Instalado en Eberbach junto a su hija, su yerno y uno de sus nietos, nos cuenta sobre las costumbres que adoptó para las fiestas
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Enrique Fischer (77), más conocido como Pipo Pescador, hizo cantar, bailar y emocionar a cientos de miles de chicos a lo largo de su exitosísima carrera. Y cuando decidió retirarse lo hizo en Eberbach, un pequeño pueblo de Alemania a 100 kilómetros de Frankfurt, donde se instaló hace casi diez años.
Por estos días, el artista se prepara para recibir la Navidad entre mercaditos, golosinas típicas, nieve y mucho frío. “En Nochebuena viene mi nieta Guillermina que está en Berlín [Pipo vive con su hija Carmela, su yerno Guillermo y Lucas, uno de sus nietos] y hacemos una comida tradicional en mi casa. Más tarde, nos cruzamos porque el vecino hace una gran fogata al lado del bosque, donde calentamos el vino. Nos juntamos todos para recibir la Navidad y ver los fuegos artificiales. El cielo se ilumina a la medianoche, es muy bonita esa celebración”, nos cuenta.
Otra de las costumbres que adoptó durante su vida “deutsch” es la del desayuno navideño con las tradicionales galletitas llamadas Spekulatius: “Tienen formas de animalitos y se venden exclusivamente en esta época. También desayunamos unas salchichas blancas que están hechas de cerdo o de pavo. Dice la leyenda que esas salchichas no tienen que escuchar las campanas del mediodía. Son sólo para el desayuno”.
LAS VUELTAS DE LA VIDA
“Mi casa está en un callejón arriba de la montaña, llamado ‘Callejón de los robles’. Hay solamente ocho casas. Después empieza el campo y el bosque. Este lugar es mi refugio, acá me siento muy cómodo y tranquilo. Leo mucho, tengo más de mil libros que me traje de Argentina. Vivir acá es realmente como estar en un oasis de paz, no hay ruidos. Cuando voy a Buenos Aires, siento la efervescencia y la energía de la gran ciudad, y me da como una excitación, una cosa que es sumamente atractiva de sentir, pero que me cansa mucho”, afirma Pipo.
Hace muchos años, el artista tuvo un minifan alemán, que por entonces tenía 3 o 4 años y vivía en Buenos Aires junto a sus padres. Décadas más tardes y por esas raras vueltas de la vida, se reencontró con él en un supermercado de la localidad de Heidelberg. “Forjamos una gran amistad con toda su familia, nadie en su casa habla español salvo él. Sus hijos son uno más lindo que el otro y para ellos soy como un tío. Cuando pueden y sobre todo para esta época del año, vamos a una gran feria de Navidad que se organiza en Hagen, muy cerca de la famosa ciudad de Colonia, donde nos divertimos mucho”, concluye Pipo.
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