Ya no se llamará Melina Lezcano: tras un proceso legal para asumir el nombre de su papá del corazón, la artista cuenta cómo vive esta nueva etapa y comparte su activismo por la defensa de los animales
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El primer paso fue cambiar su nombre en su cuenta de Instagram. “Meli Brizuela, ex Lezcano”, dice en el perfil de la red social. Después de vivir 35 años con el apellido de su padre biológico, Melina se animó a dar vuelta la página y comenzar a transitar su búsqueda de identidad. “Mi papá se fue de casa cuando yo tenía un año y medio, por lo que prácticamente desde que tengo memoria me crie con mi papá del corazón, Tirso Brizuela. Él llegó a nuestra vida cuando yo tenía 3 años y formó una familia con mi mamá, Mabel”, explica la ex cantante de la banda de cumbia pop Agapornis.
–¿Por qué sentiste la necesidad de cambiarte el apellido?
–Durante mucho tiempo viví con enojo hacia mi padre biológico por toda esa ausencia y abandono que había sentido desde chica; incluso llegué a borrarlo de mi mente: para mí él no existía. No entendía por qué una persona que me había dado el apellido no quería estar más en mi vida. Sin embargo, con terapia y mucho trabajo interno, entendí que tenía que dejar de pelear contra el mundo y aceptar. Aceptar que era Lezcano, aceptar que tenía un padre biológico y también un padre del corazón. Una vez que asumí eso, pude permitirme elegir cómo yo quería identificarme en la vida. Esto es lo que es y lo que me tocó, y hoy por suerte puedo decirlo desde un lugar lindo, ya sin rencores.
–¿Qué dijo tu papá adoptivo cuando le contaste la idea?
–Él es muy pragmático, hasta que no tenga todos los papeles no festeja. [Se ríe]. Hoy me mandó un mensaje diciéndome “te quiero mucho, hija”. Toda la vida soñé con tener el apellido de mi papá, creo que era un sueño de los dos. Por eso pienso que cambiarme el nombre en algún punto es también hacerle un regalo muy grande a él, que me dio tres hermanas [su papá adoptivo formó una familia con su mamá Mabel, con quien tuvo una hija, Delfina, más dos hijas de su matrimonio anterior, Florencia y Lucía]. Cambiarme el apellido fue como renacer para mí, volver a empezar.
–¿Cuándo hiciste el clic para comenzar ese proceso?
–Fue a fines del año pasado. Recuerdo que publiqué una historia en Instagram pidiendo a la gente que me ayudara a ver cómo hacer los trámites. Así conocí a dos abogadas feministas de La Plata y con ellas iniciamos el proceso ante la ley. Ya presentamos todos los papeles, así que el fallo es inminente.
–¿En qué te afectó la ausencia de tu padre biológico?
–[Se toma unos segundos para responder]. Una de las cosas que noto en mí es esa necesidad de reconocimiento, tal vez por eso estoy arriba de un escenario desde los 13 años. Hay algo del aplauso que tiene que ver con la revalidación del amor, del cariño, de sentirme querida. El aplauso es un mimo al ego. Mi problema más grande creo que fue cuando empecé a relacionarme sexoafectivamente con mis parejas. Me cuesta el amor, pero estoy aprendiendo. Siempre digo que si el primer hombre de mi vida que tenía que haberme amado, protegido y cuidado no lo hizo, ¿cómo voy a creer que los hombres que pasen por mi vida se van a quedar? Fue un proceso largo dejar de lado esa sensación de abandono, de creer que todos al final me iban a dejar. Con mi ex –con el que rompí hace unos meses– tuvimos una relación muy linda. Él me enseñó a vivir el amor desde la libertad y la individualidad.
MELI, AL RESCATE
Para Melina, el amor no se manifiesta sólo a través de los vínculos familiares o de pareja. Ella, además, tiene un amor inmenso por los animales, a los que protege. “Nací rodeada de perros y, si bien mi familia no es tan animalera, yo enseguida conecté con ellos. Me informé, me metí como voluntaria en una ONG, llevé mi sueño solidario a Showmatch en 2017 y desde ahí no paré. Al día de hoy, tuve en tránsito a más de setenta perros rescatados del abandono y el maltrato”, cuenta entusiasmada la artista mientras acaricia a Chewbacca, uno de sus tres perritos adoptados.
–¿Cómo es tu vínculo con tus perros?
–Es un vínculo de mucho amor, aunque también lleve mucho trabajo. Hay que dejar de romantizar que adoptar es un cuento de hadas, en el medio hay mucho laburo también. Cada uno de mis perros, Chewbacca, Kika y Nicolás, tiene sus cuestiones. El más sensible es Nico, es el que vino más golpeado. Hoy, por un tema neurológico, tiene paralizadas las dos patitas traseras. La verdad es que lo dimos todo con él, juntos pasamos por todas las terapias. Hasta que un día hice la terapia de comunicación porque me sentía muy insegura, no sabía si estaba haciendo lo correcto ni cómo se sentía él en relación con todo eso. En esa terapia Nicolás me dijo que era muy feliz conmigo, que no sabía si iba a volver a caminar, pero me agradecía el poder compartir la vida conmigo. También me dejó dicho que disfrutaba mucho de todas las cosas que hacía con él. [Se emociona].
–¿Tu perro Nicolás te hizo saber eso? ¿Podés explicar de qué se trata la terapia de comunicación?
–Vos te comunicás con tu perro a través de una facilitadora. En mi caso lo hice con una veterinaria que además realiza este tipo de terapias. A mí me ayudó mucho; aprendí a entenderlo más a él.
–En tus redes compartís tu amor por los animales. ¿Te gusta ese rol activo como comunicadora?
–Ciento por ciento. La verdad es que podría haberme quedado muy cómoda en la cama cobrando dólares como influencer por los canjes de marcas de belleza y esas cosas, pero me pareció que había una responsabilidad enorme, social, de explotar mi cuenta para dar a conocer la realidad del proteccionismo y el rescate de animales maltratados. De hecho, también tengo un ciclo que se llama Data animal, donde hago entrevistas y comparto nuestra labor social. Yo no vivo de rescatar animales, con esto no gano un peso. Lo hago de corazón y siento que mis redes tienen que aportar algo más que una imagen.
"A través de una facilitadora hice terapia de comunicación con mi perro Nicolás...Él me dijo que era muy feliz conmigo, que no sabía si iba a volver a caminar, pero me agradecía el poder compartir la vida a mi lado"
–¿Vas a volver a cantar profesionalmente?
–Toda la vida soñé con ser Britney Spears y Beyoncé y durante los once años que estuve con Agapornis tuve la suerte de cumplir mis sueños. Fue una etapa muy dinámica, nómade, de gira en gira, que me encantó y me marcó para siempre, pero me pasa que necesito estar quieta, tran - quila, en un solo lugar. A veces pienso en la banda y enseguida mi cabeza me lleva a las giras y a los viajes, y no sé si quiero eso ahora. Nunca voy a dejar de cantar porque me hace muy feliz. Simplemente, hoy tengo el foco en otro lugar.
–Con tantos cambios, ¿cómo definirías tu presente?
–Estoy en el mejor momento de mi vida. Desde los 15 años hago terapia para trabajar todas las cosas fuertes que me han tocado vivir. Por eso estoy feliz de cómo me veo hoy, vibrando en eje, alineada con lo que pienso y siento. Estoy en paz. •
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