Después de tres años de vivir en Europa con su novio, el chef Ignacio Crespo Campos, la actriz, de 25 años, decidió volver a la Argentina
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Es 50 y 50. Josefina “Fini” Bocchino (25) dice que el 50 por ciento que tiene de artista se lo debe a su mamá, la ex modelo y actriz Andrea Frigerio. “Cuando siento el olor a teatro y a camarín me entusiasmo como loca. Mi mamá todavía se acuerda de que, cuando yo tenía 11 años, le dije que quería ser actriz sólo para estar en la alfombra roja. [Se ríe]. Siempre me gustó este mundo, aunque, en aquel momento, no lo tenía tan claro como lo tengo hoy”, asegura Fini, desbordante de entusiasmo. En 2018, después trabajar como modelo y de debutar como actriz en la película Leal y en Soy tóxico, un largometraje que llegó a los festivales internacionales, sintió “el llamado” del otro 50 por ciento: viajar en modo hippie, algo que –dice– heredó de su papá, Lucas Bocchino. Junto al chef Ignacio Crespo Campos (27), su novio desde hace siete años, se fue a Europa. Carisolo, un pueblo en el norte de Italia, cerca de los Alpes dolomitas, fue la primera parada; y, luego, Madrid. Ahora, instalada en Punta del Este, mientras recarga las pilas antes de retomar las grabaciones de Limbo, la serie que dirige Agustina Macri y en la que tiene a Andrea Frigerio, su mamá, de compañera de rodaje, Fini habló con ¡HOLA! Argentina.
–Trabajás otra vez con tu mamá. ¿Cómo te sentís con eso?
–Es muy enriquecedor. El año pasado, también rodamos Una jirafa en el balcón, que se filmó en La Rioja. Y en Limbo, por ejemplo, interpreto a una joven Lucrecia, que es el personaje que hace mamá. Nos gusta leer juntas los guiones y tirar ideas para construir personajes. En las escenas, sé que ella está del otro lado, mirándome. La admiración por ella es absoluta: tiene una personalidad y un talento increíbles.
–¿Siempre tuvieron esa buena onda?
–Nuestra relación ha ido mejorando con los años. Es espectacular en este momento. Ella me dio uno de los mejores consejos del mundo. En una de las primeras producciones fotográficas que hice, me dijo: “Sé vos misma”. Yo tenía 16 años y, desde entonces, sigo ese lema ciento porciento: soy fiel a lo que quiero, a lo que siento, a lo que sueño, a lo que me apasiona.
–En algunas publicaciones que hizo en sus redes sociales durante la pandemia, ella parecía angustiada por tu decisión de instalarte en Europa y que hicieras tu carrera allá y no en nuestro país.
–¡Seguro fue porque tanto ella como mi papá me extrañaban un montón! ¡Pero yo estaba cumpliendo un sueño! De ninguna manera me fui de la Argentina para escaparme o porque no tenía oportunidades laborales en el país. Con el pretexto de ir a tramitar la ciudadanía italiana [Fini tiene ascendencia italiana por su papá], me fui a la aventura. ¡Amo ser actriz, pero también amo viajar!
–¿Y cómo fue la convivencia con Nacho, tu novio?
–Con Nachito ya vivíamos juntos y allá nos llevamos bárbaro. Él tenía el mismo sueño que yo: viajar. De hecho, nos conocimos en una fiesta de cumpleaños hablando de viajes [él estaba en el primer año de la carrera de Dirección de Cine en la Universidad del Cine y Fini, en el último año del colegio]. En un momento, dijimos: “Vamos a probar allá”.
–¿Y cómo estuvo la prueba?
–En Italia tuvimos un plan muy “hippón”. Primero estuvimos en Carisolo, un pueblito en el medio de la nada, rodeados de naturaleza. Retranqui: mientras yo seguía con mis clases de canto [hace canto lírico con Mirta Arrúa Lichi], Nachito cocinaba todo el día.
–¿Vos lo ayudabas?
–[Se ríe]. La verdad, no me engancho tanto. Me encantaría tener la relación que él tiene con la cocina, pero no soy creativa. A veces, cuando me meto para darle una mano para compartir un momento con él, mi único aporte consiste en cortar verduras o poner música.
–¿Y cómo estuvo Madrid?
–Ahí teníamos ganas de “meter” nuestras profesiones. Como Nachito es chef, no le costó nada encontrar trabajo. Hay mucha oferta para cocineros. Yo tuve muchas reuniones con el representante que tengo allá; fui a castings, hice publicidades y participé en varios cortos. A la par, me puse a trabajar como camarera en restaurantes en el barrio de Chueca: necesitaba tener ingresos para el día a día y para pagar el alquiler.
–¿Sentiste que esa experiencia te alejaba de la actuación?
–¿Ser moza? ¡No! No estaba en mis planes, pero le saqué mucho provecho. Me hizo muy bien como persona y como artista porque es como estar interpretando un guion. En realidad, cada lugar en donde trabajé me ha ayudado a darme cuenta de lo que me hace bien y de lo que no; de lo que me gusta y de lo que no; y hacia dónde quiero ir.
–¿Y de qué te diste cuenta?
–De que, si bien ser camarera me permitió generar un ingreso, complicó un poco el sueño de viajar. [Se ríe]. Siempre soñé con tener una camioneta y recorrer el mundo: al menos en Europa no pudimos. Con Nachito, casi no teníamos tiempo libre: trabajábamos casi todos los días. Y algo más: ¡quería volver a la Argentina!
–¿A él le pasaba lo mismo?
–Sí. En determinado momento, extrañábamos mucho nuestro país. Amo, amo, amo la Argentina con todo mi ser. Y no podía más: necesitaba volver. Me acuerdo de que incluso cuando yo estaba por la mitad de la carrera de actuación [cursó Artes Escénicas en París] le dije a Nachito: “Quiero volver y meterle a la actuación allá”. En junio del año pasado, volvimos.
–¿Cuáles son los planes para 2023?
–En principio, voy a Barcelona a continuar con Limbo. Después, estoy abierta a todo lo que venga. Quiero seguir cantando, entrenando, aprendiendo, estudiando con los grandes profesores que hay en el país. Quiero interpretar a un personaje que cante o, quizás, cantar en un escenario. Quiero hacer películas, teatro y trabajar con actores y directores increíbles, que me manden a castings y formar proyectos. Quiero que me conozcan acá. Y esta vez quiero que ese viaje sea acá.
Fotos: Marcelo Rodríguez
Agradecimiento: Paula Martínez @paula.martini.ji
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