Talentosa, inteligente y chispeante, repasa su presente de plenitud personal y profesional en una charla marcada por su optimismo y sus ganas de seguir abriendo puertas
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Nació en Miramar, creció jugando con sus hermanos en los rincones del hotel San Ignacio, el emprendimiento familiar, pasó su adolescencia en Mar del Plata –de nuevo el mar– hasta que un viaje revelador a Buenos Aires marcó su destino y la empujó a cambiar la playa por la gran ciudad. Patricia Echegoyen (62) –todos le dicen “Pata”– es una de las actrices más versátiles de su generación, una mujer inteligente y bella que supo hacer valer su talento y su personalidad arrolladora en el difícil mundo del showbusiness local. Casada con Rodrigo Prado del Río –dieron el sí en 2021, tras veinticinco años juntos–, mamá de Lucía (19), Pata es también una gran cocinera –aprendió de su abuela, que le pasó sus secretos–, dice que su casa es “un matriarcado” y que cualquier programa con su familia es “el mejor plan”. De todo eso, de su vasta trayectoria en teatro y televisión y de sus planes habló con ¡HOLA! Argentina.
–¿Siempre supiste que querías ser actriz?
–Sí, de chica. Nosotros vivíamos en Miramar, teníamos un residencial y mi papá guardaba toda la colección de la ópera Carmen. Y con esa ópera yo me armaba una película: a los 8 o 9 años bailaba, cantaba y desarrollaba el argumento de Carmen en una de las habitaciones vacías del residencial. A veces me veían los pasajeros y no podían creer que desde tan chiquita ya fuera así. [Risas]. Después, a los 13, empecé a estudiar teatro en Mar del Plata. Tiempo después acompañé a mi mamá a Buenos Aires, que se tenía que operar, y fuimos al teatro a ver a Alfredo Alcón y Rodolfo Bebán. En ese momento supe que yo quería hacer eso. Así que, cuando terminé el secundario, hice dos años en el teatro vocacional y me vine a Buenos Aires a estudiar con Agustín Alezzo.
–¿Qué dijeron tus padres de que vinieras a Buenos Aires tan joven?
–No querían. Me decían: “No, a Buenos Aires no. Estudiá teatro acá en Mar del Plata”. De hecho, para poder rendir con Alezzo me escapé de mi casa. Viajé toda la noche, llegué a las 7 de la mañana a la casa de un tío. El pobre, que acaba de partir, me abrió la puerta y no entendía nada. Me dijo: “Bueno, está bien, te apoyo, quedate acá”. Y así fue. Después mis padres lo entendieron, que iba a estar en lo de mi tío, que iba a estudiar y todo eso. Me quedé viviendo con mi tío seis meses. Después junté plata y alquilé un departamento. Logré entrar en lo de Alezzo entre muchas aspirantes y tuve que volver a Mar del Plata a buscar mis cosas.
–¿Y qué pasó en ese regreso?
–Nadie me hablaba, el clima estaba muy tenso. Pero aceptaron mi decisión. Y en ese tiempo cumplí los 21 y me convertí en mayor de edad, así que ya era dueña de mi vida. Seguí con Alezzo, estuve ocho años, después estudié con Carlos Gandolfo, con Alejandra Boero, hice clown, canto, de todo.
–Si tuvieras que optar entre popularidad y prestigio, ¿qué elegirías?
–Pienso mucho en los trabajos que acepto. Hay momentos en que uno puede decir que no a una propuesta, y momentos en que no puede darse ese lujo. Por suerte, siempre pude elegir. Pero me tiré para el lado de lo popular, porque hice mucha televisión y teatro, básicamente comedia. Y después como que me encasillaron en esos papeles, pese a que también hice dramas como Bodas de sangre o La señorita de Tacna. Pero no me peleo con eso, porque hacer comedia es muy difícil. Además, me gusta y me divierte.
–¿Cómo te llevás con los premios y las críticas?
–La crítica te afecta, obviamente. Pero la verdad es que de un tiempo a esta parte tanto el periodismo como los jurados que entregan premios me han tratado tan bien que no puedo decir nada. No me puedo quejar, son muy generosos conmigo. Y los premios me encantan. ¿Qué puedo decir? En 2022 gané el ACE por Inmaduros y siempre estoy en alguna nominación.
–¿Qué harías si tu hija te dijera que quiere ser actriz?
–La apoyaría, claro. Ella baila muy bien y ahí es donde veo que está su pasión, en la danza. Baila que es una maravilla realmente. También hizo la escuela de modelaje de Anamá Ferreira, porque tiene un estilo muy mannequin. Y empezó a estudiar traductorado de inglés en la facultad. Ella sabe que puede hacer lo que quiera, que la voy a apoyar.
–Después de tantos años de pareja, ¿cuál es tu fórmula para seguir juntos?
–Primero, encontrar la persona indicada. Creo que nos encontramos mutuamente. Cuando nos conocimos estuvimos juntos un tiempo, después nos separamos y más tarde volvimos. La gente que nos conoce sabe que somos el uno para el otro. Nos llevamos superbien, nos complementamos, nos divertimos juntos y nos acompañamos. Rodrigo no es actor, pero es muy compañero, me apoya en todo. Cuando hice Toc Toc, por ejemplo, fueron dos años tremendos, de gira permanente, sólo estábamos en Buenos Aires un día por semana. Lucía era chiquita, tenía 6 o 7 años, y sufrimos mucho por estar separados. Él me mandaba videos de los actos escolares y yo lloraba sin parar. De eso no nos olvidamos más ninguno de los tres, sobre todo Lucía y yo.
–Se casaron hace poco. ¿Es cierto que vos le pediste casamiento a él?
–Yo era de las que decía: “Equipo que gana no se toca”. Y tenía miedo de casarme, porque vi muchas parejas que tras mucho tiempo juntos se casaron, y enseguida se pudrió todo. Además, soy muy cabulera, pero muy muy. Entonces pensaba: “No, mejor no, a ver si nos casamos y sonamos”. Pero después de la pandemia, de superar todo eso, nos dieron ganas. Un poco era la excusa de festejar, fue justo cuando se flexibilizaron un poco las medidas sanitarias, y otro poco sentimos que era el momento. Fue raro, porque yo saqué el tema del casamiento, es verdad, pero él se prendió enseguida y, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos organizando la fiesta. Fue divino, porque la verdad es que te cambia. Parece una pavada, pero casarte te cambia.
–¿Sos celosa?
–Sí, soy celosa. Él también, los dos somos celosos. Yo soy más demostrativa, mi marido me la caretea más. Pero ninguno de los dos damos motivos de celos. Ojo, yo soy celosa en general, de todos mis afectos.
–¿Perdonarían una infidelidad? ¿Lo tienen hablado?
–La verdad que no, que nunca lo hablamos, pero no sé. Es una situación muy difícil. No digo que no, pero prefiero que no suceda. No quisiera encontrarme en ese brete.
–Te costó bastante tener a tu hija. ¿Ser mamá era un deseo muy fuerte?
–Sí. Vengo de una familia numerosa, somos seis hermanos. Subíamos al auto y mi papá decía: “Enumerarse”, para ver si estábamos todos. [Risas]. Y nuestra madre, si bien siempre tuvo su profesión, fue maestra, medio que se postergó para criarnos. Después, a los 50, empezó a estudiar en la facultad y se recibió de psicóloga. Entonces, yo quería desarrollar mi profesión, tenía eso en la cabeza, pero llegó un momento en el que empecé a pensar: “¿Por qué si me desarrollo profesionalmente no puedo tener una familia?”. Había que unir las dos cosas. Y ya estando con mi marido, empezamos a buscar un hijo, pero no fue tan fácil. Cuando me di cuenta, mis óvulos estaban perezosos. Por eso hubo una ayuda médica. Igual, la buscamos bastante, cuatro o cinco años.
–¿Te hubiera gustado tener otro hijo?
–Cuando quise tener otro, mi médico, el doctor Sergio Pascualini, me explicó que ya podía ser peligroso, por mi edad y por todo lo que había que hacer para volver a quedar embarazada, así que desistí. Fue duro, porque tenía muchas ganas. Tiempo después Lucía me dijo: “Mamá, yo no me hubiese bancado tener un hermano”. Pero a mí me hubiese gustado.
–¿En qué la ves parecida a vos y en qué al papá?
–Tiene cosas de los dos, como el sentido del humor. Pero en algunas cosas es más obse, como mi marido, que es muy meticuloso, y en otras es más colgada, como yo, que soy más relajada. Es una mezcla de ambos: reconozco en ella perfectamente las partes que más se parecen a mí y las que más se parecen al papá.
–¿En qué creés?
–Creo en Dios, aunque no soy practicante. Y creo absolutamente en el poder de la energía, de la buena onda… en el poder que tiene uno para hacer las cosas, para atraer que las cosas buenas te pasen, para transitar por la vida e ir para adelante. Creo en el poder de uno, en la fuerza de voluntad y de la energía de uno mismo. Y en que lo que transmitís te vuelve. Creo que hay que tratar de estar sano, de cuidarse, de cuidar su cuerpo y su mente.
–¿Cómo definirías tu presente?
–Siento que estoy en un momento en el que no tengo que demostrarle nada a nadie. Ya demostré que era buena actriz, buena persona, buena madre. Este es un buen momento para saber dónde quiero estar y dónde no… Y donde no quiero estar no estoy. También siento que es un momento de autenticidad, de ser fiel a mí misma. Un momento en el que me escucho, me cuido, me respeto, me quiero, y me doy bola. Me gusta mucho este momento.
Peinado: David Duquesne (@davidduquesneok). Maquillaje: Mauricio Camillo (@mauriciocamilomaquillador). Agradecimientos: Hotel NH Collection Buenos Aires Crillón (@nhcollection.ame), Sonia Lifchitz (@sonialifcha), Garófalo (@garofalo.ar), Luna Garzón (@lunagarzonaccesorios).
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