En una charla sincera, el cantante y conductor cuenta cómo la búsqueda espiritual renovó su mirada de la vida
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Estoy en mi mejor momento, me siento completo”, asegura Patricio Giménez (48) mientras pierde la mirada en el horizonte, un horizonte infinito de mar y de arena que, si bien frecuentaba desde siempre, hizo propio cuatro años atrás, cuando decidió irse a vivir a Punta del Este. Este presente perfecto tiene que ver, según contará a lo largo de la charla, con un camino introspectivo que emprendió en contacto con la naturaleza, con su guitarra a cuestas y al lado de su incondicional y adorada perra Rumba. “El año pasado, con la partida de este plano de mi abuela y de mi madre, reflexioné mucho sobre la muerte. Entendí que es lo único seguro que tenemos. Esa ‘impermanencia’, esa sensación de finitud, me hizo ver a la muerte como una aliada en la forma de vivir y de entender la vida”, dice el cantante.
–¿Qué legado te dejaron tu abuela y tu mamá?
–Abuela me dejó la enseñanza de que se puede ser feliz con lo que te toque. Era una persona feliz, con plata o sin plata, no pasaba por ahí su sonrisa. No me cerró que sus hijas murieran antes que ella. Perdurar por perdurar no tiene sentido. Y me desenamoré de la eternidad. En cuanto a mami, tuvo cáncer y fueron ocho años de acompañar con las limitaciones que uno tiene. Cuando murió fue como una liberación para ella y para todos. Entonces lo mismo, perdurar cuando el cuerpo está mal... [Piensa]. Mi tema con la muerte arrancó cuando murió papá y yo tenía 11 años. Me peleé con Dios, lo cuestioné y fui buscando distintas religiones y posturas filosóficas que me hicieron ver que hay un todo muy superior que no se puede entender. Un dios solamente bueno, o sólo luz, como lo queremos poetizar, me parece raro.
–¿En qué creés?
–Creo que todo es Dios. Estoy íntimamente convencido de que el alma y el espíritu perduran. La muerte es parte de la vida también y es la única certeza que tenemos. Los valores no pasan por cuánto tenés o cuántos premios recibís, sino por cuánto pudiste evolucionar, qué les diste a los demás. Esta misma reflexión me distanció muchísimo más de la idea de gastar momentos de mi vida buscando obtener cosas materiales. Es fácil caer en la trampa de pensar que la salvación está, por ejemplo, en tener un yacht, aunque el yacht en sí mismo no sea el problema. El problema es si no podés dedicar una mañana a estar con tu perro porque tenés que salir a generar la guita para pagar el circo del yacht, que no es lo mismo que salir a ganarte el pan. Fijate que cuando preguntás quién es una persona, por lo general la respuesta es: “Es el dueño del “Banco Pirulo”, o el gerente general de “Magnate e hijos”, o el dueño de la casa de la montaña”. Y uno no es nada de eso.
–¿Y vos qué sos, Patricio?
–Un espíritu en crecimiento y para el otro soy un espejo o una proyección de lo que sería él si ocupara el lugar que imagina que yo ocupo. Aprendí a no confundir éxito con riqueza material ni con popularidad. Ni siquiera con reconocimiento. De hecho, no admiro el éxito, sino el nivel de evolución de cada persona, los logros espirituales, los que quedan en el alma cuando seguimos nuestro camino en otro plano.
–¿La proyección del otro sería, por ejemplo, que sos “el hermano de”?
–Claro. Ser hermano de Susana Giménez, el personaje famoso, ni te salva, ni te cura: te expone. Y eso a veces es bueno y a veces es malo. Pero no es más que eso. En lo personal, creo que como hermanos, con Susana nos disfrutamos muchísimo. Ella es uno de los pocos amores que conservo en este mundo. También tengo a mis hermanos (Carolina y Federico) y a algunas personas a las que quiero mucho, pero son un núcleo muy chiquito.
–¿Cómo acompañás este camino introspectivo?
–Medito. Aprendí mucho de Rumba, mi perra, acerca del amor incondicional. También escucho a algún Lama… Ahora estoy leyendo El libro tibetano de la vida y la muerte, hago registros akáshicos, donde salen temas de otras vidas, me interesa la energía de las piedras... Podés pensar que sos una ola con su cresta, pero eso tiene su final, es efímero. O podés tener la conciencia de que sos parte de un océano. Esa manera de ver la vida te da más armonía, baja la ansiedad porque no se termina nada cuando llegás a la orilla.
–¿Algo de todo esto lo compartís con Susana?
–Muchas veces hablamos de la plenitud, de la vida, disfrutamos de muchas cosas en común, como las plantas o los animales. Por ahí tenemos otra visión de algunas cosas, como la popularidad o tener ciertas seguridades económicas. A mí la vida me llevó a plantearme otro camino, ni mejor ni peor, sólo el que siento que es el correcto para mí. Elijo contarlo porque hay mucha gente que por ahí no se lo plantea, la vida tiene un abanico de posibilidades para descubrir. Si prestás atención, mi Instagram (@patogimenez), es mi manera de hacer que más de uno se pregunte detrás de qué está corriendo. Hay gente que me ha dicho: “Tus publicaciones me dieron fuerzas para volver a Mendoza con mi familia, entendiendo que allí estaba mi tesoro”.
URUGUAY, EL TRABAJO Y LA POLITICA
–Ya hace cuatro años que estás en Uruguay. ¿Qué te dio ese país?
–En Uruguay siempre sentí paz y alegría y estoy orgulloso del amor que tienen ellos por mí y por Rumba. El respeto por el otro, la educación, los tiempos para uno son cosas que admiré siempre de aquí y que me hacen muy bien. [Piensa]. No creo que vuelva a vivir en una capital. Creo que cuando uno no puede ver el horizonte empieza a mirarse demasiado el ombligo. La corrupción, la impotencia, el atropello constante, los tiempos circulares y las historias que se repiten fueron lo que me hicieron decidir no volver a Argentina y buscar en otro sitio mi sueño simple de ser feliz y estar en paz. Ahora hay un nuevo presidente. Ojalá Milei sea un héroe y un prócer. El tiempo dirá si lo fue y si tuvo un ejército de seguidores a su altura. Mi deseo es que así sea.
–Volviendo a Uruguay, también te dio la posibilidad de debutar en la conducción televisiva.
–Este es el segundo año conduciendo un programa aquí en Canal Once. Estoy muy contento, me siento muy cómodo. También sigo haciendo mi show musical más íntimo, donde somos sólo mi guitarra y yo con la presencia estelar de mi perra Rumba y donde canto boleros, canciones propias y mucho de Gipsy Kings. Salir a tocar en un show o en privado para cuarenta o cincuenta personas tiene que ver con mi día a día, me encanta el mano a mano con la gente. También pienso en volver, veinte años después, con mi show de Sinatra. Y sigo con mi agencia de publicidad, hice comerciales aquí con Susana y otros artistas, manejo las relaciones públicas de distintas marcas. Siempre está el publicista en mí.
–¿Y qué pasa con tu corazón? ¿Algún amor?
–Hoy no estoy necesitando una pareja. Estoy bien, liviano de equipaje, me siento libre. En otros momentos estaba viendo si trataba de matchear, pero hoy me siento completo así como estoy. Si un día hay alguien será genial y si no, también estará genial. No creo en la media naranja, ni que nadie te complete. Veo como un camino de compartir, y no sé si la manera es 24/7. Creo en compartir y si tenés más ganas, compartís más tiempo, sin perder la individualidad, eso de soy tuyo y vos sos mío no está bueno, ahí empieza el apego y no está bueno para tu propio equilibrio. Eso de ser el marido de o la mujer de no da. Yo soy mío. O de Rumba. [Se ríe]. O Rumba es mi ángel guardián.
Agradecimientos: @astrid.handmade.jewelry, @ujjayi.uy, Hotel La Bluette
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