Distanciada de su marido, el polista Justo Saavedra, nos recibe en su casa de Martínez junto a su heredera menor y nos confiesa que espera salir fortalecida de la crisis que atraviesa
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“En construcción”. Así define su presente Julieta Kemble (50). Madre de tres hijos, albacea de la obra de su padre, el artista (y maestro de maestros) Kenneth Kemble, y aguda comentadora de la realidad política del país, la modelo de los 90 está atravesando una crisis vital que decidió encarar de frente, movida por un solo objetivo: salir más fuerte.
“Tomé conciencia de que estoy en la mitad de la vida y que mi deber es disfrutarla de verdad. Durante los últimos veinte años, tuve una dedicación absoluta a mis hijos y me dejé de lado como mujer. Me corrí de mi deseo, de mi feminidad, de mi libido… Fue mucho más bestial que un simple ‘Me dediqué a los chicos’”, nos confía Julieta. La producción de fotos acaba de concluir y la ex mannequin, que brilló durante los burbujeantes años 90, está sentada en el comedor diario de su casa en Martínez. Allí vive con sus tres hijos, Octavio (21), Tasio (17) y Amalia (15), fruto de su matrimonio con el polista Justo Saavedra (56), de quien está separada.
“Mis chicos ya son bastante independientes y no tienen ganas de hacer planes conmigo. A mí me quedaba planear cosas con mi marido, pero lo que antes me resultaba cómodo, dejó de serlo. No quise seguir con Justo así y se lo planteé. Me pareció importante dejar de lado el miedo a la soledad, exteriorizar lo que me estaba pasando e intentar resolverlo”, agrega Julieta, que hace seis meses y medio decidió tomarse un tiempo, tras veinticinco años de relación.
–¿Cómo definirías, entonces, los términos de tu separación?
–Mi separación estuvo causada por una necesidad mía, muy personal. Charlamos sobre lo que me estaba pasando, barajamos opciones, y él tomó la decisión de mudarse de casa. Un día, me pregunté: “Este matrimonio, ¿tiene que seguir así o tiene que haber algún cambio?” y ahí fui.
–¿Cómo te sentís ahora?
–Estoy tranquila. Me siento más sola que al principio porque uno tarda en caer, pero Justo es una persona maravillosa, y hablamos todos los días. Estoy trabajando para estar más conectada con mis emociones. Soy hija única, de padres con mucho carácter, y, quizás, no soy digna de tener un hombre como él a mi lado. Todos me dicen: “Arreglate, que se va a enganchar con otra mina”, pero yo prefiero asumir el riesgo. Estoy sanando y si las cosas no llegan a funcionar con Saavedra, sé que, con el tiempo, se va a dar cuenta del amor profundo que yo siento por él.
–¿Cómo está Justo?
–Está haciendo su historia y yo no me meto. No ando revisando sus redes sociales ni nada por el estilo. De todas maneras, me cuesta pensar en que lo nuestro se termine definitivamente. Siento que nuestra separación es transitoria.
–¿Qué les dijeron a sus hijos?
–No tuvimos la famosa charla familiar. Hablé con cada uno por separado y respondí sus inquietudes.
–¿Hacés terapia?
–Claro que sí. Estoy asistida por un grupo de mujeres que consulto seguido además de mi psicóloga. Tengo astróloga, numeróloga, estoy haciendo biodescodificación, constelaciones familiares. Soy de pedir ayuda, no soy soberbia en eso.
–¿Qué visualizás al final de este camino?
–Me veo con éxito laboral y muy enamorada. Puede ser de Justo o de otra persona.
DE HERENCIAS Y APRENDIZAJES
La cita fotográfica con ¡HOLA! incluye a Amalia, la menor de los Saavedra Kemble, que aceptó la invitación de posar junto a su madre y jugar a ser modelo por una tarde. “Tenemos un vínculo muy fuerte. Ahora estamos atravesando un momento crítico, propio de su edad. Amalia es inteligente, sabe lo que quiere y lo impone. Nos admiramos, chocamos, es un aprendizaje mutuo…”, se sincera Julieta, que fue descubierta a la edad que ahora tiene su hija.
–¿Hablan de su futuro con Amalia?
–Sí, todo el tiempo. Está pensando qué quiere hacer. Le gustan el diseño, la arquitectura, la moda, la fotografía, y este año me pidió que la anotara en un curso de costura. Además, tiene claro que quiere ser madre de una hija, le hubiera encantado tener una hermana mujer.
–¿Qué hay de Octavio y de Tasio, sus hermanos?
–Octavio estudia Comercio Exterior y está trabajando. Está de novio y ahora que pasó la adolescencia está muy cariñoso y dulce. Sus amigas me dicen que es un varón con el que se puede hablar, que sabe escuchar. Tasio va a terminar el colegio este año y se va a ir a vivir a Europa. Lo tiene decidido desde los 12 años. Es un chico muy especial, me viene hablando de la invasión rusa a Ucrania desde hace meses.
–¿Haber sido hija única motivó tu decisión de tener más chicos?
–Absolutamente. Justo también fue hijo único, pero no lo padeció tanto como yo. Yo no sabía cómo funcionaba la relación fraternal, para mí era una ficción hasta que tuve a los tres.
–Fuiste criada por padres separados cuando eso no era común. ¿Cómo lo viviste?
–Fue duro porque no sólo era hija de padres separados, sino que mi padre, además, era artista. Nuestra realidad era bastante extraña para la gente de zona norte. Con el tiempo me fui acostumbrando y ahora agradezco haber tenido un padre poco convencional.
–Kemble era una persona de carácter, ¿cómo era en su rol de padre?
–Muy dedicado. Mi madre, Berta Haendel, también. Los dos cumplieron sus respectivos roles con todas las letras, pasa que ambos tenían un carácter muy fuerte y cuando chocaban era una batalla campal. De ellos aprendí a no negociar lo que es importante para mí y a no ser hipócrita.
–¿Te gustaría que Amalia fuera modelo, como vos?
–Sí, pero ella no ve al modelaje como un fin en sí mismo. Los chicos de ahora tienen otra mentalidad: prueban, aprenden y ya está. En mi época, con ser modelo era suficiente, pero yo siempre quise algo más. Por eso me licencié en Comercialización y Dirección de Empresas en la Universidad de Palermo, estudié Religiones Comparadas y Teatro en Nueva York, e hice varios años de Comunicación e Historia del Arte, también en la de Palermo.
–¿Te descubrió Pancho Dotto?
–No, me descubrieron Pablo Castro Videla y Marcela Arias Uriburu [la hermana de Gabriela]. Tenían una agencia de modelos divina que se llamaba PCV. Pasé por la de Ricardo Piñeiro y de ahí me fui a la de Pancho Dotto. Él me cuidó mucho y me mandó a hacer carrera a Europa.
–¿De qué te cuidaba? ¿De malas influencias?
–No, porque yo no metía la pata en cualquier lado. Estaba atento a que todas las que trabajábamos con él estuviéramos bien y en contacto con gente seria.
–¿Estuviste expuesta a situaciones complicadas para tu edad?
–No. Nunca estuve en contacto con la droga, no tuve propuestas de ningún tipo, ni sufrí acoso. Pancho nos cuidaba como si fuéramos hijas. ¿Sabés qué pasa? Lo podrido vino después, con algunas agencias que rompieron el mercado. Uno ve el pasado con esos ojos y piensa que todo el mundo trabajaba de una manera podrida, pero no fue así.
Pancho creó a Araceli González, a Valeria Mazza, a Carolina Ardohain… Dejó su vida personal de lado para dedicarse a eso y se lo tomó muy en serio.
–Fuiste protagonista de los años 90, una era paradigmática de la Argentina.
–Lo hablábamos el otro día. Nosotras no teníamos conciencia de lo que estábamos viviendo. Cuando me fui a vivir a Europa, con 18 años, me codeé con gente increíble, pero no lo registré. A su vez, me bajé del barco muy rápido. Tuve una carrera corta, duró alrededor de cinco años.
–¿Por qué abandonaste?
–No me gustaba estar esperando horas y horas para ver si a un tipo le gustaba o no mi cara. Era una actividad muy superficial, y la gente con la que yo tenía que hablar no me estimulaba. Otras chicas supieron reconvertirse. Valeria pudo hacer una carrera internacional porque tenía a Ale Gravier a su lado, acompañándola día y noche.
–¿Cómo recordás ese momento?
–Como un tiempo de una gran inseguridad. Me faltaba trabajo interior y madurez. Hoy, me siento mucho mejor que en aquella época.
–Habrás tenido una carrera corta, pero la gente te sigue reconociendo.
–Sí, todavía se acuerdan de mí. Mi trabajo en la televisión [primero en Intratables, como invitada, y después como panelista en Incorrectas, el programa de Moria Casán, y en Pampita Online] me permitió sumarle contenido y una voz a esa imagen. Ahora estoy alejada de la televisión. Me surgieron propuestas, pero ya no sé si mi lugar está ahí. Estoy con ganas de explorar las redes, YouTube, Instagram TV… Mientras lo armo, sigo en este camino de aprendizaje personal. Quiero ser mejor persona y darles un buen ejemplo a mis hijos.
Producción: Sergio Bárbaro / Maquillaje: Elizabeth Flecha, para Sebastián Correa Estudio, con productos Givenchy y Schwarzkopf / Peinado: Guillermo Parra, con productos Kérastase / Agradecimientos: Ménage à Trois, Mishka, Rapsodia y Redondo Frydman.
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