En una charla sincera, habla de maternidad, el paso del tiempo y su segundo round en el amor junto a José Luis Rodríguez Pagano, con quien ya lleva ocho años de matrimonio
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Son las tres de la tarde de un viernes, su día libre, y la producción con ¡HOLA! Argentina acaba de empezar. Débora Plager (51) está vestida con un traje blanco y tacazos, y pisa fuerte en el living de su casa, un dúplex muy canchero en Buenos Aires. Hace algunos años ya que la periodista (que estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires) es una figura popular de los medios, en los que construyó un perfil serio y riguroso por el que ganó seis premios Martín Fierro.
Quizás por ello, todos nos sorprendimos cuando, hace unos meses, vimos a Débora contoneándose al ritmo de un reggaetón, en la muy expuesta pista de ShowMatch. “Tomé un riesgo, porque podía pasar que perdiera algo de mi credibilidad, pero no sucedió”, dice, con la sesión de fotos concluida. Su marido, José Luis Rodríguez Pagano (56) –gerente de Prensa de Banco Macro–, acaba de terminar un Zoom de trabajo y le avisa que va a salir a hacer las compras. En la intimidad, la periodista, que es madre de los mellizos Maximiliano y Tomás Burlet (20), y su marido (tiene dos hijas, de 20 y 17), son “Debbie” y “Jose” (con acento en la o).
–¿Qué te llevó a exponerte de esa manera?
–Quería demostrarme a mí misma que se pueden hacer las dos cosas, que se puede entrevistar a un candidato a presidente y, al día siguiente, bailar en vivo. En el último tiempo, me empezó a resultar un poco pesado ese personaje que construí y me permití jugar. Sí, soy seria y estructurada, pero también puedo divertirme y hacer cosas un poco más locas. Fue un recreo y lo pasé muy bien. Conocí gente hermosa, distinta.
–Arrancaste a principios de los 90, en Utilísima, un tipo de televisión que poco tiene que ver con la Débora de hoy.
–Estaba estudiando y quería meterme en los medios como fuera. Tenía un contacto familiar, un amigo, y ahí fui. Aprendí mucho de televisión, que en ese entonces era un mundo nuevo para mí. Tenía poco que ver con lo que quería hacer a futuro en cuanto al contenido, pero aprendí la forma.
UN AMOR MADURO
–Con José Luis están casados desde 2013, se conocieron en los pasillos de Radio Diez, donde ambos trabajaban. ¿En qué momento de tu vida te encontró esa historia de amor?
–Yo estaba cerca de los 40 y me resultó más fácil. Cuando nos conocimos, yo ya sabía qué me gustaba, qué quería y hacia dónde iba mi vida. El encuentro se dio desde un lugar de mayor madurez.
–Es simpático y se mostró muy divertido de verte posar para la cámara. ¿Cómo son como pareja?
–Somos cómplices y nos divertimos mucho juntos. José tiene un gran sentido del humor, mucho más que yo. Me hace reír, me suelta, y eso no tiene precio. Además, compartimos la misma visión de la vida. Los dos tenemos mucho roce con la realidad política y siempre hay tema de conversación. Nuestros hijos tienen edades similares, así que ahí también estamos en la misma sintonía.
–¿Influye en tus decisiones laborales?
–Sí, porque valoro su punto de vista. Su opinión es calificada y está atravesada por el amor. Lo escucho y, salvo alguna rara excepción, solemos coincidir.
–¿Cuándo disienten?
–El vivo es difícil. Alguna vez estuve al aire en una discusión acalorada y él me escribió, diciendo: “Ya está”. Le sale protegerme desde el amor y yo, como la mujer empoderada e independiente que soy, a veces tengo una actitud más: “Dejá, yo me cuido sola y voy a terminar esta discusión cuando yo lo considere”.
–¿Cómo fue ensamblar las familias?
–Trabajamos mucho en ese tema cuando nuestros hijos eran chicos, pero es un trabajo arduo. Nos ayudó que los cuatro se consideren hermanos y amigos. En la época de la escuela, era “mi hermano, mi hermana” y ahora que son grandes siguen superunidos.
–¿Qué le sumas vos a José?
–Soy un par para él. Pienso que para un hombre debe ser interesante tener a su lado una mina que lo atrae sexualmente y, al mismo tiempo, alguien con quien compartir una buena charla, una salida.
–Él es fanático de las motos.
–Alguna que otra vez lo acompañé, pero para disfrutar de la moto de verdad tengo que aprender a manejar. El que va atrás no tiene la visión panorámica, ni el viento en la cara. Estás bastante limitado, no tenés el control.
–Y en la pareja, ¿hay alguno de los dos que tenga el control?
–Él. Para mí es muy fácil: yo no resigno ni resigné ni un solo centímetro de mi profesión por la pareja o por la familia. Él lo respeta, me deja ser en lo que es más importante para mí, pero para que las cosas funcionen en algo tenés que ceder. Para mí es liberador que las riendas las tenga él.
–¿Sos periodista antes que madre?
–No, pero a mí la maternidad no me define como persona ni como mujer. Eso no quiere decir que mis hijos sean menos importantes que mi trabajo, pero cuando escribo en mi perfil quién soy, ni loca pongo “madre”. A mí lo que me define es mi oficio, mi trabajo de periodista, y también influye en cómo soy como madre.
–¿Y qué tipo de madre sos?
–Un poco obsesiva, bastante controladora. Estoy muy pendiente de lo que hacen y de lo que no. Opino.
–Debés haber vivido varias situaciones en las que el trabajo entró en conflicto con tu maternidad.
–Nunca, jamás. Y fue gracias a mis hijos, que nunca me reprocharon haber faltado a un acto escolar. “Mamá, no te preocupes”, “Mamá, no pasa nada”, “Mamá, vení cuando puedas”. Ellos veían que yo corría y me lo hicieron muy fácil desde chiquititos.
UN LOOK ÀLLA ALMODOVAR
Coqueta, coquetísima, es difícil imaginar a Débora sin maquillaje ni su pelo perfecto y sin sus habituales power suits, esos trajes de blazer y pantalón que suele vestir para la televisión y que ya casi son su marca registrada. “Me llama la atención la cantidad de mujeres que me siguen. No es algo que busqué, pero se identifican conmigo. Cuando arranqué, renegaba de la imagen, quería llegar por mis capacidades. Ahora, estoy cómoda con mi look ‘almodovariano’”, explica.
–Demostraste que se puede ser inteligente y coqueta. ¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
–No me complica, pero tampoco creo que deba ser un tema. A los varones no les titulan: “Fulanito cumplió tantos años y está divino”. Cada vez que pongo una foto en bikini, de mis vacaciones, hacen una nota y ponen: “El destape hot de Debora Plager a los 46″, “a los 47″ y así. ¡Me destaparon mil veces! [Se ríe].
–¿Qué te devuelve el espejo?
–A los 40 y pico, mi vínculo con el espejo fue más conflictivo. Supongo que fue porque es el primer registro fuerte que uno tiene del paso del tiempo. Obviamente, trabajo para mantenerme bien: hago mucha más actividad física que antes [entrena cuatro veces por semana, a la mañana]. Siempre fui flaca, así que no necesité dietas, pero ahora sí sigo un plan de alimentación para no perder masa muscular.
–¿Qué opinás de los fillers y el Botox?
–Desde los 40 me cuida la piel la doctora María Rolandi Ortiz. Por el HD [alta definición] de las cámaras, hacemos mucho foco en la piel. Me gusta tener la piel sana y con lindo brillo. Hago cosas suavecitas, como radiofrecuencia y mesoterapia. Uso pocos ácidos, porque te pelan, y a la noche tengo que salir en vivo. Respecto de los rellenos, no uso mucho porque me gustan las caras con ángulos. Sí relleno alguna arruga, pero no me gustan para todo el rostro. Ahora, todas las caras son un poco parecidas.
–¿Cómo describirías este tiempo en tu vida?
–De mucha plenitud, mi presente es el resultado de muchos años de construcción, de esfuerzo, y de una ética profesional. Soy consciente de lo valioso que es tener trabajo en la Argentina de hoy y, aunque suene trillado, a mí la pandemia algo me produjo. Siempre fui muy controladora, ansiosa, y ya no planifico tanto a largo plazo.
–¿Qué sueños te quedan por cumplir?
–Lo que siempre pido es poder seguir en este oficio que quiero tanto, no sabría qué hacer si no. Soy un poco workaholic y, aunque no sea muy saludable, es quien soy.
Maquillaje y peinado: Elizabeth Flecha, para Sebastián Correa Estudio, con productos Givenchy y Schwarzkopf
Agradecimientos: Mónica Sirio (estilismo) y Naima (vestuario)
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