La socialité italiana y el productor organizaron un romántico trip por Londres, Roma y la Toscana. “Vivimos cada viaje como si fuera una luna de miel”, asegura ella
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Tal como lo hacen desde que se conocieron hace 22 años, Gustavo Yankelevich (73) y Rossella Della Giovampaola armaron las valijas y partieron hacia Europa. Esta vez, el viaje –con primera parada en Londres– fue la excusa perfecta para un reencuentro familiar y festejo de cumpleaños. Acompañada por el reconocido empresario y productor de televisión, la socialité italiana celebró su aniversario con su hija María Toscana (28)– nacida de su matrimonio con el banquero Jorge Garfunkel, quien murió en 1998–, su hermana Patricia Della Giovampaola y el nieto mayor de Yankelevich, Franco Yan (22), que desde hace cuatro años construye su carrera artística entre Londres y Madrid. “Somos una gran familia y de alguna manera siempre le buscamos la vuelta para no perdernos y seguir conectados a pesar de la distancia y de las circunstancias”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina Rossella, desde Italia, su país natal.
La escapada continuó hacia Montepulciano, en La Toscana, un destino ya tradicional de la pareja. “Es el lugar del mundo que más amo, nací ahí. Tan fuerte será ese sentimiento que también se lo transmití a mi hija (allí, la joven licenciada en Literatura organizó en 2021 su romántica boda con el financista británico Xander Alari-Williams). Gustavo enseguida se enamoró del pueblo y ahora es él quien me pide irnos cada tanto allá”, explica. Si bien Rossella vive desde 2019 en Punta del Este con el empresario, su agenda la lleva a repartirse entre Buenos Aires, París y Londres. “Hubo un momento de mi vida en el que tenía que viajar todos los meses porque mi papá estaba muy enfermo. Y Gustavo en ese sentido me bancó siempre”, cuenta.
–Están juntos desde hace más de dos décadas. ¿Qué es lo que te acordás de ese primer encuentro?
–Yo hacía dos años que estaba viuda, tenía 36 años y una hija de seis. Para ese entonces todo el mundo tenía un candidato para presentarme y eso para mí era un bodrio tremendo. [Se ríe]. De hecho, estaba a un paso de volver a vivir a Italia con mi familia y hasta había elegido colegio para Toscana. En esos días mi hermana me llamó para decirme que tenía un tipo que se llamaba Gustavo Yankelevich para presentarme. Yo no veía nada de televisión, sólo dibujitos animados, así que no tenía ni idea quién era. Tampoco lo había visto en eventos porque nunca fue de exponerse mucho. En fin, Patricia organizó una cena en su casa con Gustavo y un gran amigo suyo, Gino Renni, con quien había trabajado en el ciclo de humor Mesa de Noticias.
–Fue una clásica cita a ciegas…
–En realidad, fue a ciegas sólo para mí porque fui sin haber visto una foto de él. Gustavo, en cambio, ya sabía todo de mi vida y obra. [Se ríe]. Y creo que por eso estaba más nervioso que yo. Recuerdo que lo primero que me dijo fue: “Soy antipático, corto y estoy siempre de mal humor”. Y esa noche, no me preguntes por qué, no paró de hablar y no paró de reír. Pensé: “Si un tipo que te presenta todas sus debilidades apenas lo conocés, te muestra que logra trabajarlas, chapeu! Debe de ser un hombre interesante. Y tenía razón. Es un hombre encantador.
–¿Cómo es su relación hoy?
–Tenemos un vínculo de mucho amor y compañerismo. En todos estos años vivimos cosas maravillosas y también espantosas, pero las atravesamos juntos, acompañándonos. Ayer lo fui a despedir porque se volvía a Montevideo y cuando nos separamos en el aeropuerto lo hicimos con un amor... Porque cada viaje que hacemos es como si recién empezáramos nuestra luna de miel. Es raro de explicar.
–¿Qué es lo que te sigue enamorando de él?
–Gustavo es un hombre sólido, derecho, cristalino, un ser leal. Es una persona sobre la cual me puedo apoyar incondicionalmente. Él me sigue queriendo y lo noto a través de su mirada. A veces siento que me mira como esas primeras veces y es muy lindo sentirse así con alguien después de tanto tiempo juntos. Gustavo es mi vida, mi núcleo. Sé que por momentos es muy distraído y colgado y que piensa mucho en su trabajo, pero cuando me mira, me vuelve a sorprender y me dice “qué bien te queda ese vestido, qué linda estás”.
"Somos una gran familia y, de alguna manera siempre buscamos la vuelta para no perdernos y seguir conectados a pesar de la distancia"
–¿Cómo es la vida con una familia ensamblada?
–Gracias a Dios estamos muy bien. La familia de Gustavo es maravillosa, sus nietos de parte de su hija Romina son unos soles: Azul es un rayo, superinteligente, brillante, compañera; Franco, que está armando su carrera como actor, es un hombre sensible y cariñoso y Valentín, lo mismo. Y su hijo Tomás es un amor, también; su mujer Sofía, sus hijos… Ahora estamos organizando las cosas para juntarnos todos, tal vez en Miami, para fin de año, porque en diciembre cumplen años Gustavo, Tosky, Tomás y Valentín. Hay algo del valor familia que todos lo respiraron desde chicos.
–Te adoptaron como parte de la familia...
–Y yo a ellos. Juntos atravesamos todas las tormentas, mi hija perdió un papá, Gustavo una hija, por lo que también se encontraron mucho. Hoy los chicos de Romina la adoran a Toscana y ella a ellos, también.
LEGADO DE ESTILO
–¿Siempre te vestiste bien o de chica corrías descalza por el jardín de tu casa?
–Siempre me gustó vestime bien. Mi madre sentía un amor tal por la ropa y la moda que me vestía de punta en blanco, incluso para ir a jugar en el parque con mis amigos. Después la tenía que acompañar cada vez que iba a la modista con sus revistas de alta costura y eso era para mí un suplicio. No me gustaba nada, pero aprendí mucho de moda, telas, confecciones. Enseguida, me transmitió ese fashionismo. En mi casa llegué a tener trece Barbies y les ponía sus medias, zapatos, guantes y vestidos, me encantaba vestirlas.
–Tu hija también heredó esa pasión, ¿no?
–Sí, Toscana vivió algo parecido, pero en vez de arrastrarla a la modista, la llevé de acá para allá a las boutiques de Valentino, de Oscar de la Renta… [Se ríe] Algo se ve que le quedó, porque le encanta.
–¿Cuál es el tesoro de tu placard?
–Tengo un diseño que hizo John Galliano para Dior que es la réplica de un vestido de Eva Perón. Se trata de uno que el propio Dior le había hecho en tono rosado, de un solo hombro y todo bordado.
–¿A qué le tenés miedo?
–[Piensa unos segundos] El paso del tiempo es un partido perdido, así que no hay que luchar contra eso. Lo único a lo que le tengo miedo es a la enfermedad, al deterioro físico. Trato de comer sano, hago ejercicios, no fumo, no bebo alcohol. Mi madre tenía un raye muy importante con el tema de los años que pasan. De hecho, recién supe su edad a mis 15. Su conflicto era tan grande que no festejamos su cumpleaños en mucho tiempo y tampoco los nuestros porque se podía deducir su edad. Hay que aprender a amigarse con una. . Y yo creo que sí soy amiga de mí misma.
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