El primogénito de Carlos III, calificado por muchos como la “gran promesa de la monarquía británica”, supo ganarse la confianza de su familia y el corazón de su pueblo
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Creció sabiendo que algún día será Rey y, tras la muerte de su queridísima abuela Isabel II, ese lugar –cargado de responsabilidades y que agiganta a la persona frente a los ojos del mundo– está más cerca. Pero hoy es el turno de su padre, Carlos III, y el príncipe William lo sabe muy bien. También sabe que su figura es una pieza clave para este nuevo capítulo en la vida de los Windsor. Debe acompañar, estar presente, ser cercano, desempeñarse de la mejor manera que pueda, mostrarse seguro y estar a la altura de las circunstancias sin titubeos, pero sin hacerle sombra al nuevo rey.
El primer hijo del entonces príncipe Carlos y Lady Di nació el 21 de junio de 1982 bajo el nombre de William Arthur Philip Louis Windsor en el Hospital St Mary’s de Londres, lo que lo convirtió en el primer heredero del trono que llegó a este mundo fuera de palacio. Y desde muy chico debió acostumbrarse a la implacable persecución que los medios ejercieron sobre su madre. En 1995, después de cursar la primaria en la Wetherby Prep School en Kensington y la Ludgrove School, William también fue el primer heredero en hacer la secundaria en el Eton College, uno de los colegios más prestigiosos de Gran Bretaña. Allí se destacó en los deportes, principalmente en natación. Un año más tarde, enfrentó el divorcio de sus padres y en 1997, recibió la devastadora noticia de la muerte de su mamá. Si bien siempre había desempeñado el papel de hermano mayor a la perfección, en ese momento, redobló la apuesta y –más allá de su propio dolor– se volvió un apoyo fundamental para el príncipe Harry.
En 2001, entró a la Universidad de St. Andrews en Escocia para estudiar Historia del Arte –aunque finalmente se graduó como licenciado en Geografía–, donde eligió inscribirse como “William Wales” en busca de llevar adelante una vida lo más tranquila posible. “Quiero ser un estudiante común”, dijo en una entrevista. En la universidad también conoció al gran amor de su vida: Kate Middleton. La chica nacida en Berkshire se ganó el corazón del futuro Rey y, lo más importante, el visto bueno de la familia real.
El 29 de abril de 2011, tras ocho años de noviazgo, se casaron en la abadía de Westminster ante 1900 invitados, entre importantes líderes de Estado y miembros de otras casas reales. La boda fue vista por aproximadamente dos mil millones de personas en todo el mundo. Como duque y duquesa de Cambridge, se volvieron una pareja de altísima popularidad, seguida por grandes multitudes en cada uno de sus compromisos y apariciones públicas. Dos años después, el 22 de julio, nació su primer hijo, el príncipe George (9). Luego llegarían la princesa Charlotte (8) y el príncipe Louis (5) para terminar de coronar la imagen de familia feliz, cuya residencia oficial es el Palacio de Kensington.
El actual príncipe de Gales –título que estrenó tras la muerte de Isabel II– lleva adelante actividades y proyectos humanitarios, funciones públicas y oficiales en apoyo del Rey, tanto en el Reino Unido como en el extranjero. Siempre acompañado por la princesa Kate –considerada la “joya” de la Corona, la “roca” con la que William es capaz de superar los embates que conlleva su rol–, pone especial atención en la protección del planeta. Como patrocinador de organizaciones benéficas y, a través de la Fundación Real del Príncipe y la Princesa de Gales, encabeza iniciativas globales sobre conservación y ecología. Además, siguiendo los pasos de su madre, patrocina Centrepoint, la principal organización benefactora para jóvenes sin hogar del Reino Unido, y es patrono de The Passage, que trabaja para prevenir la falta de vivienda.
La salud mental y la promoción del papel y el bienestar de aquellos que sirven o sirvieron a su país en las Fuerzas Armadas –el príncipe lo hizo en la Royal Navy y la Royal Air Force y en septiembre de 2010, se convirtió en piloto de las Fuerzas de Búsqueda y Rescate de la RAF– también son temas que lo ocupan. William ya fue calificado por muchos como “la gran esperanza de la monarquía británica”. Por el momento, sigue sumando experiencia para cuando sea su turno y honre con su reinado la memoria de su abuela y de su padre.
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