Con más de cuarenta años de experiencia, trabajó junto a reconocidas marcas nacionales e internacionales y fue la primera food stylist de la región en dedicarse a la enseñanza profesional.
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Casi de casualidad, a sus 25 años, Marcela Lovegrove (69) encontró su verdadera vocación: el food styling. Graduada de la Escuela de Economía Doméstica en Tecnología Industrial de los Alimentos (profesión que nunca ejerció), en 1978 comenzó a trabajar como asistente del gerente de Marketing de una reconocida empresa de alimentos. En una época en la que las compañías no tenían problemas de presupuesto para sus promociones y se hacían muchos recetarios por cada producto, un día le propusieron observar el detrás de escena de esas sesiones fotográficas. Allí vio a Marcela Sorondo (quien puso el nombre de food styling en la primera Expo Gourmet que se hizo en la Ciudad de Buenos Aires) ejercer ese oficio prácticamente desconocido y del que ella se convertiría con el tiempo en una indiscutida referente en nuestro país y toda Latinoamérica, que consiste en presentar los alimentos de manera apetecible y rodeada de la vajilla adecuada y objetos bellos para que el público desee consumirlos. Con más de cuarenta años de experiencia, trabajó junto a reconocidas marcas nacionales e internacionales y fue la primera food stylist de la región en dedicarse a la enseñanza profesional.
–El food styling fue como un amor a primera vista del que tuviste que aprender sobre la marcha…
–Me encantó y con el correr de los años me di cuenta de que era para mí. Es un trabajo increíblemente creativo y artístico que requiere habilidad con las manos. Es fundamental la templanza y saber responder bien ante el estrés y el apuro porque en las filmaciones la exigencia es extrema. Como no había libros ni escuelas, tomaba referencias de las tendencias por las revistas de cocina que mi padre me traía de Estados Unidos. El resto lo fui aprendiendo sola, y tuve la enorme suerte de observar a las mejores food stylists extranjeras que venían a filmar comerciales en la década del 90 y principios del 2000. Soy naturalmente curiosa y la exigencia y la desesperación son grandes maestras.
–Ese sentido estético y de la decoración que tenés, ¿de dónde viene?
–¡De mi madre! Ella cocinaba como los dioses y era la mejor anfitriona que podía existir. Ponía unas mesas divinas, era muy estética, muy detallista. El resto lo fui aprendiendo y desarrollando con el tiempo. De todas formas, vos podés aprender muchas cosas, pero son tus habilidades, esfuerzo y dedicación los que te van situando en un determinado nivel.
–¿En qué momento de tu carrera estabas cuando empezaste a dar clases en 2013?
–Fue la crisis de la jubilación. Cuando cumplí 60, ya venía cansada porque había empezado hacía mucho tiempo. Es un medio muy estresante, donde dejás muchas cosas de lado, mucha vida personal. Porque, además, cuando trabajás para marcas tan grossas como de las que yo me encargaba [entre ellas, las dos cadenas más importantes de fast food del mundo], el “no” no existe. Cuando llegué a esa edad, estuve mucho tiempo pensando qué hacer porque me sentía joven y con mucha energía. Un buen día dije: “Tengo que profesionalizar este oficio que nadie se imagina que existe”. La gente cree que porque tiene un teléfono la foto del plato sale mágicamente bien. Y la verdad es que estoy feliz de esa decisión porque soy muy maestra Siruela.
UN AMOR INDEPENDIENTE
En 1991, por su trabajo para el patio de comidas de Paseo Alcorta (de la mano de una marca global de gaseosas) se reencontró con el fotógrafo y pescador Rudesindo Fariña (78), a quien conocía desde hacía tiempo. Dos años más tarde, ambos separados, comenzaron una pareja que desde el principio se planteó como independiente: no convivieron ni quisieron tener hijos, e incluso hoy, cada uno vive en su propio departamento, aunque en el mismo edificio.
–¿Cómo llegaron a ese acuerdo?
–Las cosas se fueron planteando así porque yo tenía un trabajo absorbente y no quería postergar mi crecimiento laboral en pos de una pareja, y él, además, vivía con su hijo varón. Sindo [como Marcela llama a su pareja] tiene dos hijos grandes y yo nunca quise ser madre, cosa que fue rara para la época. Descubrí mi sentido maternal recién con los nietos. En definitiva, no tuvimos un proyecto de familia, sino de pareja. En un momento necesitamos algo intermedio y compramos una chacra de dos hectáreas y media a 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, donde compartimos fines de semana y vacaciones con toda la familia. A los dos nos encanta la naturaleza, y él es apasionado por la pesca, así que lo primero que hicimos fue el jardín con una enorme laguna artificial y un arroyo.
–Y después de veinte años la vendieron…
–Sí, antes de la pandemia, porque era mucho sacrificio y no nos permitía viajar. Así que pasé de tener tres espacios [su chacra, la casa y el estudio] a un departamento de 48 metros cuadrados. Pero no necesito más que esto. Privilegié el hecho de estar en el mismo edificio porque es muy cómodo. Él se va al gimnasio, a las 20:30 me toca el timbre, comemos juntos, miramos la tele, charlamos y a la medianoche nos volvemos a separar. Cada uno tiene su espacio, su independencia, sus horarios, rituales y su orden.
–¿Vos sos la cocinera oficial de la pareja?
–¡Sí! Comemos muy sano y liviano: sin cremas, mantecas ni salsas, poca carne y mucha fruta y verdura, pescado, arroces y legumbres. Sindo entrena todos los días y yo, tres veces por semana. No vamos a comer a restaurantes tampoco, aunque sí ocasionalmente a parrillas. Muchos de los platos que enseñaba en el canal El Gourmet en el programa Recetas de familia [“sencillos”, aclara] son los que normalmente comemos en casa, como la tarta de puerros con champiñones.
–¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
–Leo un montón y, cuando no trabajo, viajo bastante con Sindo, con amigas o con mis hermanas. Con él tenemos muchas vacaciones de pesca y naturaleza, todos los años alquilamos el mismo lugar en San Martín de los Andes y pasamos ahí las fiestas de fin de año. Ya quiero trabajar menos, estoy hecha una bacana. [Ríe]. También viajo mucho para dar clases, hace poco estuve en Ecuador y estoy en tratativas para ir a Costa Rica, Paraguay y Perú.
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