La reconocida event planner posa en una producción exclusiva en Luján de Cuyo, Mendoza, y se anima como nunca a hablar de todo
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Inquieta, creativa, trabajadora, a lo largo de los últimos 25 años el nombre de Bárbara Diez (54) fue sinónimo de fiesta, de celebración, de sueños que se sueñan en grupo y deseos que se sueltan al cielo esperando lo mejor. La excelencia en su trabajo la convirtió en una referente local en organización de eventos y en una de las cien más importantes del mundo. La clave, dirá en esta entrevista, tiene mucho que ver con haberle puesto el corazón a cada trabajo, incluso en los últimos años, no importa cuánto le doliera a ella el propio tras el fin de su matrimonio de dos décadas con el ex jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Después de pasar el fin de semana en Casa David Wine and Horses, en Luján de Cuyo, Mendoza, donde fue por trabajo y posó en exclusiva para ¡HOLA! Argentina, Bar, como le dicen sus amigos, se anima a una charla profunda para hablar de los enormes cambios que llegaron a su vida, de la maternidad y de cómo los duelos, si se respetan, pueden abrir un universo impensado. “Mi proyecto de familia era real, contundente y para toda la vida, fue un golpe muy fuerte e inesperado terminar con mi matrimonio. Pero quiero dar una luz de esperanza a todas aquellas personas que están pasando o hayan pasado por un proceso doloroso, una separación y un divorcio”, arranca. Y sigue: “Es importante hacer el duelo, no saltearnos las etapas, no prestar atención a aquellas personas que a veces, intentando ayudarnos, nos quieren ver ya afuera ciertos tiempos del duelo como si fuera algo matemático o establecido. Y no lo es. Pero si tocaste fondo, caminaste por el infierno, seguramente vas a tener más posibilidades de salir adelante como un ave fénix que si hiciste oídos sordos o te llenaste de ruido. Es muy importante no tapar, vivir el dolor como hay que vivirlo para poder estar fuerte, sana y entera, como hacen en Oriente con las piezas quebradas: funden oro y vuelven a pegar sus partes, y con todas sus cicatrices esas piezas se vuelven más valiosas. Hoy siento que soy mucho más fuerte de lo que era antes. El dolor es un baño de humildad inmenso y, si aprovechaste ese dolor que no buscaste, podés transformarlo en crecimiento, en ser mejor persona. También aprendí que todo dolor ofrecido se convierte en una bendición.
–La fe parece ser un pilar fundamental en tu vida.
–La fe es “el” pilar de mi vida. Sé que estoy en pie gracias a Dios. Cuando estaba en ese momento de oscuridad y tristeza donde el alma se hace muy chiquita y se contrae, mis hermanas y amigas sabían dónde encontrarme: en la capilla de adoración perpetua de la iglesia del Pilar. Mi momento de sanación y de paz era decir “bienvenido, dolor, te lo regalo, Señor”. Fue la única manera de encontrarle sentido. Y algo muy lindo que también aprendí es que los creyentes, si ofrecemos este dolor pasado, es lo mismo que ofrecerlo en el momento. Porque en el momento no siempre podés porque sentís como una espada que te hunde el pecho. Parte de mi sanación empezó cuando supe que todo este dolor se transformaba en crecimiento y en bendición.
–Más allá de la fe, ¿quiénes fueron tus grandes apoyos?
–Mis hermanos Verónica, Teresa, Dolores y Alfredo fueron incondicionales. Después me enteré de que tenían un grupo de WhatsApp, “Amor a Bar”, donde se turnaban para no dejarme sola. Llegué a pesar 45 kilos de la angustia, así que ellos estaban firmes incluso para que no me salteara ninguna comida. Y hoy en día, que estamos todos muy bien, me fui a Mendoza el fin de semana y una de ellas se vino desde Venado Tuerto a darme una mano con mi hija menor para que yo viajara tranquila. Siento que después de todo este proceso salí favorecida, con capacidades nuevas.
–¿Qué fue lo más difícil?
–Primero el shock, porque no lo creés, pensás que es algo pasajero. Los primeros meses son los más duros, más que nada porque siendo madre una quiere poder contener. Mis hijas son lo más sagrado que tengo. Esa debilidad en la que me encontraba me hizo sufrir muchísimo porque era consciente de que no estaba a la altura y ellas también estaban pasando un momento de muchísimo dolor. El golpe fue para todas. Aún hoy me lo reprocho.
–Es inevitable.
–Es la vida, otro aprendizaje, pero hoy sí estoy en condiciones y trato de reparar. Sé que mi misión más sublime es ser madre. Lo disfruto muchísimo. Soy superfeliz siendo madre, tengo mi manera.
–¿Cuál es?
–En el colegio tengo la edad de muchas abuelas, porque mi hija menor tiene 8. Algunas me preguntan cómo encaro la crianza porque creen que a mis hijas las malcrío, pero no son malcriadas. Mi fórmula natural como madre es firmeza con mucho afecto. Y doy muy pocas batallas, sólo las estrictamente necesarias. Ellas saben que pueden contar conmigo y nada me va a escandalizar, así que no hace falta la mentira. Soy bendecida en saber que ellas cuentan conmigo, como también pueden contar conmigo sus amigas. Esta es una casa abierta, y me encanta que así sea. Y todo es funcional para que la disfrutemos. Por ejemplo, acabo de cerrar el balcón porque Paloma, que va a la facultad, estudia con sus compañeras acá. Manuela, de 27, vive con su novio hace dos años, pero tres veces por semana tomamos clase de baile las tres acá, por eso tengo medio living sin nada y puse espejos de piso a techo. Es un momento de unión y distensión. Y si está la beba, también se prende.
EL FIN DE UNA ERA
Entre las muchas nuevas olas que atravesó, Bárbara redobló la apuesta por sí misma: después de veinticinco años, hace tres semanas se despidió de la organización de eventos. “Es un salto enorme, una vez más me reinvento como empresaria y me da mucha alegría”, dice.
–¿Qué vas a hacer?
–Con todo esto que sembré, hoy la cosecha es abundante y puedo ayudar a otros a hacer su camino. No sólo a futuros organizadores de eventos, sino asesorando a empresas o a hoteles, a que generen más ventas, a que conozcan mejor el mercado, cómo atraer nuevos clientes. También me encanta enseñar y estoy dando cursos y seminarios acá y en el exterior, como en Indonesia, Qatar. Los eventos llevan mucho tiempo, incluidos fines de semana enteros. Y tengo una familia. Mis ex socias siguen trabajando, a veces cada una por su parte y a veces arman equipo. Es una linda manera de seguir en contacto con eso que llamamos nuestro equipazo. Es muy lindo lo que creamos y destaco que, aunque claramente nunca fuimos una ONG, siempre el corazón fue prioritario, por eso siempre volvieron los clientes. Eso hace la diferencia.
–Es un salto enorme el que das.
–Es una nueva etapa. Por ejemplo, una cadena de restaurantes muy prestigiosa me contrató para que arme el catering para sus eventos. Es un salpicado de distintas necesidades que hay en el mercado que, con 25 años de experiencia manejando un promedio de 123 rubros por fiesta, puedo asesorar desde este lugar de profesionalismo y muy humano.
–También produjiste Planners (Star +), la serie que tiene dos temporadas.
–Fue un proyecto que llevé a Disney justo antes de la pandemia. Es un dramedy ciento por ciento ficción sobre lo que pasa en el detrás de escena de la organización de eventos. Todos piensan que es un trabajo recontraglamoroso, pero tenés que hacer de todo, incluso barrer las carpas si hace falta. Me ayudó a tener la cabeza ocupada en un momento de pandemia y con la separación. Me trajo mucho aire fresco. Iba a las grabaciones, a las reuniones de producción, de posproducción… Pasamos horas con Celeste Cid [es la protagonista] y su hijo Antón jugando con mi pequeña, me quedé impactada con Daniel Barone [director], con Marta Betoldi [guionista], me encantó conocer a Gonzalo Valenzuela, a Leticia Siciliani, tanta gente talentosa… No descarto volver a involucrarme en un nuevo proyecto.
–Y entre tantos cambios, apareció Patricio Tobal, tu pareja. ¿Cómo se conocieron?
–Una pareja de padres del colegio me invitó a comer a su casa y lo invitaron. Él también es papá del colegio, aunque no compartimos camada. Y nos divertimos muchísimo. A partir de eso empezamos a hablarnos todos los días por WhatsApp y después un día me invitó a comer a su casa porque le encanta cocinar. Es muy malcriador, me sorprende lo que me río con él. Es lindo volver a sentirme acompañada.
–¿Hace cuánto tiempo salen?
–Siete meses. Él vive la mitad del tiempo en una chacra en José Ignacio, Uruguay. Compartimos mucho este verano, yo estaba en un departamento, pero hacíamos muchos programas todos juntos. Él tiene dos varones, yo tres mujeres, todo nuevo para mí. Ahora me invitó a Mentón (en la Costa Azul) y vamos a ir a Mirazur, el restaurante de Mauro Colagreco, que es su amigo y a quien yo soñaba conocer.
–¿Tenías miedo de volver a encarar una relación?
–No, porque fue sorpresivo. Hay cariño, afecto, amor. Patricio es una persona muy fácil, que está de vuelta. Y es muy “disfrutador”. Para cocinar siempre me sirve una copita de vino para que lo acompañe. Volví a reírme a carcajadas. Estoy muy contenta.
–Cambio de tema. ¿Es cierto que Karina Milei te ofreció ser directora de Ceremonial y Protocolo de la Presidencia?
–Fue una sorpresa y un honor recibir su llamado la semana anterior a la asunción del nuevo presidente. Lo sentí un espaldarazo a mi carrera y al mismo tiempo un mimo al alma, un guiño simpático de Dios.
–¿Se conocían?
–La había visto dos veces de casualidad, estaba Javier también y tuvimos charlas muy lindas, muy profundas y enriquecedoras, porque ellos son muy profundos. Le agradecí muchísimo la propuesta e incluso la pensé seriamente. Pero al haber sido madre a los 46 años, con una hija chica aún y otros compromisos laborales pendientes, habría sido imposible. [Piensa]. Si en algún lugar de mi corazón quedaba algo abierto, o alguna duda de cómo hubiese sido acompañar desde lo laboral a la Casa Rosada, ahí terminó de cerrarse. Dios tiene mucho humor.
Agradecimientos: Sofía Bauco (maquillaje), Fede Villarruel (peinado), Ménage à Trois, Andrea Richardi y Rubén David de Casa David Wine and Horses, Franco Yancarelli y Marisa Tenguerian
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