Ha sido siempre la segunda porque nació un año después que el heredero al trono y actual monarca británico. Las encuestas, sin embargo, la ubican en el primer puesto, por debajo de su madre, Isabel II
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Debería ser él. Por la multitud que lo esperó en las calles por días, por la pompa de los desfiles que emocionó al país, por el cielo teñido con los colores de la Union Flag, por el entusiasmo que siempre traen los comienzos de una nueva era. Debería ser él, pero no. A un mes de su coronación, no es Carlos III (74) el miembro de la familia real con mayor popularidad en el Reino Unido. Podría ser su mujer, la reina Camilla. O su primogénito, William (40) quien, junto con Kate (41) y sus tres magnéticos hijos, condensa el futuro de la monarquía. Pero, según una encuesta realizada por YouGov, el royal que los británicos eligen es la princesa real Ana. De 72 años, la hermana del actual monarca posee un 66 por ciento de popularidad y un 93 por ciento de fama positiva, lo que la ubica en el segundo puesto, inmediatamente debajo de su madre, Isabel II, quien, a pesar de su muerte, en 2022, encabeza desde hace décadas el ranking con un 80 por ciento de popularidad y un 97 por ciento de reconocimiento entre todos los grupos de la población. “La princesa Ana sigue el ejemplo de su madre, la Reina; desempeña su papel público sin quejarse, mientras protege cuidadosamente su vida personal”, consignó el The Daily Mail. Su ética hacia el trabajo, su dedicación al deber, su rol como madre en el cuidado de su propia familia y su actitud de “keep calm and carry on” son méritos que los británicos valoran en la única hija mujer que tuvo la Reina.
ANA, LA SEGUNDA
A simple vista, no se la ve. La princesa real Ana pareciera ocupar un lugar poco destacado en los grandes eventos de la monarquía británica, como si no deseara llamar la atención. Por ejemplo, en la foto del balcón del Palacio de Buckingham, del histórico 6 de mayo pasado, cuando Carlos y Camilla, con sus coronas y sus mantos reales, saludan por primera vez al pueblo, Ana está ahí, aunque casi camuflada debajo del sombrero verde con la pluma roja del uniforme de los Blues and Royals de la Guardia Real de Caballería. Se ubicó en un segundo plano, detrás de Kate y de su cuñada Sofía, la mujer de su hermano Eduardo, el duque de Edimburgo. Al igual que su padre, Felipe, el anterior duque de Edimburgo, Anne Elizabeth Alice Louise Mountbatten-Windsor –ese es su nombre completo– fue entrenada para llevar ese rol secundario. Su destino –dicen– estaba escrito desde que nació en Clarence House el 15 de agosto de 1950, justo un año después que su hermano Carlos, quien, como primogénito, sería el primero en la línea de sucesión. No hay registros que indiquen que Ana haya tenido, en estas últimas cinco décadas, alguna manifestación de rebeldía hacia la Corona, como sí los ha tenido su sobrino Harry, otro hijo que nació segundo y que llegó a la adultez en constante turbulencia.
De bajísimo perfil, Ana encarna como pocos el carácter estoico, sereno y resiliente que se engloba bajo el concepto de “flema británica”. La vida privada de esta mujer –quien, desde que cumplió 18 años, comenzó a representar a su madre en los compromisos oficiales– la pinta de pies a cabeza. Si bien tiene una residencia en el palacio de St James cuando visita Londres, vive desde 1976 en Gatcombe Park, en los Cotswolds de Gloucestershire. Durante la pandemia, cuando Ana compartió en las redes sociales de la Casa Real imágenes de la vida doméstica que lleva en este predio de 280 hectáreas (con una casa del siglo XVIII y una granja orgánica), sus fans enloquecieron: verla en un sofá de estampado floral, mirando partidos de rugby por televisión con el vicealmirante Tim Laurence –su segundo marido–, en un living “acogedoramente desordenado”, atiborrado de adornos, lleno de fotos y varias de las cuchas para sus perros Bull Terriers, conmovió a todos. “La Reina debería estar orgullosa”, escribió un fervoroso seguidor. Ana es cercana; tiene los pies sobre la tierra y, además, aglutina a su familia. Fue, de hecho, quien más acompañó a sus padres hasta sus últimos días.
Frente a las grietas en la familia del Rey, en la suya sucede todo lo contrario. Es muy unida a Peter (44) y a Zara (41), los dos hijos que tuvo con el capitán Mark Phillips (se separaron en 1989 y se divorciaron en 1992). Ellos viven también en Gloucestershire, lo que facilita tener cerca a sus cinco nietos: Mia, Lena y Lucas –hijos de Zara y de Mike Tindall– y Savanah e Isla –hijos de Peter con su ex mujer, Autumn–. Tiene excelente vínculo no sólo con su ex nuera, sino con su propio ex marido, Mark, a quien tuvo de vecino en Aston Farm tras su separación y con quien todavía comparte actividades vinculadas a la equitación. Y quien dude de su espíritu conciliador –otra clara herencia de su madre, al igual que su sonrisa pícara– puede chequear en slow motion el simbólico desfile del pasillo de la abadía de Westminster el día de la coronación: además de Beatriz y Eugenia, hijas del príncipe Andrés y de Sarah Ferguson, la única que intercambió palabras cariñosas y sonrisas sinceras con Harry, duque de Sussex y relegado a la tercera fila en el gran día de Carlos, fue ella.
LA PROTAGONISTA
Sobre el caballo, Ana se abre paso por las calles de Londres. Lleva el uniforme o de caballería que, en Escocia, representa el más alto honor (es la segunda en importancia después de la Orden de la Jarretera). Detrás de ella y atentos a sus movimientos, la siguen 6000 miembros de las fuerzas armadas, que avanzan desde la abadía de Westminster al Palacio de Buckingham. Un mes atrás, para la coronación de su hermano, la princesa ejerció de Gold Stick-in-Waiting, un papel protagónico que no es para cualquiera: según la tradición medieval, el elegido para ese rol tiene la misión de proteger al monarca de los peligros. Algo así como un guardaespaldas de lujo. “Cuando me preguntaron si me gustaría tener ese papel, dije que sí. Resolvía mi problema de vestimenta”, contó ella con su filoso sentido del humor en una entrevista que dio a CBC News, en la que sorprendió criticando el modelo de monarquía reducida que propone su hermano. En la coronación, la princesa no sólo fue la única royal en ocupar ese lugar de honor, sino que fue la única mujer en hacerlo. Por su rol en las celebraciones del Trooping the Colour, en la vigilia de los príncipes o el cortejo fúnebre de Isabel II, en septiembre de 2022, vestida con uniforme militar, muchos la consideran un ejemplo de empoderamiento femenino. Sucede que Ana, la eterna segunda, es, desde hace décadas, la primera y única en una larga lista de hitos. En su juventud, fue considerada la más fashion entre sus pares reales (a pesar de la llegada de las nuevas generaciones, sus outfits siguen siendo de los más ponderados) y la más deportista: en 1976, en Montreal y con su caballo Goodwill se convirtió en el primer miembro de la familia real en competir en los Juegos Olímpicos.
Ana fue la primera en hacer una visita oficial a la Unión Soviética y la única que viajaba en subterráneo. Fue quien le dio los primeros nietos a Isabel II y la primera que decidió que sus hijos, Zara y Peter, no tuvieran títulos nobiliarios para, así, sacarles un peso de encima.
Es, inmediatamente después de Carlos, la más trabajadora: a diferencia de sus hermanos menores, Andrés y Eduardo, que no tienen ni el volumen de trabajo ni el reconocimiento que ella tiene, Ana representa cerca de 300 entidades benéficas y militares y, en representación de la Casa Real, es quien sigue asistiendo a actos oficiales dentro y fuera de Gran Bretaña. “Es como el Agente 007, siempre al servicio de Su Majestad”, han dicho sobre esta mujer serena, lúcida, comprometida y, por sobre todo, leal. En tiempos de monarquías reducidas y climas políticos inestables, nadie mejor que ella para sostener al nuevo monarca. Porque, aunque nunca haya tenido una corona imperial sobre su cabeza, aseguran que sería digna de portarla.
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