Junto a sus tres hijos, Timoteo, Polonio y Astro, el empresario y la modelo hablan de su experiencia en la Riviera Maya y de su soñado refugio de fin de semana
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Los pies en la arena, el atardecer frente al mar y ese sonido distante del viento chocando con las palmeras que abrazan su casa perdida en medio de la selva. “La naturaleza está presente todo el tiempo y ella es la que impone; nosotros nos adaptamos”, cuenta, reflexivo, Francisco “Panchi” Grimaldi (40), para compartir la intimidad de su nueva vida en México junto a su mujer, la modelo y empresaria en negocios digitales Florencia Salvioni (37), y sus tres hijos, Timoteo (8), Polonio (6) y Astro (3). Ya hace más de tres años que Panchi y Flor se animaron a llevar sus sueños y proyectos a la Riviera Maya. Si bien armaron su base en Playa del Carmen, redoblaron la apuesta y decidieron concretar su proyecto más ambicioso: construir y darle vida a “Villa Flor”, su paradisíaco refugio de fin de semana en Francisco Uh-May, Tulum.
–¿Qué es lo mejor de su vida en México?
Panchi: Este es un lugar que inevitablemente te permite tener más tiempo de calidad, no sólo con uno mismo, sino también con la familia y los amigos. Es increíble cómo la ansiedad baja y te conectás con el entorno. Riviera Maya es un lugar muy energético, muy poderoso, no por nada fue cuna de una de las civilizaciones más increíbles que habitaron la Tierra. Hoy, después de todo lo que hemos vivido, llegamos a la conclusión de que al final del día hay que animarse al cambio. Creo que ser valiente siempre vale la pena.
–¿Qué aprendieron de esta nueva experiencia?
Florencia: Aprendimos que todo empieza por uno, por saber escucharse, darse un tiempo, tener paciencia. Aprendimos que el camino es lo importante y que hay que disfrutar cada instante. Que podés permitirte extrañar y al mismo tiempo soñar la vida que querés tener… y darte cuenta de que también eso se puede hacer realidad.
Panchi: También aprendimos a ser agradecidos con los que nos ayudaron e hicieron que todo esto fuera posible. La familia y los amigos son piezas muy importantes cuando encarás una aventura así.
–¿Cómo lo están viviendo sus hijos?
Florencia: Para los chicos esta etapa es una aventura constante. Vivimos al lado del mar Caribe y en el medio de la selva maya, porque por ahora dividimos nuestro tiempo entre Playa del Carmen y esta casa de fin de semana en la selva de Tulum, en la localidad de Francisco Uh-May, que tiene una gran comunidad. Aquí tenemos amigos con hijos y compartimos mucho: comidas, sobremesas, juegos, viajes. Todos los chicos van de una casa a la otra y crecen con sentido de comunidad. Eso para nosotros es una de las cosas más lindas que nos brinda la vida en este lugar. Por otro lado, en la selva están siempre atentos a los animales y saben que tienen que ser responsables y convivir con el entorno. Eso los hace más creativos, les potencia su curiosidad.
–¿Cuál es el espíritu que quisieron transmitir cuando pensaron en “Villa Flor”?
Panchi: Creo que el lujo de hoy en día pasa por poder disfrutar del lugar, por el buen gusto en los detalles de diseño y construcción, por construir un hogar y no una casa. Villa Flor para nosotros es eso, un hogar. Un poco el concepto que quisimos plasmar es el del lujo silencioso.
–¿Cuál es para ustedes el corazón de la casa?
Florencia: Sin dudas, el cenote [una pileta natural formada por las mismas piedras del lugar] tiene una gran fuerza. De hecho, la casa mira al cenote. Todo lo que está a su alrededor, el agua, las piedras y plantas, arma como un ecosistema muy lindo de ver. Eso la hace especial y única, y donde compartimos muchos momentos.
–¿Qué materiales utilizaron en la construcción?
Panchi: Usamos madera, piedra, chukum [una resina natural que es parecida al cemento alisado] y hierro. La casa fue hecha por constructores mayas del pueblo que trabajan de una manera artesanal estos materiales que son de la zona.
–En cuanto a la decoración ¿qué estilo quisieron imprimirles a los ambientes?
Florencia: Tanto a Panchi como a mí nos gusta mucho combinar colores, tradición y modernidad, por eso la casa tiene la esencia de la península de Yucatán, pero detalles de todos lados: la piedra, la vegetación, el chukum… Trajimos macetas de Valladolid, los muebles fueron hechos a medida por carpinteros de la zona y otros objetos los compramos en anticuarios en Mérida. Todo eso lo combinamos con nuestras raíces argentinas. Hay un montón de cosas que nos acompañaron en todas las casas que habitamos y siempre vienen con nosotros. El estilo de la decoración refleja lo que nos gusta a cada uno. Panchi, por ejemplo, dejó su huella en todo lo que tiene que ver con la construcción y los materiales y yo me volqué más en los detalles y los colores.
–Entiendo que también tienen pensado alquilarla durante la semana…
Panchi: La verdad es que son varias las razones por las que compramos el terreno y construimos la casa. No sólo queríamos hacer con Flor una buena inversión, también queríamos vivir una experiencia de pareja, compartir un proyecto juntos y como familia. Hoy “Villa Flor” es nuestra casa que usamos los fines de semana, pero que también la rentamos en Airbnb; incluso en algún momento, también nos gustaría venderla. Nuestra idea es seguir construyendo, pero en el mientras tanto, la disfrutamos todo lo que podemos.
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