Posa en su casa familiar de San Isidro, cuenta qué significa para él la actuación y recuerda a su famosísimo tío
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Julián Cerati nació en una familia en la que se respira arte. Pero, a diferencia de su tío y padrino, Gustavo Cerati, y de su primo Benito, este joven de 24 años –con rasgos parecidos al músico estrella–, se inclinó por la actuación. “Cuando actúo siento una plenitud tremenda. Y cuanto más complejo es el papel, más me apasiona”, cuenta a ¡HOLA! Argentina el hijo de Estela Cerati y Luis Cañeque, que de chico ya era inquieto y extrovertido. Además de participar en comerciales, fue en el colegio donde, por su humor y su pasión por la imitación y la improvisación, le recomendaron que estudiara teatro. “Empecé con un amigo con quien hacíamos personajes muy graciosos. Y después se convirtió en una profesión para mí”.
–¿Cómo te definirías como actor?
–Quiero desafíos camaleónicos, poder transformarme en todo sentido, de adentro para afuera. Cuando puedo, reescribo cosas de los personajes que me dan, intento llevarlo más allá y no quedarme en el molde. De hecho, cuando volví de hacer Pálpito en Colombia, a la semana empezamos a rodar la película de Los Twist (donde interpreta a Pipo Cipolatti) y me arriesgué por completo. El director (Maxi Gutiérrez) me dijo que podía hacer mi propia interpretación de Pipo, pero yo quise conocer su esencia. Un día fui con mi mamá a una feria americana vestido de Pipo y hablaba como él, lo imitaba todo el tiempo. Me tomo mi trabajo con mucha responsabilidad. El último año estando en Colombia (hizo varias producciones que se estrenarán este año), no hablé por teléfono con mi mamá ni con mis amigos para no escuchar el acento argentino.
–¿Qué representa el arte en tu vida?
–Representa una manera de conocerme y de habitar este plano. También lo tengo muy cercano a lo espiritual. Yo actúo para conocerme cada vez más a través de otros personajes. Para mí, es imposible ser buen actor si no te conocés.
–¿Qué descubriste de vos mismo?
–Creo que actuando hasta hice el duelo por la muerte de mi papá (murió en 2016). Y así con varias cosas. Necesito de mi parte creativa para sacar todo afuera.
-¿Empezaste tu camino espiritual a raíz de la muerte de tu padre?
-Lo de mi papá me abrió un camino, pero la espiritualidad principalmente viene por mi vieja, ella es una hippie sabia desde siempre. Dos años después de la muerte de mi padre, me instalé en Colombia por trabajo y fue un lugar donde pude abstraerme de todo lo que había pasado. Hice meditaciones, ceremonias de ayahuasca y varias sanaciones.
–Estamos en tu casa familiar en San Isidro y se ven muchas fotos tuyas y de tus primos por todos lados…
–Es una casa cargada de historia familiar. Mi abuelo, Juan José Cerati, compró el terreno y la diseñó mi papá, que era arquitecto. Acá pasamos casi todas las Navidades y tenemos muchas anécdotas y bromas familiares. A mi abuela (Lilian Clark), por ejemplo, siempre le decimos que se rompió un vaso de su juego favorito (N. de la R: como el que sostiene Julián en una de las fotos) y ella se re enoja. [Se ríe]
–¿Suelen juntarse seguido?
–Nos juntamos muchísimo, somos muy unidos. Y ahora que nació mi sobrino Carmelo, el hijo de Vali, mi hermana (también actriz y periodista), es un motivo más para reunir a la familia. Laura (Cerati) es la gran anfitriona que organiza todo. Ella es una tía muy copada, para lo que necesites, siempre está. Es psicóloga, pero también hizo teatro, así que conectamos mucho por ese lado.
–¿Qué recuerdos tenés de Gustavo, tu tío, que además era tu padrino?
–Gustavo era un tío más, como Horacio y Adriana por parte de mi papá, y como Laura por parte de mi mamá. Pero su fama sí era algo extraordinario. Yo era chico, vivía en City Bell y de repente iba a verlo a un estadio River explotado de gente. Hoy en día, no sé todo lo que hablaríamos. Me toca encontrar mis propias respuestas.
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