Luego de la caída fatal de Ivana Trump, recordamos a otros personajes poderosos que tuvieron finales trágicos
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Poseían fortuna y poder, y pertenecían a la realeza o a familias que habían construido sus propios imperios en los negocios. Si hay algo en común es que parecían tenerlo todo y, también, que perdieron todo en un instante. Fueron víctimas de muertes trágicas tanto en choques en la ruta, vuelcos de lanchas a gran velocidad y catástrofes aéreas, como en fatales caídas domésticas. Las muertes accidentales de los royals y los multimillonarios impresionan y generan conmoción porque nos recuerdan que nadie es tan poderoso como para escapar de su destino.
El de Ivana Trump es el caso más reciente. La empresaria y ex modelo de origen checo, primera mujer del ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, rodó por las escaleras de su casa de Nueva York el 14 de julio pasado. Cuando la encontraron, estaba muerta sobre los escalones. La autopsia reveló que su deceso, a los 73 años, se debió a un “traumatismo por impacto contundente”.
PRÍNCIPES Y PRINCESAS
Pronto se cumplirán 40 años de la muerte de Grace de Mónaco. En su juventud, había sido una estrella de Hollywood y en su madurez seguía siendo una de las mujeres más bellas del mundo. Su boda con Raniero fue soñada y la convirtió en princesa y en madre de tres de los royals más sofisticados y famosos de Europa, Alberto, Carolina y Estefanía. El 13 de septiembre de 1982, Grace, acompañada por Estefanía, conducía su Rover P6 B 3500 S por el camino que va de Roc Agel a Mónaco cuando en una curva salió de la carretera y cayó por una pendiente. Fue rescatada con vida, aunque inconsciente, y murió un día después, a los 52. La versión oficial fue que ella conducía el Rover, aunque siempre se especuló con que era su hija menor, de 17 años, quien iba al volante.
Quince años después, el mundo lloró la muerte trágica de otra princesa en un accidente de tránsito, aunque en circunstancias diferentes. Diana de Gales murió a los 36 años cuando el auto en el que viajaba junto a su novio Dodi Al Fayed chocó contra una columna de hormigón, en París, el 31 de agosto de 1997. La ex mujer del príncipe Carlos era perseguida por fotógrafos en moto que buscaban retratarla cuando su chofer perdió el control del Mercedes Benz 600 y se estrelló dentro del túnel del Puente del Alma, a orillas del Sena. Aunque los cuerpos de Diana y de Al Fayed quedaron destrozados dentro de la cabina del vehículo, Diana aún estaba con vida cuando los bomberos la rescataron. Murió dos horas más tarde en el Hospital de La Pitié Salpétriére. Su funeral en Londres será siempre recordado como una de las despedidas más tristes y multitudinarias que el pueblo británico le haya dado a un miembro de la familia real.
El príncipe Johan Friso, de los Países Bajos, sobrevivió mucho más tiempo al accidente que finalmente le costó la vida. El segundo de los tres hijos de la entonces reina Beatriz era un esquiador experimentado que amaba los desafíos fuera de pista. Tenía 43 años cuando el 17 de febrero de 2012, una avalancha lo sepultó bajo la nieve en Lech, en Austria. El príncipe fue rescatado 25 minutos más tarde, pero se comprobó que la falta de oxígeno había dañado gravemente su cerebro. Estuvo un año y medio inconsciente y nunca volvió a despertar. Murió en agosto de 2013, en La Haya, apenas cuatro meses después de que su madre, agotada por la pena, abdicara al trono en favor de su hijo Guillermo y de la mujer de éste, Máxima.
Stéfano Casiraghi no fue un príncipe, pero sí el marido de una princesa, Carolina de Mónaco. Nueve años después de la tragedia de Grace, los Grimaldi vistieron nuevamente de luto cuando la lancha off shore de Stéfano (30) volcó cerca de la costa de Montecarlo, el 3 de octubre de 1990. El golpe del cuerpo del empresario y deportista italiano contra el agua fue tan violento que él no sobrevivió. La princesa Carolina guardó luto durante seis años en memoria de su gran amor.
ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA
Estados Unidos tiene en los Kennedy a su propia “familia real”, sin corona ni títulos de nobleza, pero con poder, millones de dólares y una historia atrapante. En esa dinastía, el príncipe fue, sin dudas, John Kennedy jr, el hijo menor del ex presidente John Fitzgerald Kennedy y Jacqueline Bouvier. Tenía 38 cuando el avión “Piper Saratoga” que piloteaba el 16 de julio de 1999, y en el que también viajaban su mujer Carolyn Bessette, y su cuñada, Lauren Bessette, se precipitó al mar, en un vuelo nocturno entre Nueva Jersey y Martha’s Vineyard, Massachussetts. Cinco días más tarde, los buzos de la Guardia Costera encontraron los cuerpos sin vida de los tres. Los de las hermanas Bessette estaban junto a los restos del fuselaje y el de John John, en el asiento del piloto.
Mucho más al sur, la vida de otro heredero tuvo un final similar. El 28 de abril de 2001, Agostino Rocca, presidente del grupo Techint (cuyo valor actual es de 3900 millones de dólares), murió cuando el Cessna en el que volaba hacia Santa Cruz cayó a tierra cerca de la localidad de Roque Pérez. El accidente, se informó entonces, se debió a una falla del motor.
A Douglas Tompkins no le asustaban los grandes desafíos. Como empresario, había creado dos exitosas marcas de ropa, The North Face y Esprit, y como apasionado del deporte y la naturaleza, escalaba, esquiaba, volaba sus propios aviones y amaba navegar en kayak por los rápidos patagónicos. En una de esas aventuras lo encontró la muerte. Tompkins, que tenía 72 años, el 8 de diciembre de 2015 navegaba por el lago General Carrera, en Chile, en una travesía de cinco días, cuando se desató un fuerte viento que tumbó su kayak y lo alejó de su alcance. El empresario nacido en Ohio, Estados Unidos, resistió cuanto pudo en el agua helada, pero no le ganó a la hipotermia.
La saga de los hombres y mujeres poderosos que murieron de forma trágica tiene un capítulo reciente en Argentina con el accidente de helicóptero del banquero Jorge Brito (68), el 20 de noviembre de 2020. El monomotor que piloteaba el presidente del banco Macro enredó sus palas en los cables de acero de una tirolesa, cerca del dique Cabra Corral, en Salta, y cayó a las aguas del río Juramento. “Te fuiste en tu ley, a tu ritmo y feliz porque estabas en el lugar que amabas, haciendo lo que te apasionaba, volar como el abuelo Napoleón”, dijo su hija Milagros en la despedida a su padre, segura de que él, un hombre intrépido, había disfrutado de la vida hasta el último instante.
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