin tener en cuenta la comunidad enorme que hay de argentinos acá. ¡Se anotaron muchísimos! Y me enamoré del feedback de la gente. A raíz de esto, sacamos nuestros propios productos fitness y lancé una línea de ropa de yoga con una marca argentina, Salitrada. Todo fluyó.
–Lo natural hubiese sido ampliar horizontes con el modelaje...
–Quizás, pero fueron muchos años. Pensá que Pancho Dotto me descubrió a los 16 y tengo 40, ¡le saqué jugo a la profesión! Si sale algo y me cierra, bien, pero quedó atrás ese capítulo en mi vida.
–¿Qué te dice Nicolás, tu marido, de tu faceta emprendedora?
–Estamos juntos hace dieciséis años, nos apoyamos. A él le encanta lo que estoy haciendo, no puede creer que no me quede quieta. Vengo de una familia donde no siempre tuve todo, estoy acostumbrada a laburar y a tener mi propia plata. No importa en la situación que esté, me gusta tener mi independencia económica. Y es algo que les transmito a mis hijos con el ejemplo. Preparo mis clases, me conecto con la gente, es un intercambio de energía que hago con mucho amor. Esta es una etapa muy linda en mi vida.
–Me decías recién que no siempre tuviste todo. ¿Cómo era tu familia?
–Soy hija única y siempre tuve una relación muy simbiótica con mis padres. Éramos un trío muy inseparable. Mis papás trabajaron siempre mucho, éramos una familia de clase media baja, nunca faltó para comer, pero tampoco nos dábamos lujos. Papá trabajaba en concesionarios de autos de avenida Libertador, era un comerciante que la peleaba. Y mamá trabajó 30 años en Unilever, dirigiendo el jardín maternal. ¡Imaginate lo abuelaza que es! La docencia y la amorosidad le corren por las venas. Eran muy presentes, tuve una infancia rebalsada de amor hasta que papá se enfermó fuerte, le trasplantaron un riñón, se hacía diálisis y nuestra vida giró en torno a sostener su salud. Fueron años de batalla hasta que murió en 2011.
–¿Y lo de la meditación?
–Papá era fanático de los astros, del espacio, tenía su telescopio, estaba conectado con lo que no se ve y me instaló el mantra Om desde chica, me enseñó a calmar la mente, a equilibrar las emociones. Crecí con esta costumbre y cuando entendí que el yoga era meditar en movimiento me encantó, es el mix de algo que me hace muy bien y me hace vivir muy consciente mi día a día.
–¿Cómo incorporás los hábitos saludables en tu casa?
–Intento que los chicos coman lo más sano posible, pero no soy un soldado, en casa hay galletitas, papas fritas... Pero de lunes a viernes, intento que coman alimentos ricos en nutrientes. Y el fin de semana hay vía libre, les enseño a autorregularse. Reconozco que cocino poco, pero tengo a mi mamá, que me ayuda.
LOS 40, EL AMOR Y LOS HIJOS
–¿El cambio de los 30 a los 40 te generó alguna crisis o replanteo? Suele ser un momento disruptivo.
–Eso dicen, pero a mí no me pasó. Habiendo tenido un papá con tan mala salud, soy una agradecida, vi lo que es que la vida te juegue una mala pasada y te vayas deteriorando. Hace años que vivo tan a conciencia que todos los días son un regalo. Tengo mi familia, mis hijos, estoy contenta con mi vida y me levanto cada día con ganas de vivir. Por supuesto, me siento más sólida a nivel emocional que a los 30, que tenía muchísimas inseguridades. Hoy soy una mujer más segura, no pierdo tiempo con conflictos, ni con gente tóxica. Antes me enroscaba. Hoy elijo mi paz mental y lo que no ayuda lo voy alejando.
–¿Qué pasa con la pareja?
–Va mutando. Tuvimos unos primeros años de casados con mucho pañal, después a los siete años buscamos a Roma, fue un gustito que nos dimos de tener otra vez un bebé en la casa. Y ahora con dos adolescentes, más Roma que los copia en todo, los disfruto desde otro lado. Hace poco viajamos a España y es el primer viaje que siento que hice con tres adultos. Fluyó.
–¿Buscan espacios sólo para ustedes?
–Obvio. Aitana se queda cuidando a sus hermanos y vamos a comer afuera solos o con amigos, una vez a la semana. Aún no viajamos solos porque los chicos tienen muchas actividades y necesitaríamos mucha ayuda. A Nico le encanta la vida al aire libre, salimos juntos en bici. Es clave mantener los espacios. Cuando te perdés en la rutina, algo que con chicos tan chicos nos pasó mil veces, te desconectás. Pero cuando volvés a encontrar esos momentos es muy fácil reconectar rápido y sostener la pasión a lo largo de los años.
–Entiendo entonces que ya no tendrás más hijos.
–¡Ya está! Tres es para valientes, sobre todo porque a mí me gusta hacerme cargo de los chicos, más allá de que me ayudan Nico y mi mamá. Me salió bien porque esperamos siete años para el tercero, así que éramos un equipo.
–¿Cómo llevás la adolescencia de tus hijos mayores?
–Me habían asustado mucho y no fue para tanto. Mi prioridad es la comunicación y si les pasa algo quiero que digan “llamo a mi mamá que seguro me ayuda en esta” en vez de “que mamá no se entere”. Trato de criar desde un lugar abierto y sincero, soy cero moralista, entonces saben que en casa se puede hablar de todo. Incluso si están con amigos me doy cuenta de que la charla no cambia si aparezco, eso me encanta. Quiero criar desde un lugar cercano, estar sin invadir.
AITANA, UN ORGULLO
–¿Cómo es tu vínculo con Aitana?
–Tengo mucha suerte porque nos llevamos muy bien. Ella está muy adolescente, pero es muy dulce, y si a veces me pone límites lo hace de la manera más respetuosa. Intento ser una mamá copada, no un plomo en su vida. Estoy muy atenta a cuándo estar y cuándo no estar. Le miro la cara y sé si necesita su espacio o no, cuándo hablarle y cuándo no. Tiene un amor infinito por el baile desde que nació y siento que eso le ayuda un montón a canalizar sus emociones, sus estados de ánimo. En esta etapa es superpositivo para los chicos conectarse con el arte.
–Ya baila profesionalmente, ¿no?
–Hace años que estudia baile. En Argentina estudiaba con Nani Pochu, que es una genia, tiene una academia en Tigre que se llama H3 y es la coreógrafa de Tini. Se formó ahí y cuando vinimos acá me dijo que necesitaba seguir. Buscamos una muy buena academia (EyS), y la pasaron a nivel adultos a sus 14 años.
–¿Qué implica eso?
–Ahí ya empiezan a audicionar, y quedó en una gira con Corina Smith, una artista que la rompe acá en Estados Uni dos y me tocó dejarla volar por primera vez. Confío mucho en su academia, en su coach, en sus compañeras que son amigas y, sobre todo, confío en ella. Sé que se maneja bien. Fueron tres meses en los que iba y venía los fines de semana. Fue una experiencia increíble para ella porque sueña con ser cantante. Se está preparando por si algún día se le da estar adelante cantando y bailando.
–¿Te pide consejos?
–Sí, ella ve mi carrera por las redes y tiene recuerdos de cuando me acompañaba al Bailando, a los canales, lo mamó. Me encanta que haga su camino como Aitana Paladini, y no como la hija de nadie, mas allá de que acá yo no soy nadie. Ella está haciendo su caminito bien de abajo y lo está disfrutando porque es lo que siempre soñó. El día que quedó para la gira no lo podía creer. Obviamente, después vienen las horas de ensayo y es un esfuerzo enorme. No es como yo que me maquillo la carita y ya estoy para las fotos. Tiene que estar en buenas condiciones para bailar dos horas dándolo todo sobre un escenario.
–¿Y el colegio?
–Es prioridad. Va a la escuela hasta las 14 y de ahí se mete en la academia como seis horas a bailar. Y cuando está de gira tiene que pedir permiso en la escuela y le justifican las faltas. Acá los colegios apoyan bastante a los alumnos en que tengan éxito en lo que quieran hacer.
–¿Tienen un plan favorito juntas?
–A Aitu le gusta que salgamos a almorzar, a tomar un café. Nos encanta hacer planes juntas. Después, le encanta estar con sus amigas, se hizo un grupo divino, con el que salen, van al shopping, vienen a casa, piletean.
–¿Cómo fue el festejo de sus 15?
–Tranqui. Tenía el deseo de la fiesta, pero me amoldé a ella que es perfil bajo, todo eso le daba vergüenza, o cringe, como se dice ahora. Quería algo más descontracturado y así fue. Festejamos en el hotel Lennox y se dio el gusto de reunir a todos sus amigos.
–¿Te sentís reflejada en ella?
–Sí, me siento identificada con Aitana porque yo también hice mi camino sin ayuda de nadie. Por ahí si estuviéramos en Argentina ella tendría el camino más fácil. Acá la está remando en dulce de leche, pero la vida la va premiando, tanto esfuerzo tiene de a poco su recompensa. Y yo feliz, a su lado, acompañando. Cuando actuaron en Nueva York fui a verla, a Houston me acompañó una amiga. Ella viaja con un crew y no puedo estar ahí en el medio, como la mamá metida. Me fui como su mayor fan y lo disfruté muchísimo. Me siento muy orgullosa de ella.
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