Recordamos la entrevista que hicimos con el ex representante de modelos en julio de este año en su casa
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Ya hacía siete años que había dejado atrás su “etapa más oscura”, como él mismo contó más de una vez tras atravesar su dura batalla contra la depresión y el alcohol. Ricardo Piñeiro dejó entonces la soledad de su campo La Paternita en San Antonio de Giles para dar vuelta la página y volver a empezar en su pequeño y cálido departamento de Recoleta.
El famoso ex representante de las modelos más icónicas de los años noventa se conectó con su fe, comenzó a colaborar como voluntario con personas en situación de calle a través de la parroquia Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón y volvió a su gran amor: la fotografía. “Estoy pasando uno de los momentos más lindos de mi vida porque de verdad creo que estoy manejando las cosas bien, siento que sané otras tantas”, dijo en su última entrevista con ¡Hola! Argentina, acompañado –como siempre– por sus “chicas” [sus perritas Dachshund Amelie, Olympia, Helena y María Jesús].
El pasado domingo 26 de noviembre por la tarde un amigo suyo fue el primero en comunicarse con el 911 para contar que “Richard” no había atendido llamados en todo el día. Minutos más tarde, médicos del SAME ingresaron a su domicilio y lo encontraron con pocos signos vitales. Había sufrido un accidente cerebro vascular (ACV) hemorrágico que le provocó insuficiencia respiratoria y renal e hipotensión arterial.
Tras su muerte a los 68 años, ocurrida este miércoles minutos después del mediodía, recordamos la charla íntima y emotiva que mantuvimos con él en julio de este año.
–¿Cómo estás viviendo esta nueva etapa, después de vender tu chacra La Paternita de San Antonio de Giles?
–Muy bien. Ya hace siete años que estoy en este departamento. La verdad es que mi último tiempo en el campo no fue el más lindo, por eso hoy disfruto mucho todo lo que tengo en este lugar, acá ya me siento más contenido.
–¿Tenés alguna rutina?
–Lo primero que hago cuando me levanto es armarme un muy buen desayuno: seis claras de huevo, una banana, un poco de nueces y pasas de uva y queso y mermelada. Al mediodía me como otras tres claras de huevo y a la noche las últimas tres. En total como una docena de huevos por día; sé que a la gente puede parecerle un montón, pero para mí no hay nada como la proteína. Y al gimnasio voy de lunes a sábado… Me encanta porque la actividad física ya me predispone mentalmente de otra manera. Para mí el gimnasio es un estilo de vida. Y después saco a pasear a las chicas [sus perritas Amelie, Olympia, Helena y María Jesús], dos o tres veces por día. Son muy compañeras.
–¿En qué consiste tu trabajo como voluntario en la parroquia, cerca de tu casa?
–Ya desde hace cuatro años que vengo colaborando con ellos. Voy todos los lunes a recibir a las personas en situación de calle que vienen a comer. Reparto los números de la fila y doy una mano a las voluntarias para organizar las mesas. Ayudar al otro está bueno no sólo porque me hace muy feliz, sino porque también siento que estoy devolviendo todo lo que Dios me dio.
–¿En qué te cambió esta experiencia?
–Confieso que antes de comenzar a colaborar con la parroquia, cometía el error de juzgar a la gente que vive en la calle. Hoy tengo otra mirada, me pongo en el lugar de ellos y no puedo más que valorar que tengo un techo bajo el cual duermo todas las noches. El otro día vino un pibe descalzo y, apenas lo vi, fui a casa y le di un par de alpargatas. Me salió del alma, tenía una soledad tremenda. Si podía dar eso, ¿cómo no lo iba a hacer? Siempre digo que la parroquia Las Esclavas me salvó la vida. Yo fui a sus grupos de ayuda cuando tomaba alcohol, por eso quiero retribuir y transmitirle a la gente que está pasando situaciones oscuras que siempre hay un nuevo despertar. Si tenés voluntad y te entregás a Dios, podés salir adelante y empezar una nueva vida.
–De alguna manera compartís tu propia experiencia de vida.
–Exacto. Yo pasé por todas y hoy puedo decir que no guardo nada de rabia ni tristeza por lo que perdí. Hace seis años que no tomo una gota de alcohol y si bien me pasaron cosas horribles con el cierre de mi agencia, no estoy enojado. Me la hicieron fea e injustamente y no la pasé nada bien, pero bueno, me repuse. Desde hace un tiempo leo todos los días el libro Los cinco minutos del Espíritu Santo y agradezco al Señor por este momento. El presente es maravilloso y elijo quedarme con eso.
–¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
–¡Uf! El paso del tiempo es cruel y hay que tratar de llevarlo con la mejor dignidad. Para alguien como yo, que toda su vida trabajó en el mundo de la moda, el paso de los años me hace ruido. Yo laburé básicamente de la imagen y por eso creo que me cuesta más.
–¿Cómo te sentís hoy?
–Estoy pasando uno de los momentos más lindos de mi vida porque de verdad creo que estoy manejando las cosas bien, siento que sané otras tantas.
–¿Estás en pareja?
–No, estoy solo, pero me encantaría enamorarme. La vida de a dos también es linda.
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