A los 60 años, el famoso locutor nos presenta a la pequeña Sofía y nos habla de su carrera, de su paso por el popular ciclo Feliz Domingo y de su incondicional pasión por el fútbol
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La producción de fotos se hizo en un lugar que él mismo propuso: la casa de Sylvia, su ex mujer, en Avellaneda. Separado desde hace nueve años, después de más de tres décadas de amor, Jorge Formento (60) dice mantener intacto un vínculo inquebrantable con la madre de sus cuatro hijos, Juan Manuel (34), Juan Martín (31), Lucía (29) y Juan Pablo (17). “Todos los fines de semana nos juntamos a comer en familia. Con Sylvia hablamos cuatro veces por día, más de lo que nos llamábamos cuando éramos marido y mujer”, explica, entre risas, el locutor y famoso conductor del programa que fue un éxito entre los estudiantes secundarios, Feliz domingo.
–¿Cuál es la fórmula para llevarse tan bien con una ex pareja?
–En nuestro caso, nos conocemos desde que teníamos 19 años y nunca nos dejamos de querer. Ojo, las separaciones siempre son dolorosas, pero el tiempo lo cura todo. Ella sabe que si algún día necesita de mí, yo estaré incondicionalmente. El otro día me reencontré con un poema que más de una vez había leído en mi adolescencia, pero que ahora, a mis 60 años, tomó otro color. Cuando lo leí pensé: “Pucha, esto es lo que me pasa con la ‘Gallega’ después de tanto tiempo”.
–¿Cuál es ese poema?
–Es uno de Mario Benedetti, “Lovers Go Home”, y dice así: “Ahora que empecé el día, volviendo a tu mirada/ Y me encontraste bien y te encontré más linda. Ahora que por fin está bastante claro dónde estás y dónde estoy. Sé por primera vez que tendré fuerzas para construir contigo una amistad tan piola, que del vecino territorio del amor, ese desesperado, empezarán a mirarnos con envidia y acabarán organizando excursiones para venir a preguntarnos cómo lo hicimos”.
–¿Te gustaría volver a enamorarte?
–Hoy siento que no tengo lugar para vivir otro amor. En el corazón tengo a mi ex mujer, a mis cuatro hijos y a mi nieta, Sofía. No hay lugar para nadie más.
"Mientras mis hijos crecían yo me la pasé laburando. A la distancia sé que fue un mal negocio. Hoy preferiría seguir alquilando y disfrutar de los chicos, antes que volverme loco para comprar una casa"
–¿Cómo estás viviendo el abuelazgo?
–Es la revancha más maravillosa que me dio la vida. Mi primer hijo nació cuando yo tenía 26 años y de ahí en adelante no paré de laburar… Mientras crecían mis hijos, yo me la pasaba trabajando, incluso, los fines de semana. Reconozco que estuve un poco ausente, prácticamente los crio la madre. Hoy, a la distancia, te digo que fue un mal negocio. Si me preguntás ahora, te digo que prefiero alquilar y disfrutar de mis hijos antes que volverme loco para comprarme una casa. Mi nieta me devuelve esa posibilidad de conectarme con la niñez y me encuentra con un poco más de sabiduría adquirida en el camino.
ENTRE LA LOCUCIÓN Y EL FÚTBOL
–Cumpliste 37 años como locutor profesional...
–Sí, no lo puedo creer, es una cosa de locos. Mi primera conexión con la radio fue como oyente. En mi casa había un combinado y me acuerdo de que todos nos reuníamos alrededor del aparato para pasar los discos, escuchar las noticias o un partido de fútbol. La radio es mágica, hablás a un receptor imaginario y a veces lo lográs de tal forma que el que te escucha siente que le hablás exclusivamente a él. Es maravilloso.
–Tu voz es muy particular. ¿Alguna vez tus oyentes te pidieron que les grabaras mensajes personales?
–Todo el tiempo. [Se ríe]. Si antes me lo pedían para el contestador automático, ahora quieren mi voz para usar como alarma del despertador del celular. “Me quiero despertar todas las mañanas con tu voz”, me dicen y no sabés ni qué responder. Es gracioso. En la época de Feliz domingo, me pedían mucho que les grabara los poemas que recitaba en el programa.
"Ser la voz de la Bombonera es un sueño cumplido. No lo veo como un trabajo y, por eso, no acepto que me paguen"
–En aquel entonces eras todo un galán…
–Tenía 28 años y con Marcelo [Dos Santos] éramos dos atorrantes. A pesar de que eran jornadas larguísimas al aire, nos arreglábamos para pasarla bárbaro, formamos un equipo de trabajo espectacular.
–Entraste al ciclo para reemplazar a Silvio Soldán, que se iba de vacaciones, y terminaste quedándote.
–Sí, estuve seis años. Yo ya había pasado por Nuevediario junto a Claudio Rígoli y Silvia Fernández Barrio, pero no me sentía cómodo en ese tipo de experiencia periodística. Me gustaba más la conducción, la locución y, trabajando en Canal 9 como locutor, me propusieron ir a Feliz domingo. Silvio (Soldán) es un fenómeno, un caballero y, como compañero, fue el mejor. Le tengo un gran cariño y creo que él a mí también. Después trabajé como locutor en otro programa que adoré, Atrévase a soñar, junto a Berugo Carámbula.
–¿La televisión te dejó a vos o vos dejaste la televisión?
–Con los años me ofrecieron nuevos proyectos, pero no me terminaban de cerrar y, por otro lado, la familia y la locución me fueron tirando para otro lado. Sé que cuando estuve en la cresta de la ola no me di cuenta de dónde estaba ni entendía bien todo lo que estaba viviendo. Me divertía mucho, pero para mí era incomprensible que viajáramos a una provincia y de repente me recibiera el gobernador.
"Antes el público me pedía que le grabara el mensaje del contestador automático. Hoy piden que les grabe un mensaje para usarlo como alarma del despertador en el celular"
–Hoy además de tener tu programa de radio y conducir el ciclo de Crónica TV, Mañanas a lo grande, sos la voz de la Bombonera.
–¿Qué decirte? Es un sueño cumplido. Para mí no es un trabajo y por eso no acepto que me paguen. No le puedo cobrar a Boca porque Boca es mi casa, es mi vieja. Los Formento siempre fuimos muy futboleros. Yo tenía 5 años e iba de la mano de mi viejo a la Bombonera. Cierro los ojos y me acuerdo de estar en los brazos de mamá en la platea de socios. Boca salía campeón y nos íbamos todos a caminar por La Boca… La pizzería regalaba pizzas, la parrilla te regalaba chorizos, el pueblo estaba contento. Hoy estoy viviendo a pocas cuadras de la cancha y todo es un recuerdo. Camino por las calles y me encuentro con el pibe que fui.
–¿Ya le regalaste la camiseta a tu nieta?
–¡Ni hablar! Ya es socia de Boca y muero por llevarla, algún día, a ver un partido, si ella quiere. El fútbol también es abrazarte con un hijo o con alguien que querés mucho para festejar la alegría de un gol.
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