En la intimidad de su departamento de Palermo, el reconocido diseñador abre su corazón y revela qué fue lo que le pasó
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Ahora estoy bien... Tuve un pico de estrés y de angustia y también una arritmia. La angustia, o buena parte de ella, tuvo que ver con lo económico. Venía mal desde hace unos años y me daba mucho vértigo cerrar la parte del prêt-à-porter porque había mucha gente trabajando en la oficina, haciendo la ropa… Aguanté todo lo que pude hasta que no pude más”, le dice con total sinceridad Benito Fernández (64) a ¡HOLA! Argentina.
En la intimidad de su casa, con su perro José Antonio que no se le despega de al lado, el diseñador, uno de los más importantes y queridos del país, habla tranquilo y se nota que lo hace desde el corazón: “Después vino lo que vieron en la tele, lo de Lucas, mi hijo, discutiendo con una empleada a la que estaba echando. Le dejé un fardo que tenía que hacer yo y no pude y él lo hizo como pudo, en el momento más difícil mío. Yo ahora lo estoy resolviendo de la manera que se tiene que resolver, con los abogados, los contadores, haciendo las liquidaciones correspondientes. Les dejé a Lucas y Marina un bardo, por eso agradezco los hijos que tengo, que me bancan, están siempre conmigo. [Se emociona]. Lo mismo que los amigos. Me di cuenta de la red de contención que tengo, me ayudaron, me sacaban a pasear…
–¿Cómo se desencadenó todo?
–Me endeudé antes de la pandemia y la pandemia terminó de arrasar con el prêt-à-porter. La alta costura la dejamos de lado porque eso siempre funcionó, la sigo haciendo y estoy con más ganas que nunca. Pero la pandemia fue un sacudón. Me hubiese encantado que me fuera bien con el prêt-à-porter y que la economía de los últimos tres gobiernos hubiese acompañado porque esta es una de las industrias más importantes y da mucho trabajo. Me da impotencia por mi marca, aunque quién sabe, quizás en algún momento alguien ponga plata y pueda abrirla de nuevo, pero la impotencia mayor es por esta industria de la que soy un enamorado. Y ni hablar del valor agregado del diseño que tenemos. Venía muy bajoneado, deprimido y exploté. A la angustia y el estrés se le sumó un desmayo y una arritmia, me subió la enzima muscular… Fue un cúmulo de cosas.
–¿Vos decidiste internarte?
–No, fui al médico por la arritmia y ahí mi psiquiatra y mi psicóloga me recomendaron internarme y sacarme el teléfono y las redes sociales. Cuando estaba en el Otamendi era un paraíso, pero sabía que salía de ahí e iba a tener los mismos problemas. Entonces no dudé en internarme en Avril.
–¿Ya estabas en la situación de tener que despedir personal?
–Para mí era tremendo afrontarlo. Justo esa semana cerré el local de Palermo y esa fue la imagen que se repitió una y mil veces en la tele diciendo “Benito quebró”. Lo aclaro: no quebré, pero sí cerré el prêtà-porter. No había manera de sostenerlo y, aunque sabía que tenía que echar gente, no podía encararlo. Debería haberlo hecho en la pandemia, pero no me animé, tenía la ilusión de poder remontar. Ahora me voy a dedicar exclusivamente a la alta costura, los vestidos de novia y de 15, ese es mi fuerte; y a las alianzas que tengo y por suerte son varias.
–¿Cómo fue la internación? ¿Podías recibir visitas?
–Me sacaron el teléfono y mi primera salida fue a la semana. Alguien debía acompañarme, así que salí un rato con Marina y Fermín, mi nieto. La segunda vez fui a trabajar porque tenía novias y vestidos de 15 haciéndose y encima por todos lados se decía que estaba quebrado. ¡Imaginate eso para una clienta! Me generaba angustia la situación. Pero me emociona muchísimo que todas siguieron adelante con sus vestidos.
–Te respaldan más de treinta años de trayectoria.
–Sí, pero igual me emociona y se agradece. A la semana siguiente salí un fin de semana y, como el marido de Marina estaba en Salta, me quedé con ella, con mi nieto Fermín y con José Antonio, mi perro. Fue el fin de semana más lindo en años. Me pasaba que a Fermín no lo podía disfrutar, me angustiaba verlo y eso que es el amor de mi vida. Cuando me dieron el alta tenía que estar con alguien, así que me instalé en lo de Diego Impagliazzo una semana, que me malcrió, me cocinó, es un amigo de fierro. Todos mis amigos se turnaban para acompañarme, entonces hicieron un chat, como el de las madres del colegio, para coordinar y turnarse.
–¿Sos de las personas que saben recibir esos gestos?
–¡Sí! El amor que recibí de mis hijos, de mis amigos, de la gente que me esperó, de los profesionales que me atendieron, y de la gente que estaba internada conmigo me reseteó la cabeza.
–¿Cómo era un día internado?
–Cumplía con las terapias que tenían que ver con lo psicológico, pero también había un montón de actividades. Por ejemplo, jugaba al ajedrez, al truco, al voley, ping pong, hice yoga, ¡cosas impensadas para mí! Agradezco a mis padres que me fomentaban todos los deportes porque eso te ayuda a sociabilizar, sobre todo con los mas jóvenes.
–¿Veías las noticias?
–Había televisión. Lo de Lucas lo vi mientras estaba internado. Estábamos todos viendo y bueno, fue raro. Yo lo puse a Lucas en una situación que no podía y no sabía cómo manejar. Él quiso hacer lo que era mejor para mí, era una decisión que yo tenía que tomar y él la tomó de una manera que no fue la mejor y como pudo. Si hubiese sido yo el que quedaba expuesto habría sido distinto. Pero cuando te pasan un video así, la gente opina de tu hijo y no saben por qué llega a ese punto de estrés, entonces es difícil. Fue mucho para mis hijos, fue mucho para los tres.
–¿Lo hablaste con él ese mismo día?
–No. En la clínica te pueden llamar, pero vos podés pedir una sola llamada por día y ya había hablado con Marina. Fue dificilísimo. Pero lo pudimos sortear, acá estoy.
–¿Lucas sigue trabajando con vos?
–Con todo esto se va a tomar un tiempo. Yo sigo haciendo las cosas que él ya había armado, temas de marketing digital, marketing e imagen. Sigo con la gente de él y veremos después cómo seguimos, si él tiene ganas. Lo más duro fue ver expuestos a mis hijos. [Piensa]. Volviendo a lo que veía que se decía, siempre hay un IVA agregado o algo que querés responder y no podés. Por ejemplo, una de las veces que salí, me buscó Soledad Solaro para llevarme a comprar géneros a Sedería José y de pasada me invitó a almorzar a Gardiner. Hacía meses que no iba porque no me daba el presupuesto, aunque fui habitué. Entonces salió que iba a comer afuera y no pagaba los sueldos. Yo entiendo a la prensa, pero cuando son enfermedades mentales, como fue lo mío, tener la información no quiere decir que tengas que decirla porque no sabés el contexto, juegan con el potencial para no tener problemas. Entiendo el juego, no me gusta pero lo entiendo, pero igual da impotencia.
–Hablemos del presente, ¿ya podés estar solo?
–Sí, ayer fue mi primer día. Ahora tengo que estar tranquilo, voy a la oficina por cosas puntuales y trabajo más desde casa. Las chicas de la oficina me están ayudando un montón. Estoy diseñando la nueva colección y en un mes voy a hacer un desfile chico.
–¿Aprendiste algo de esto que viviste?
–La internación me reseteó la cabeza, estoy eligiendo trabajar de otra manera, delegando más. También aprendí a estar más seguro de lo que soy y de lo que tengo, que es maravilloso. Quiero seleccionar las cosas que voy a hacer y disfrutar más de mi nieto y de mis dos hijos.
–El otro día vi un video de Valeria Mazza contando por qué te elegía para grandes ocasiones, una linda señal de apoyo.
–¡Ay, Valeria! Fue de las primeras que llamó a mi hija Marina. [Se quiebra]. Esas cosas te movilizan mucho y te das cuenta quién te quiere. También Fabián Medina Flores y un montón de gente la llamó para ver cómo estaba. Cuando ayudan a tus hijos es muy sanador.
–Decías que estás con muchos proyectos.
¿Qué se viene?
–Un proyecto inmobiliario que me ofreció el arquitecto Gonzalo Mazzei. Está buscando un terreno y el edificio tendrá mi temática y mi nombre, Benito Residence. También hay una posibilidad de un streaming con Belén Francese, que es muy divertida, este mes sale la nueva línea de zapatillas Topper a la que este año le sumamos indumentaria y sigo con mis anteojos que los vendo por Mercado Libre. [Hace una pausa]. El otro día le decía a mi psicólogo que siempre que tengo una crisis, como cuando me fundí en 2001 y me tuve que ir del país, o cuando me criticaron todos por el vestido que le hice a Natalia Lobo, yo salgo adelante con más fuerza. Esta vez siento lo mismo, salvo que ya no quiero volver a explotar.
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