Actriz, cantante, bailarina, escritora, ambientalista… A los 65, nos recibe en su casa de Tigre para hablar de todo: “No estoy en pareja”, confiesa
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Katja Alemann (65) puede ser muchas mujeres. La que nos recibe en ojotas con ese pelo único alborotado y sin maquillaje –y que, aun así, con su aspecto de entrecasa, emana sensualidad –es al mismo tiempo la referente del under porteño de los 80, la que muestra orgullosa la cantidad de calabacines que dio su huerta o cómo está tratando de curar la plaga que atacó el lapacho de 80 años que está en su jardín y la activista ambiental y presidenta de ReciclARTE, una ONG comprometida “con la sustentabilidad y el reciclaje a través del arte” (“porque estamos haciendo uso de los recursos del planeta como si fuésemos los últimos habitantes”, dice). Y, además de todo eso, es cantante, actriz, bailarina y escritora. “Una artista interdisciplinaria”, como ella se define.
–Aquella mujer de la noche en Cemento ahora habla de plantas y plagas.
–[Se ríe a carcajadas]. Siempre viví conectada con la naturaleza, pero también sigo siendo de la noche [enfatiza mientras camina descalza y prepara el té]. Digamos que me gusta un poquito menos la noche que antes, pero soy muy salidora. Me gusta variar de mundos, estar en diferentes ámbitos sociales, estar con gente más joven o mayor que yo. Puedo estar con artistas, pero también en una reunión con políticos. Me gusta mezclar. Tengo cero prejuicios.
–Como lo hacés con vos misma con todas tus versiones…
–Lo primero que estudié cuando era chica fue música, bailé sin estudiar y después estudié danza. Ya de adolescente escribía. Siempre me pareció que el arte tenía que ser interdisciplinario. Me aburro con una sola cosa. Muchas veces me dijeron “si hacés tantas cosas no vas a ser buena en ninguna”. Pero me nace así.
–¿En qué estás trabajando ahora?
–Hace poco participé de la serie DT La Misión, donde hago de madre de Francisco Suárez, que además de ser el protagonista es coautor. También hice otra peli, que falta bastante para verla, en la que también hago de madre.
–Cuando hacés hincapié en “también hago de madre”, ¿es por la edad?
–¡A nadie le gusta envejecer! Y a mí tampoco. Si me dijeras que vivimos en una sociedad oriental que sostiene un culto a la vejez... Pero no, estamos en Occidente, donde se enaltece la juventud y la belleza. Por suerte, deconstruí bastante todo eso. Me di cuenta de la cantidad de tiempo que malgasté pensando mal de mí misma: “Ay, qué gorda estoy”, “Ay, las ojeras que tengo”. No puedo estar poniendo mi maravilloso tiempo –lo único que tengo en esta vida– en pensar mal de mí.
–En la vida real, ¿cómo sos como madre?
–Mis hijos son las personas que más amo en este mundo. Si ellos están bien, estoy bien. Si tienen problemas, son mis problemas. Somos muy compinches. Luna vive en el exterior y Tadeo está acá [ambos son fruto de su amor con el artista plástico Diego Linares]. Me gusta cocinarles y compartir largas charlas. Me gustaría en algún momento ser abuela, pero eso depende de ellos, no de mí. Los tiempos de hoy son muy distintos.
–¿Te cuidás mucho?
–Ahora no estoy haciendo yoga ni gimnasia, pero sí bailo, sola. Soy vegana y me gusta cocinar sano y prepararme todo. En casa hago todo yo: limpio, corto el pasto, saco los yuyos y eso es un entrenamiento. A mí me gusta porque todo lo que se hace en la casa me calla mucho la mente. Hice terapia y tengo mis consultores cuando me viene algún vericueto.
–Sos muy activa en Instagram y tenés un blog en Facebook en el que hablás del daño que nos podemos hacer con el pensamiento. ¿Cómo llevás la exposición en las redes?
–En mi caso, me di cuenta de que cuanto más natural y sin maquillaje salgo, más le gusta a la gente. Así que, si quiero concientizar por alguna causa, trato de poner mi cara en primer plano como estoy. Creo que estamos hartos de aparentar. Para mí las redes sociales son un experimento que aportan algún contenido, que te dan otra visión. Soy bastante responsable con lo que comunico.
LA ARTISTA EN SU LABERINTO
Katja actuó en La sudestada, una de las películas destacadas que participaron del Bafici. Los responsables, Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, siempre pensaron en ella como la única que podía interpretar el papel de la protagonista: una famosa coreógrafa perseguida por un detective contratado por su ex marido. De hecho, en el film se usan fotos y material audiovisual de Katja, fragmentos de películas experimentales que hizo en los años 70 y un cortometraje realizado por su madre, Marie Louise Alemann. “El cuento me atrapó, me pareció precioso y el personaje soñado porque es una artista que atraviesa una crisis creativa que la angustia. Me gustó eso de la historia porque en general no se habla del proceso creativo”, explica.
–¿Vos tenés angustias creativas?
–Muchísimas veces.
–¿Y qué hacés en esos momentos?
–Me la banco porque sé que es parte de la cosa. Son esos momentos en los que todo lo que estás haciendo te parece una basura.
–¿Recurrís a alguien para destrabarte?
–[Su mirada se vuelve triste y hace puchero con la boca]. Ese ser era Omar [Chabán, su ex pareja] y ya no lo tengo más. Ahora estoy más sola. Tengo un amigo muy querido que detecta con su ojo clínico y me ayuda. Pero las tertulias artísticas, las horas de charla dando vuelta para arriba y para abajo un texto sólo lo hacía con Omar. Él me ayudó mucho en mi exploración artística, fue clave y muy certero.
–¿Estás en pareja ahora?
–No.
–¿Te gustaría estar con alguien?
–No, prefiero estar sola. Las relaciones son muy complicadas y en estos momentos no estoy para complicarme. Una relación te confronta tanto con vos mismo como con el otro y yo tengo ganas de estar tranquila, hacer lo que se me canta…
–¿Y el sexo?
–Siempre hay algo. Aunque debo confesarte que padezco del síndrome del cuerpo extraño, necesito un vínculo para estar con alguien, tener una conexión para la entrega… Digamos que tengo amigos queridos y así se resuelve.
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