Enamorada y solidaria: la ganadora del Premio Konex a Mejor Artista de Musical de la década también es azafata de misiones humanitarias
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Melania Lenoir (40) es muchas mujeres en una. Es actriz, cantante, bailarina, profesora de yoga y tripulante de cabina. Por estos días, también juega varios roles sobre el escenario: en Forever Young se pone en la piel de una señora mayor malhumorada, en Shrek personifica a Fiona y en Come From Away interpreta a Beverly Bass, una de las primeras mujeres pilotos de líneas comerciales que debió desviar su avión el fatídico 11 de septiembre de 2001 y aterrizar en un pequeño pueblo de Canadá. Un hecho real que cambió la vida de todos sus habitantes y pasajeros.
–Sos tripulante de cabina y en teatro interpretás a una piloto. Ficción y realidad se unieron en tu vida.
–Todo se dio de una manera mágica. Íbamos a estrenar Come From Away y comenzó la pandemia. Fue un momento de mucha incertidumbre porque no sabía si iba a volver a actuar. Con mi novio Bruno, que también es actor, evaluamos hasta dónde íbamos a llegar con nuestros ahorros. Mi amiga Carla [se refiere a Carla Calabrese, la directora de la obra, que también es actriz y productora] y su marido, Enrique Piñeyro, habían comprado un Boeing 787 para hacer vuelos humanitarios. En pandemia, llevaron respiradores a la India, hicieron el relevo de los barcos pesqueros ilegales en el mar Argentino… Como Carla conoce mi perfil solidario y mi compromiso social, me propuso hacer el curso de tripulante. Además, yo hablo inglés fluidamente porque mi familia es de origen inglés, así que les venía perfecto.
–Formaste parte de uno de los vuelos que fue a buscar refugiados ucranianos a Polonia…
–Me emociona mucho pensar en ese momento [al recordar el viaje que realizó en marzo de este año se le quiebra la voz y se le llenan los ojos de lágrimas]. Esas personas estaban perdiendo todo. Recuerdo a una pareja de 90 años que estaban rotos. A esa edad dejar todo, tu país, tu casa, tus afectos… es muy cruel. Durante el vuelo estás muy operativo, estás preparado para resolver lo que surja, realizar primeros auxilios, traspasar el límite del idioma. Muchas de esas personas pensaban que era polaca por mi fisonomía y me hablaban desesperados y yo no entendía nada. Teníamos dos traductores que nos explicaban qué medicinas necesitaban. Todo te da mucha impotencia. Pero hay un momento en el que parás para respirar y registrar todo lo que está pasando. Al regresar a Barcelona me quedé sola y no podía parar de llorar.
–¿En qué cosas sentís que te cambió esta experiencia?
–Fue un cachetazo de realidad que me puso en eje sobre lo que realmente importa y distinguirlo de las pavadas por las que nos hacemos problemas. Digamos que no soy la misma mujer después de estos vuelos con los refugiados ucranianos. Si bien siempre hice trabajos solidarios, esto me hizo dar cuenta –una vez más– de que solos no podemos. Hay que aportar desde cada uno. Por mi parte, voy a estar dando siempre una mano donde pueda.
–¿En algún momento pensaste en dejar la actuación para dedicarte de lleno a la aviación?
–El año pasado, el mismo día que me dieron la licencia como tripulante, recibí un llamado de Luis Ovsejevich –el presidente de la Fundación Konex– para decirme que iba a recibir el premio a Mejor Actriz de Musical de la década por mi trayectoria. Es un premio que soñé desde chica porque es votado y entregado por colegas. Fue una señal para mí, como si me dijeran: “Tu trabajo como actriz no se terminó para nada”.
“ES MI SEGUNDO CASAMIENTO”
De chica fue montañista y trabajó como guía. Cuando terminó la secundaria, Melania estudió la Licenciatura en Artes Dramáticas y en Composición Coreográfica con mención en Comedia Musical, ambas carreras en el Instituto Universitario Nacional del Arte. Dio clases de yoga en geriátricos (“Lamentablemente ahora cambiaron los protocolos y por eso no lo estamos haciendo”, nos cuenta), actualmente está grabando una serie y espera con entusiasmo el estreno de Limbo (Star+), donde comparte cartel con la española Clara Lago, Mike Amigorena y Enrique Piñeyro, entre otros.
El gran amor de su vida llegó hace cinco años de la mano de Bruno Pedicone, con quien comparte profesión y pasión por el teatro. A su agenda agitada, Melania sumó otro plan y realizó el vestuario de la obra que está por estrenar su novio, Cuando la lluvia deje de caer. “Me gusta hacerlo y de paso le hago ahorrar unos mangos”, dice entre risas y cuenta entusiasmada que planean casarse en los próximos meses. “Es mi segundo casamiento. Me encanta casarme”, dice mientras ríe. “Con Bruno tomamos la decisión de no tener hijos y el matrimonio nos da la sensación de familia: él, Bu [su perro de 9 años] y yo.
–No todas las mujeres son tan sinceras para decir que no quieren ser madres…
–Me cuesta un poco decirlo porque en mi familia hay muchos chicos. Tengo hermanos trillizos –todos con hijos– y una hermana. En realidad, lo que me pasa es que tengo angustia ambiental, creo que el mundo –así como está– no necesita más seres humanos. En algún momento tuve el deseo, pero no en este momento. Convengamos también que los años le quitan romanticismo a la maternidad.
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