A los 69 años, la ex bailarina y vedette habla de su romance con el físico Daniel Secondo, su novio de los 16. Íntima y sincera, recuerda los duros momentos de su enfermedad y sus años dorados en el teatro de revista
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“Acabo de descubrir hace muy poco que mis abuelos paternos vinieron de Austria. Siempre pensé que eran polacos. Pero por mi apellido y mis ojos rasgados me han dicho ‘Japonesa’, ‘China’, ‘Japonecita’… Minguito me decía ‘Ponja’”, cuenta Naanim Timoyko (69), sentada cómodamente en el living de su casa de fin de semana ubicada en Olivos Golf Club. La primera mujer de Juan Alberto Mateyko (75) y mamá de Rosita (30) y Juan Bautista (24) afirma: “Después de Rosita, perdí tres embarazos. Le dije a Juan que quería adoptar y él enseguida dijo que sí. Yo quería que Rosita tuviera un hermano porque sé lo que es sentirse muy sola de chica. A Juan Bautista lo adoptamos cuando tenía 23 días”, recuerda la ex vedette. La soledad a la que refiere Naanim tiene que ver con la muerte temprana de sus padres. “Lo de mi mamá fue en un accidente de auto cuando yo estaba por terminar el secundario. A los dos años murió papá. Me quedé sola porque era hija única. En ese momento conocí a mi profesora de yoga, que fue una persona muy importante en mi vida. Me apoyó siempre, me acompañaba. Para mí era como una madrina, una tía muy cercana, de hecho, yo le decía tía Mary. Fue como un ángel que llegó a mi vida”.
–¿A qué edad empezaste a trabajar como bailarina?
–Yo me recibí de profesora de dan - zas a los 14. Me acuerdo que había vuelto de una gira por Bolivia y mi papá me preguntó: “Nena, ¿vos de qué pensás trabajar?”. Yo tenía 19 y no sabía qué hacer. “Mirá, salió un aviso en el diario. Buscan bailarinas en el Teatro Nacional”, me dijo. Me presen - té, había una cola que daba vuelta a la manzana. Y quedé. Era para Fantástica (1972), con Zulma Faiad como primera vedette. Me mandaron al fondo de todo, pero quedé. [Se ríe ]. Y al tiempo, haciendo teatro, José Marrone me eligió para la televisión en Corrientes y Marrone (1973).
–¿Y tu carrera de modelo?
–Todo de casualidad. Fui unos días a Mar del Plata y estaban buscando chi - cas para Miss Siete Días. Me hicieron fotos, pero no quedé. A las semanas, me dijeron que la hija de un médico muy reconocido se había bajado y me propusieron concursar. Salí primera princesa. Y después Héctor Vidal Rivas me llamó para Miss Argentina. Entonces decidí parar con la revista y empecé a trabajar como modelo. Cuando entré a ese mundo, dije: “Che, estas chicas se matan, una competencia muy fuerte. No era para mí”. Y por suerte me volvieron a llamar para el Maipo. Ahí ya tenía destaque y ganaba mejor. A la semana, una de las vedettes se lastimó y cuando preguntaron quién se animaba a reemplazarla, me mandé. Así, de lanzada, hice mi carrera en el Maipo. La revista fue un lugar en el que siempre me sentí como en casa.
–¿El mundo de las vedettes también era tan competitivo?
–¡También! “Te sacás esa ropa, te sacás esa peluca…”. Me ha pasado de hacer un ensayo general con un traje de doscientas plumas, llegar el día del debut y tener sólo cincuenta. Alguien lo había pedido.
–¿Cómo fue trabajar con los grandes de la revista: Porcel, Olmedo, Tato Bores, Calabró…?
–Fantástico, nunca tuve problema con ninguno. Salvo con uno, el más odiado de todos. Un día me mandó a su representante y el desagradable entró a mi camarín y me dijo: “Bueno, es con él o conmigo si querés seguir en la revista”. Yo era primera figura en Vuelven los guapos (1984), en calle Corrientes. Justo esa misma noche me vino a ver al teatro el director Claudio Segovia. Cuando terminó la obra, bajó y me dijo: “Te venís con nosotros a París para hacer Tango Argentino”. Chau, me fui a Francia con Goyeneche, Alba Solís, Juan Carlos Copes… y esos dos asquerosos se quedaron con las ganas.
–¿Quién era el cómico?
–Si buscás al protagonista de la revista lo vas a sacar solito [se trata de Jorge Porcel].
–¿Tenías admiradores que te mandaban flores y regalos?
–Tuve uno cuando estábamos con Tango Argentino en Broadway. Era un mendocino y tuvimos un romance. Me mandaba ramos de flores y rosas que tenían un metro de tallo. Ahí aprendí el precio de las rosas de acuerdo al tallo. [Se ríe]. Me acuerdo que también me mandaba una limusina al teatro. Cuando volví a Buenos Aires, no funcionó. Me di cuenta de que en realidad él estaba obnubilado con la bailarina que brillaba en el escenario. Después apareció Mateyko en mi vida.
HISTORIA DE UN GRAN AMOR
–¿Cómo se conocieron con Juan Alberto?
–Yo tenía un departamentito en Mar del Plata y allá salíamos en grupo. En un momento, él y Palito (Ortega) iban a hacer un evento a beneficio de los inundados y me ofrecí para ir a colaborar. No me llamó para el evento, pero lo hizo a los dos o tres días. Fuimos un día al cine, otro a comer, siempre en patota. Hasta que un día me dijo: “Bueno, vamos a comer solos”. A mí me gustaba mucho.
–¿Cuántos años estuvieron casados?
–Veintiún años.
–Con Mateyko también llegó tu retiro profesional.
–Fue algo progresivo. Muy lentamente me fui apartando de mi carrera. A él no le hacía mucha gracia mi trabajo. Me acuerdo que yo estaba haciendo una obra en el teatro Hermitage y Juan tenía la oficina ahí y nunca me fue a ver. Yo no lo viví como un tironeo personal porque estaba tan enamorada y a los cuatro años de estar juntos, nació Rosita, de quien también me enamoré perdidamente.
–La Naanim de hoy, ¿qué le diría a aquella mujer que dejó todo por amor?
–Es que yo disfruté tanto cuando dejé de trabajar, disfruté al mango. No me quedó nada por hacer. Tuve a mis hijos, viajé con ellos todas las veces que quise… Nos instalábamos un mes entero dos veces al año en Miami… [Se detiene y piensa]. Quizás le diría: “¿Por qué te quedaste tanto cuando la relación empezó a no funcionar”, “¿Por qué perdiste tanto tiempo?”.
–¿Y por qué fue?
–En realidad, cuando estábamos en plena crisis, yo me enfermé. Tuve cáncer de mama. Ya habíamos planteado la separación cuando me enteré de mi enfermedad. Le conté sólo a una amiga, que me acompañó a la cirugía. Me acuerdo que me dormí llorando porque le tenía terror a la anestesia. Cuando desperté, el médico me dijo que era algo malo y que también me habían sacado los ganglios. Al llegar a la habitación, ahí estaba Juan medio desvanecido porque se acababa de enterar de todo.
–¿Tuviste miedo?
–Yo tengo mucha fe y tenía mis conexiones allá arriba. Llegábamos a acuerdos. Yo le pedía: “Dejame seguir acá hasta que mis hijos sean un poquito más grandes”, y así. ¡Y aquí estoy! [Se emociona ] . Lo primero que pensé es que además de la enfermedad, la vida también me estaba dando tiempo para batallar. Fueron cinco años de tratamiento muy duros, durísimos. No soportaba verme pelada. Juan Alberto me acompañó mucho y después de toda esa tormenta, nos divorciamos.
–¿Terminaron bien?
–No, nunca te separás bien. Nos habían quedado muchas cosas no resueltas que el tiempo fue acomodando. Ahora nos llevamos bien, él está instalado en Córdoba, hablamos por teléfono, los chicos lo aman.
VOLVER A ENAMORARSE
–¿Cómo llegó este nuevo amor a tu vida?
–Hace siete años que estoy con Daniel (Secondo, 69 años). Cuando abrí mi cuenta de Facebook, yo veía que me llegaban un montón de notificaciones a las que no les daba bola. Un día sonó el teléfono en casa y Rosita me dijo: “Mamá, te llama un tal Daniel, dice que es de San Fernando”. Pegué un grito. Era mi novio de los 16, ¿podés creer? Me había mandado mil mensajes por Facebook y como yo no le contestaba, agarró la guía de teléfono y me llamó. Es físico y cuando se le pone algo en la cabeza, lo logra. Me invitó a tomar un café y, aunque yo había bajado la persiana a los hombres, le dije que sí.
–¿Cómo fue ese primer encuentro?
–Divino. Salimos de ahí y cuando íbamos caminando, me invitó a cenar. Estábamos tan entretenidos que acepté enseguida. Cuando estábamos comiendo me llamó mi hijo preocupado. “Estoy acá con Daniel, él te va a explicar”, le dije. “Hola, Juan, ¿me prestás a tu mamá dos horas más?”, le preguntó Daniel. Ahora nos reímos porque dice que me pidió prestada por dos horas y no me devolvió más.
–¿Conviven?
–No, no, cada uno en su casa. Los fines de semana, yo me instalo en su casa. Él tiene tres hijos, yo dos, nos llevamos todos muy bien.
–¿Cómo es al amor a esta edad?
–Es distinto, muy generoso, no hay celos, ni miedos. Tampoco mandatos, ni apuros. Es un amor tranquilo. Nos divertimos como dos chicos cuando estamos juntos. El último viaje que hice para ver a Rosita en Barcelona –donde está viviendo– fui con Daniel y nos alquilamos un departamento en Vilanova, cerquita de ahí, y pasamos un mes hermoso.
–¿Te gustaría ser abuela?
–Sí, mucho. Mi hija está recién empezando a salir con alguien. Me parece que para los nietos me falta.
–¿Qué ves en tu futuro, qué te gustaría?
–Ahora estoy trabajando. Tengo mi programa de radio, estoy como panelista en Crónica y ensayando una obra. Estoy muy contenta. ¿Qué veo? Veo que estoy remando en un río que me gusta y quiero seguir así. Y como en mi vida siempre llegué a la otra orilla, ahora también lo voy a lograr.
Agradecimientos: Camila Álvarez Nieto (maquillaje y peinado) y Adriana Costantini
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