En charla entrañable, la locutora habla además de su incondicional familia y de su gran amor, el dramaturgo Ismael Hase
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Su inconfundible voz forma parte de la historia viva de la radiofonía argentina y hace sesenta años que trabaja casi ininterrumpidamente. A los 85, Lidia Nora Zisman, más conocida como Nora Perlé, conduce desde hace dos décadas Canciones son amores todos los sábados y domingos de 22 a 24 en radio Mitre junto a Andrea Estévez Mirson y, los miércoles, Rinconcito arrabalero en la radio 2 x 4. Y, más allá de la impresionante carrera y del tiempo que lleva frente a un micrófono, su voz es fresca y tan joven y sensual como en sus orígenes.
Ganó nada menos que nueve premios Martín Fierro (el último en 2019, por su trayectoria) y dos reconocimientos Santa Clara de Asís: “La primera vez que me nominaron no me lo quisieron dar porque les parecía muy sexy, ja, ja, ja. Pero después, con los años, me dieron dos”, recuerda con picardía. “Algunos premios se los regalé a mis hijas y nietos y a alguna amiga”, revela Nora. En su departamento de Palermo hay una biblioteca de pared a pared, donde se acumulan libros que ya leyó, fotos de su familia y regalos de oyentes, y una pared cubierta por cuadros de los cuales muchos son de pinturas de su autoría, porque hace unos años descubrió su habilidad para la pintura. Confiesa que está feliz con este momento de su vida, y ahora más, según dice emocionada: “Que ¡HOLA! Argentina me haga una nota a esta altura de mi vida es el mejor regalo que podría recibir”.
UN COMIENZO HUMILDE
Perlé nació en un conventillo en el barrio porteño de Boedo y a los 8 años se mudó con sus padres a Olivos. “Ellos eran gente trabajadora, humildes. Mi papá era peluquero y mamá, ama de casa y cosía maravillosamente. Soy única hija y me hacía unos dos divinos, tan lindos que mis amigas que tenían padres más acomodados económicamente me pedían ropa para salir”, cuenta, orgullosa. Estudiaba danzas clásicas en el Conservatorio Nacional y en el secundario estaba por entrar a la escuela del Colón. “Mi mamá me dijo en ese momento: ‘Pensá bien, Norita, porque si no llegás a primera bailarina a los 35 años vas a tener que abandonar la carrera y ¿qué vas hacer?’”, recuerda.
Entonces, renunció a su sueño de zapatillas de punta, se recibió de maestra y comenzó a trabajar haciendo suplencias en escuelas del conurbano bonaerense. Tenía apenas 17 años cuando le ofrecieron trabajar en el consultorio del odontólogo Ricardo Cánepa que, además, era periodista y locutor. “Venía mucha gente de la radio a atenderse. Siempre me decían que una chica tan linda, tan joven y con esa voz tenía que hacer algo en radio. Entonces fui al ISER [Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica] para ver de qué se trataba. Juan Ramón Badía, el papá de Juan Alberto Badía, en ese momento era profesor, me tomó un examen y me dijo: ‘Vos vas a ser una persona muy importante en la radio’. Y yo le respondí: ‘Pero tengo voz de nena, no tengo tonos graves’ … Con los años llegaron los graves y hace 60 años que trabajo”.
–Cuando mirás hacia atrás y observás tu largo recorrido, ¿qué sentís?
–Es tan impresionante… [hace una pausa, emocionada], siento que estoy en el mundo para hacer radio, es mi primer y último deseo, un cable a tierra maravilloso. Desde hace veintidós años hago Canciones son amores y tengo el share más alto de la radio. Soy mi propia productora, elijo la música, lo que voy a leer… Todo. Cuando trabajo trato de hacerlo a full, buscando la perfección, saber lo que voy a decir, estar informada, elegir con tiempo lo que voy a leer y lo que vamos a escuchar.
–Hace veintidós años que no sabés lo que es tener un sábado o domingo a la noche libre…
– [Se ríe]. Exacto. Trato de llegar a las 9 de la noche, ese día a veces duermo una siestita, y cuando llega la hora me maquillo, me perfumo y me visto casi de fiesta. Cuando voy a la radio me arreglo como si saliera con un novio.
–Siendo parte de la historia de la radio, ¿cómo vivís los cambios de estilo y la llegada de la radio por streaming, que también tiene imagen?
–En mi programa pido que apaguen la cámara porque me distrae, siento que me están juzgando. Para mí la radio es misterio, el oyente te hace a su imagen y semejanza, soy lo que ellos quieren que yo sea, es imaginación. Para mí no es fácil lo del streaming o la radio con cámara, las vueltas de tuerca muy violentas no son para mí. [Se ríe].
–¿Te molesta cómo se habla hoy en los medios, la improvisación?
–Me duele mucho. Me duelen las malas palabras en los medios de comunicación, todo está muy bastardeado, no se puede salir al aire sin preparar lo que se va a decir.
–Sos la compañía de muchas almas solas en la noche del fin de semana, tenés oyentes que se sienten tus amigos y te acompañan hace años…
–Tengo oyentes de toda la vida y me afecta cuando sé que están mal, que están tristes. Ese tocadiscos [señala uno con fileteado porteño que hay sobre una mesita] me lo regaló Roberto, un oyente. Él y su mujer Ana me escuchaban siempre. Cuando él murió, sentía el dolor de Ana y la acompañaba a través de la radio. Ellos, al igual que muchos otros oyentes, son parte de mi vida. Hay un grupo de chicas que estudiaron Medicina en Oxford y debieron viajar a Francia a hacer sus prácticas y me escuchaban desde allá y ahora, ya recibidas y varios años después me escuchan y escriben. Una vez me llamó un profesor argentino que vivía en Japón y daba allá clases de español, y les hacía escuchar parte del programa a sus alumnos para que se familiarizaran con la forma de hablar. Tengo oyentes en Texas, de las Islas Caimán, de todos lados. Que te siga gente desde tan lejos es una sensación extraña a la que me llevó sesenta y cuatro años acostumbrarme.
–A vos, que sos tan profesional, te hicieron una broma que te llevó a leer al aire el mensaje de supuestos oyentes cuyos nombres formaban una frase subida de tono. El hecho se viralizó y te convirtió en meme. ¿Qué sentiste cuando pasó eso?
–Obviamente, me lo tomé con humor. Me pasaron el mensaje de la producción y lo leí… cuando voy a la tanda musical, me llama una amiga y me dice: “¿Te volviste loca, Nora? ¿Qué dijiste al aire?”. Ahí me di cuenta y, cuando volví al aire, dije: “Qué picaros los de la barra”. Causó tanta gracia mi blooper que la radio lo viralizó y Beto Casella en su programa Bendita TV pone siempre mi audio. [Se ríe]. Le voy a empezar a cobrar.
–¿Pensaste alguna vez en retirarte?
–La dignidad es algo que no hay que perder en la vida, por respeto al prójimo. Cuando entre en la decadencia voy a tomar conciencia y en ese momento me voy a retirar… ¡Pero falta mucho todavía! Así como dejé de manejar hace varios años, aunque me encantaba, porque no tengo los mismos reflejos que antes. Como buena acuariana, soy muy independiente y mi Fiat 600 me daba alas para ir a cualquier lado. Me encanta salir a la ruta, pero bueno, ahora uso taxi y está bien.
GRANDES PASIONES
Nora está en pareja desde hace cuarenta años con el abogado y dramaturgo Ismael “Paco” Hase; tiene dos hijas, Daniela y Carina [fruto de su matrimonio con el locutor Anselmo Marini, que murió hace poco más de un mes]: es abuela de cinco nietos y orgullosa, y “babosa” bisabuela de Tomás, de 3 meses.
–Te separaste del padre de tus hijas cuando tenías 30 años y a los 40 encontraste a tu gran amor y compañero de vida.
–[Los ojos se le iluminan de amor]. Lo estaba esperando… Yo soy doce años mayor y al principio tenía prejuicios con la diferencia de edad. Nos conocimos en una reunión de amigos, me pareció una bella persona no sólo físicamente –porque era y es un morocho guapísimo–, sino también por dentro. Dueño de una inteligencia sublime, descubrí a alguien encantador, que expresaba sus sentimientos. Me enamoré de lo que era la vida para él. Somos familia, nunca nos casamos, no me interesa.
–¿Por qué?
–Ambos vivimos mucho tiempo solos y somos muy independientes, pero estamos juntos todos los días. Cada uno tiene su casa, vivimos a pocas cuadras. Él es extraordinariamente protector y consciente del otro. Es mi compañero de la vida y para él los sentimientos, los principios y los afectos se enaltecen. Es Máster en Derecho Social, dramaturgo, autor de varios ciclos de televisión, como Buscavidas, Cuentos para ver, La bonita página y en teatro, infinidad de obras, como Por amor al Arlt, Discépolo 50 y 50, La divina familia, entre muchísimas otras. Él me convida con sutiles sugerencias creativas y despierta mi propia creatividad. Cada día lo siento más intenso todo gracias a él, me enorgullece estar a su lado.
–¿Cómo descubrieron su paraíso en Reta, donde pasan todos los veranos? Sé que él tuvo un gesto muy romántico ahí…
–Hace muchos años mi hija fue a pasar un verano ahí con su marido porque le gusta pescar y me dijo: “Mamá, Reta es un pueblo divino, tranquilo y está en la playa, te va a encantar, es un pueblito de mar”. Fuimos con Ismael un verano y alquilamos una casa, nos enamoramos del lugar. Yo cumplo años en enero, así que un día en vacaciones me dijo: “Tengo un regalo de cumpleaños para vos, compré el terreno de al lado”. Allí construimos nuestra casa, y luego hicimos una pequeña para huéspedes atrás. Es nuestro lugar en el mundo, ahí me pierdo con las plantas y hago radio desde allá.
–Algunos de tus nietos viven en el exterior, ¿te duele tenerlos lejos?
–Están cumpliendo sus sueños, trabajan en cine, en publicidad. Los veo tan bien que me hace muy feliz. Así como a mí me gusta mi libertad considero que ellos deben hacer lo mismo. Acá están mis hijas adoradas, mi nieta Elisa y mi bisnieto Tomás, que me tiene loca de amor… Soy más que afortunada.
–¿Cómo cuidás tu físico y tu imagen?
–Me cuido sin exagerar. Antes fumaba, pero un día se murió una tía muy querida y me acuerdo que fumé un montón, y esa misma noche soñé que ella se me presentaba y me decía: “Norita, fumaste mucho, te pusiste muy triste”, y al otro día dejé el cigarrillo. Jamás estuve pendiente de la belleza ni de ponerme cremas, pero tengo muy buena genética. Mi mamá murió a los 95 y mi abuela, a los 100, ambas tenían todos los dientes y un cabello precioso, igual que yo. [Ríe mientras mueve su pelo]. Busco la dignidad y, en lo posible, no molestar; por eso trabajo tanto.
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