Posa en exclusiva con Nikolay, Elizaveta y Santos, sus tres grandes consentidos, y dice: “desde que soy abuelo más siento más pleno y feliz”
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Fue el papá más famoso de la televisión y ahora es el abuelo más feliz del mundo, aunque ese amor que le cambió la mirada sobre la vida no se emite en el prime time y suele estar reservado para la intimidad familiar. Siempre discreto con su vida personal, Arturo Puig (78) dejó de lado su habitual bajo perfil para compartir su alegría y presentar a sus nietos: Nikolay (12), Elizaveta (10) –en casa les dicen Niko y Liza– y Santos (1), los dos mayores, hijos de su hija Ximena y su marido Fernando, y el más chico, hijo de su hijo Juan y su mujer, Florencia. “Ser abuelo me colmó de felicidad”, dirá él en la entrevista. Y alcanza con verle la sonrisa posando con Liza, detectar el brillo en sus ojos cuando besa a Santos o percibir la mirada que intercambia con Niko cuando pasa a su lado montando a caballo para entender de qué habla. Se emociona cuando relata el primer encuentro con los dos mayores –su hija y su yerno los adoptaron en Rusia, tras mucho tiempo de trámites, viajes, entrevistas en un juzgado y papeleo en un ministerio–, y se vuelve a emocionar cuando llega Santos y, a pura sonrisa, reconoce a sus primos y quiere jugar. Abuelo malcriador, presente y muy dedicado, se dispone a conversar con ¡HOLA! Argentina a corazón abierto, sin dejar de estar pendiente de los chicos, que se pierden corriendo o gateando y, de lejos, le dedican sus mejores sonrisas.
–¿Sos más feliz desde que tenés nietos?
–Sí, por supuesto. Yo he tenido muchas satisfacciones en mi carrera, he tenido premios, rating altísimo, he hecho obras importantes en teatro, pero nada de eso se compara con el hecho de ser abuelo. Es una sensación maravillosa, que voy descubriendo día a día.
–¿Los extrañás cuando no los ves?
–Los extraño permanentemente. A veces estoy en casa y de repente agarro el teléfono para ponerme a mirar las fotos de los chicos que ya vi cuatrocientas veces... Es un momento de mi vida muy maravilloso y vivirlo me genera una sensación que no había experimentado nunca, aun habiendo tenido miles de satisfacciones con mis hijos.
–¿Algo en tu fuero más personal cambió a partir de haber sido abuelo?
–Creo que sí. Que hay como un nuevo sentimiento, una nueva plenitud. Uno descubre una nueva dimensión del amor y es lógico que eso te modifique. Lo único que a veces lamento cuando me pongo a pensar es que no voy a estar para verlos crecer y convertirse en personas adultas. Eso me entristece un poco. Me encantaría ver cómo se van desarrollando y cumpliendo sus sueños. Aunque algo de eso ya lo vivo con Niko y Liza, que crecieron mucho, y en su medida también con Santos, que está empezando a pararse.
–¿Cambió tu mirada sobre la vida?
–Antes les daba importancia a cosas del trabajo que por ahí no salían o salían mal, a problemas o decepciones, y ahora esas cosas ya no me importan, pasaron a otro plano.
–¿Sos un abuelo consentidor o les ponés límites?
–Soy compinche y muy compañero de los chicos. Intento darles los gustos, los llevo a pasear, armamos planes, hago todo lo que puedo para que pasemos tiempo juntos.
–¿Sos muy distinto a lo que fuiste como papá?
–¡Sí! Soy mucho más permisivo. Cuando uno es padre tiene que poner límites y tomar decisiones. Ahora, en cambio, estoy para consentir a mis nietos.
–¿Los más grandes son conscientes de que tienen un abuelo famoso? ¿Cómo lo viven?
–Sí, absolutamente conscientes. Y creo que lo viven bien, de manera natural.
–¿En algún momento los llevaste con vos al teatro?
–Una vez, yo estaba haciendo El vestidor, con Jorge Marrale, y era mi cumpleaños. Y cuando terminó la función ellos subieron al escenario con una torta con velitas. Fue una gran emoción y una sorpresa para mí y para el público, que no paraba de aplaudir.
Liza: Te pusiste a llorar.
Arturo: Es que me emocioné mucho. También los llevé a ver Sugar y Hello, Dolly! Cuando fueron a ver Hello, Dolly!, Liza se quedó con las bailarinas, que la maquillaron y le pusieron un sombrero. Liza: Una vez le mostré a mi maestra y a la directora una revista en la que salimos mi hermano y yo, y la directora me dijo que ella eran fan de mi abuelo y de la abuela, que veía todas sus telenovelas.
–¿De qué hablan en esos paseos?
–Siempre les pregunto cómo andan en el colegio, como les va con los amigos, con los deportes… Niko es muy deportista y a Liza le gusta el arte. Y después está Santos, que todavía es un bebé y requiere otros cuidados. El otro día fue su bautismo y Liza fue la madrina.
Liza: Sí, justo el día de mi comunión me eligieron madrina, fue muy lindo.
Arturo: Niko juega mucho con él, lo hace reír y lo cuida, porque ahora empezó a gatear y hay que andarle atrás.
Niko: Cuando yo lo persigo jugando se ríe, me reconoce.
–¿Ellos son de tomar la iniciativa y contarte lo que les pasa?
–En algunos momentos sí.
Liza: Yo le cuento más a la abuela, porque entre mujeres nos entendemos.
Arturo: Y él me cuenta más a mí. Son muy buenos los dos, muy compañeros. Se quieren mucho y se cuidan.
–¿Se quedan a dormir con Selva [Alemán] y con vos?
–Sí, a veces sí.
Liza: Yo me quedo más, todos los viernes me quedo.
Arturo: Lo que pasa es que Niko estuvo yendo los sábados a rugby con el padre y se levantaban temprano, entonces tenía que dormir en su casa. Pero se quedó un montón de veces. Ahora vamos a ir a jugar al fútbol, lo voy a llevar a River, que nos queda cerca y tiene una linda escuelita de fútbol. Aunque él es de Independiente, como el papá.
Liza: Yo soy de River. Una vez fui al club, entré al estadio y me enamoré de la cancha. Por eso soy de River.
–¿Santos también se queda con ustedes?
–Sí, se ha quedado en algún momento, cuando era más chico. Los padres tenían un casamiento y nos lo dejaron a Selva y a mí.
–¿Recordás cómo fue el primer encuentro con Niko y con Liza?
–Imposible olvidarlo, fue un momento de mucha emoción, de llorar sin parar cuando se abrió la puerta y aparecieron ellos dos, que eran chiquitos y miraban para todos lados.
Liza: Tengo una foto de ese momento: mi abuelo me regaló una muñeca.
Arturo: Estaba toda la familia esperándolos con mucho amor y mucha ansiedad.
Liza: Yo no entendía muy bien español, pero los abracé a todos. Fue lindo y me encantó la muñeca que me regaló el abuelo.
Arturo: Fue bárbaro en un aspecto porque cuando llegaron, también estaba esperándolos un matrimonio conocido que ya tenía varios chicos adoptados y resulta que uno de ellos, Kiril, dormía al lado de Niko. Así que él ya tenía un amigo.
–¿Se adaptaron rápido?
–Rapidísimo, fue increíble. Tardaron dos semanas en aprender español. Aquella vez que vinieron a traerme la torta al teatro, para que yo no los viera los escondieron en el camarín de Marrale, y después de que pasó el momento de las velitas y la emoción se me acercó Jorge y me dijo: “Te engañaron, estos chicos no son rusos, nacieron acá, en Barracas”. [Risas]. Por supuesto que el colegio también ayudó mucho a esa adaptación y, sobre todo, hay un trabajo increíble de los padres. El amor es un gran motor, con amor todo se puede.
–¿Qué pensaste cuando tu hija te contó que con su marido habían tomado la decisión de adoptar?
–Me pareció fabuloso, un acto de amor extraordinario. Ellos ya se habían resignado a no tener chicos, después de haber hecho muchos intentos, y de pronto surgió esta posibilidad por medio de otro matrimonio y de una terapeuta, y ahí empezó todo el proceso, que fue muy largo. Porque primero llenaron carpetas y carpetas, cumpliendo con muchísimos requisitos, una cantidad enorme de papeles. Hicieron tres viajes a Rusia, en los que fueron conociendo a los chicos, hasta que finalmente pudieron adoptarlos y formaron una familia realmente feliz. Y nos hicieron felices también a nosotros.
Producción: Ximena Puig Maquillaje y peinado: Anabel Álvaez (@anabel_makeup_hair) Agradecimientos: Hípico San Isidro (hipicosanisidro.ar), Giesso, Cheeky y Como quieres que te quiera
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