Por años fue considerada la “mala de la película” pero, luego de casarse con el hijo de Isabel II, trabajó fuerte para revertir su imagen. Hoy, a pesar de algunas internas familiares, se muestra confiada en su nuevo rol
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A los 75, después de años de ser la “mala de la película”, la reina Camilla disfruta de lo que no pudo en su juventud: el amor profundo, correspondido y sereno de Carlos III (en la intimidad, aunque también alguna vez en público, la llama “mehbooba”, que en hindi se traduce como ‘mi amor’) y el apoyo del pueblo que pareciera que poco a poco aprendió a valorar su compromiso con la Corona y su incondicionalidad con el Rey.
El mes pasado, cuando volaron a Alemania para protagonizar la primera visita de Estado en su nuevo status, le quedó claro al mundo entero lo cómoda que Camilla se siente en su rol y lo acertada que estuvo Isabel II cuando, meses antes de morir, le dio su apoyo públicamente para ejercer “cuando sea el momento” como reina consorte.
QUIÉN ES CAMILLA
Camilla Rosemary Shand nació en el King’s College Hospital de Londres el 17 de julio de 1947, en una familia de clase alta. Sus padres, el oficial del Ejército británico Bruce Shand y Rosalind Cubitt, tuvieron, además, a Mark Roland (murió en 2014, a los 62, tras caerse y golpearse la cabeza en Nueva York) y a Sonia Annabel. Después de estudiar en la escuela Drumbells de Sussex y en el Queen’s Gate de Kensington, viajó a Suiza para continuar su educación en Mon Fertile, siguió viaje a París para aprender francés y literatura y en 1965 volvió a Londres y trabajó un año con los diseñadores Sybil Colefax y John Fowler. Por aquel entonces, ya disfrutaba de los caballos, los perros y los libros (adora Orgullo y prejuicio, de Jane Austen), algunas de sus grandes pasiones.
EL CAPÍTULO MÁS CONOCIDO DE SU VIDA
En 1970, con 23 años, conoció al príncipe Carlos en un partido de polo. Ella tenía una relación intermitente con el mayor Andrew Parker-Bowles, sin embargo, con el príncipe enseguida la chispa se encendió. Fue el principio de una historia digna de telenovela, pero que durante muchos años marcó su vida y su reputación de manera negativa. Camilla, tan divertida, extrovertida, segura de sí misma, experimentada y poco moldeable, no era la candidata ideal para el futuro rey, por lo tanto, dicen, Isabel II le pidió a su hijo dejar a un lado esa relación.
Así, Camilla se casó con su pareja, Andrew (el matrimonio duró desde 1973 hasta 1995), con quien tuvo dos hijos, Thomas Henry Charles (cuyo padrino es el príncipe Carlos) y Laura Rose. Aquel no fue un matrimonio ejemplar. Según Penny Junor, autora de la biografía La duquesa, las infidelidades de él eran permanentes y, una vez, una amiga le dijo: “Me siento muy dolida, Andrew. Soy la única de las amigas de Camilla a la que no te le insinuaste. ¿Qué problema tenés conmigo?”. Mientras tanto, Carlos, en 1981 le dijo “sí, quiero” a la muy apropiada Diana Spencer, que enseguida se ganó el corazón de la gente. El resto –los celos, las conversaciones íntimas con Camilla que salieron a la luz, las confesiones de infidelidad en televisión, los engaños mutuos y el divorcio de Carlos y Diana– son historia conocida.
LA REIVINDICACIÓN DE CAMILLA
En 2000, Carlos y Camilla se mostraron por primera vez en público como una pareja formal. Dos años más tarde, fue invitada al palco real en un concierto por el 50° aniversario de la llegada al trono de Isabel II. La pareja tardó tres décadas en oficializar el que había sido su amor clandestino pero, finalmente, el 9 de abril de 2005 se casaron en una ceremonia civil en el Guildhall de Windsor.
Poco a poco y ya totalmente integrada a la familia real, la imagen de Camilla fue cambiando y, además de acompañar a Carlos, su agenda tomó vuelo propio (su primer compromiso oficial en solitario fue una visita al Hospital General de Southampton, en 2005). En la actualidad, la Reina tiene más de cien patronazgos y apoya causas relacionadas con lo militar, el empoderamiento femenino, la violencia de género, las artes, la salud en los niños, el aislamiento social y la lucha contra el cáncer y la osteoporosis (enfermedad que tuvieron su madre y abuela), entre otros temas.
Por su pasión por los animales, además, adoptó a sus dos perros Jack Russell, Beth y Bluebell, en Battersea Dogs & Cats Home, una entidad de la que es mecenas. Y sigue firme con su apoyo a Elephant Family, una organización benéfica de conservación fundada por su hermano Mark.
UNA MADRE Y ABUELA CARIÑOSA
Más allá de su trabajo comprometido, la Reina, que se mantiene en forma tomando clases de ballet (sigue el método Silver Swang), es una madre cariñosa y disfruta muchísimo de sus nietos. Seguramente con ellos juega Scrabble y Wordle, dos de sus pasatiempos favoritos.
De sus herederos, Thomas, nacido en 1974, periodista gastronómico, lleva escritos ocho libros sobre el tema y fue jurado en varias ediciones del reality MasterChef. Consultado por la prensa, alguna vez definió a la Reina como “una madre ejemplar” y habló maravillas de Carlos. Entre 2005 y 2018 estuvo casado con la periodista Sara Buys (editora en revistas como Town and Country o Harpers & Queen) y son padres de Lola, de 13 años, y Freddy, de 11. Thomas es, además, quien recientemente salió en defensa de su madre tras las críticas del príncipe Harry en su biografía, Spare (entre otras cosas, la acusó de haber tenido una “estrategia” desde el principio para lograr casarse con su padre y acceder a la Corona). Lejos de quedarse callado, Thomas opinó: “Me da igual lo que digan: esto no es una especie de estrategia a largo plazo. Mi madre se casó con la persona que amaba y eso es lo que sucedió”.
En tanto, Laura, su hija menor, tiene un perfil bajísimo. Estudió Historia del Arte y Marketing y en 2006 se casó con Harry Lopes, ejecutivo de una empresa de energías renovables y ex modelo de ropa interior de Calvin Klein. Tres años después, nació Eliza y, en 2009, los gemelos, Gus y Louis. Sobre su trabajo se sabe que durante diez años dirigió Eleven Fine Gallery, que escribió para Tatler y que actualmente organiza muestras de arte y da a conocer a artistas emergentes.
Finalmente, después de años de tormenta, llegó para Su Majestad, y también para su familia, la tan esperada calma.
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