Actriz y escritora, Zoe Hochbaum brilla en “Asfixiados”, junto a Julieta Díaz y Leo Sbaraglia, y pronto estrenará el film “Cabo Polonio”, del cual es guionista. La chica que rompió los moldes para abrirse camino disfruta de un presente inmejorable
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Aunque tiene 23 años, Zoe Hochbaum parece haber vivido muchas vidas. Actriz, escritora y guionista, brilla en Asfixiados, película en la que comparte cartel con Julieta Díaz, Leo Sbaraglia y Marco Antonio Caponi, está por estrenar Cabo Polonio, film que además escribió, y a punto de lanzar su segundo libro, la novela Mi último atardecer uruguayo. Zoe es una chica apasionada, de mirada brillante y sonrisa franca, capaz de contagiar su amor por todo lo que hace. Y hace muchas cosas al mismo tiempo. Artista multifacética, feminista, buena anfitriona y gran conversadora, comparte el show off con su papá, el empresario Gabriel Hochbaum. A los 13 años se instaló en Nueva York para estudiar teatro en la escuela de Lee Strasberg, y desde chica toma clases de canto, baile, guión y escritura, porque siempre supo lo que quería y cómo conseguirlo. Así, mientras disfruta de un momento inmejorable, conversó con ¡HOLA! Argentina de sus obsesiones, sus planes y expectativas, y de las causas que la movilizan.
–Sos actriz, escritora, referente feminista… ¿No es mucha presión?
–Referente siento que me queda un poco grande. Me gusta más poder generar empatía. Eso no me pesa; al contrario, lo disfruto. Cuando escribía las columnas para Infobae (hasta diciembre pasado publicó textos de opinión) me gustaba mucho que alguien de mi edad, o más joven o más grande, pudiera empatizar con lo que pienso, con lo que siento, con lo que tengo para decir. Me gusta que, en algún punto, mi voz pueda ser la voz de más mujeres. Uno llega más lejos si trabaja en equipo.
–Desde chica supiste que querías ser actriz y te formaste a conciencia para eso. ¿Qué te enseñó la actuación?
–Una de las cosas que más me gustan de la actuación, que cuando era chica no me daba tanta cuenta, es que ser actriz también es reposar un poco de la vida propia. Descansar un poco de Zoe y de pronto, por este mes, ser fulanita de tal. Y eso está bueno porque cuando te volvés a encontrar con vos creciste, porque estuviste en la piel y en los zapatos de otra persona.
–¿Y qué te enseñó el feminismo?
–Mucho: soy quien soy hoy gracias al feminismo. Y además me enseñó a entender que muchas cosas que pensaba no eran locuras mías, eran reales. Cosas que me hacían mal, que me lastimaban, me molestaban, me angustiaban… Cosas de vincularme con compañeros varones, de vincularme con hombres… El feminismo fue casi como una manito en el hombro que me dijo: “Che, pará, no estás loca. Esto pasa y hay mujeres a las que les molesta lo mismo que a vos, a las que las daña lo mismo que a vos. Esto no es tu culpa”. Funcionó casi como un alivio y también como unos anteojos con aumento para empezar a ver y, a partir de ahí, a nombrar. El feminismo nos dio la posibilidad de nombrar, de decir: “Esto que me hace mal se llama así”. Y nombrar es muy importante porque nos vuelve más conscientes, transforma “eso que pasa” en un hecho concreto sobre el que se puede accionar.
–¿Tu apellido te abrió puertas o te jugó en contra?
–Me abrió puertas en el sentido de que tenía la posibilidad de conocer a más gente. Y eso siempre lo agradecí y lo agradezco. Además, no me genera ninguna inseguridad, miedo, ni nada de eso. Nunca me sentí subestimada ni sobreestimada por mi apellido. Tuve suerte.
–¿Les pedís opinión a tus padres antes de tomar una decisión?
–Me encanta charlar todo con ellos, me apoyo mucho en los dos. Somos una familia muy unida y confío en su criterio. Más allá del amor, confío en sus consejos y siempre me han apoyado y acompañado. Desde mi mamá acompañándome a Estados Unidos a estudiar teatro hasta mi papá acompañándome a los rodajes. A ellos les sigue pareciendo un planazo hacerme el aguante.
–¿Cómo preparás un personaje?
–Soy estudiosa, pero no hasta el último minuto. Ya cuando estamos cerca de empezar a filmar, suelto. Suelto mis percepciones de ese personaje, mis creencias, suelto el guion, suelto todo y empiezo a transitarlo corporalmente, sensorialmente. Y me gusta mucho jugar. “Bueno, hoy como de la forma en que comería este personaje”, y capaz en la película no hay una escena en la que me toque comer, pero lo hago para empezar a aflojarlo un poco más, porque si no queda muy cuadrado. A mí lo que no me gusta es etiquetar a los personajes.
–¿Qué te pasa cuando te enfrentás al resultado final?
–Es como una pelea interna que creo tenemos todos los actores y todas las personas en nuestro ámbito laboral. Uno siempre se tira palos y es autoexigente, pero trato de valorar el trabajo, de valorarme a mí. Llegué en horario, la pasé bien, me estudié el guion, di todo de mí… Obvio que uno siempre puede más y también crece y mejora con la experiencia, pero soy bastante comprensiva conmigo y disfruto al ver el producto final.
–¿Cómo te llevás con los mandatos y con las etiquetas?
–Muy mal. Odio los mandatos y las etiquetas. Y mirá qué tontería lo que te voy a decir: cuando iba al colegio ya odiaba las etiquetas que te hacían poner en los cuadernos. Me parecían tan feas… No me gustan porque limitan, es lo mismo que pasa con los personajes. Siempre me dio como claustrofobia la etiqueta, porque te condiciona. Y me parece que viviendo en un mundo donde las posibilidades son tantas, de lo que te gusta, de lo que no te gusta, ¿por qué habría que limitarse? Y lo pienso con respecto a todo: lo profesional, los amigos, la pareja, la sexualidad… Uno puede cambiar de opinión, elegir y volver a elegir a cualquier edad.
–¿Sos obsesiva?
–Me obsesionan un poco los sentimientos. Me obsesiona nombrarlos. Necesito expresar mis sentimientos, decirlos. Y por eso me cuesta tanto este momento donde pasa todo lo contrario. Donde la gente ya no te dice lo que siente porque le da miedo. A mí nunca me dio miedo sentir, ni decir lo que siento. No me dio miedo gustar de alguien, no me dio miedo amar a alguien. Nunca, jamás, porque siempre me pareció: “Uy, ¡qué lindo!”.
–¿Estás feliz con tu presente?
–Estoy tan contenta con mi presente y con lo que me está pasando que quiero que todo siga así. No sólo por tener tanto trabajo en este momento, por suerte, sino por el tipo de trabajo que estoy teniendo, que lo estoy disfrutando muchísimo. Y los equipos. ¡Todo! He tenido mucha suerte últimamente. Del trabajo me llevo amigos, me llevo gente que admiro, me llevo más proyectos.
Producción: Felicitas Miranda. Peinado y maquillaje: Julia Goldenberg. Agradecimientos: Piccola Basics, Gone, Adidas y estudio Ashtanga Yoga Palermo.
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