En La Dolfina, su “lugar en el mundo”, la modelo confiesa: “los 50 me encuentran bien plantada”
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Profunda, curiosa, siempre positiva y en movimiento, cerró el año estrenando sus 50 años y, por primera vez en mucho tiempo, lo celebró varias veces, con diferentes grupos de amigos de toda una vida y rodeada por sus grandes amores: su marido, el polista Adolfo Cambiaso (49), y sus hijos, Mia (22), Poroto (19) y Myla (14). “Me gusta anticiparme, así que retomé terapia enfocada en los cambios a todo nivel que dicen que empiezan a pasarte”, arranca María Vázquez. Acaba de darlo todo en el shooting con ¡HOLA! Argentina y, mientras el sol se desploma sobre el campo de Cañuelas, invita a todo el equipo a tomar el té en el quincho de La Dolfina, su lugar en el mundo, y después se entrega sin apuros a la charla.
–¿Cómo te encuentra el cambio de década?
–Los 50 me encuentran bien plantada, me siento bien, pude cambiar y mejorar muchas cosas. Además, mis chicos están mucho más grandes y tengo más tiempo. Viene un proceso de aceptación y de nuevos proyectos, y se abre una etapa distinta con mi pareja, con más tiempo para los dos, donde hay que reencontrarse en un montón de aspectos.
–Hace 30 años que están juntos...
–Sí, más de la mitad de la vida. El único viaje que hicimos con Adolfito solos en todo este tiempo fue a Nueva York, por tres días, porque tenía que hacerse un tratamiento por un problema en el ciático importante. Nos dimos cuenta de que era alucinante, pero a los dos nos costaba dejar a los chicos. Hoy tenemos cierta libertad, que igual nos cuesta. Nos estamos adaptando a que en breve Poroto empieza a viajar solo y Mia ya lo ha hecho cuando fue a jugar un mes sola a California. Se viene el ejercicio de soltar.
–¿Te da miedo el nido vacío?
–No, estoy contenta con que ellos se independicen, encuentren su camino, hagan lo que les gusta. Mia está mucho más mujer, más plantada en lo que quiere; Poroto ya tiene un camino bastante marcado; y Myla también está más grande, si me tengo que ir unos días por trabajo, puedo hacerlo.
–Contame alguna característica de cada uno.
–La más parecida a mí en carácter es Mia, y es incondicional. A Myla el mundo le queda chico, ella vino por todo y con la misma naturalidad que jugó un torneo de polo con su hermana, de quien es muy compañera, a la semana siguiente desfiló para Lovely Denim. Poroto es un ser muy sensible y, como Myla, es pilchero y cero tímido con la prensa.
–Hablabas de una nueva etapa en el matrimonio. ¿Lo conversan con Adolfito?
–A veces lo tiro al pasar, pero aprendí que hay cosas que uno tiene que trabajar por uno y que el resto se va acomodando. Marcás un camino y el resto te sigue. En mi casa es así, por ejemplo, con el orden, la rutina de los entrenamientos, la alimentación… Arranco yo y se van contagiando, y creo que esa actitud es la que va. Adolfito me acompaña en eso, está más atento a mis necesidades, a veces sin tener que hablarlo. [Piensa] Los procesos internos son personales y a veces incluso la pareja puede ir a destiempo, entonces una vez que lo tengo claro, lo expreso para ver si él puede acompañarme. Eso evita que después uno pase facturas.
–¿Sos celosa?
–Era muy celosa de chica. Cualquier cosa a la que yo le pusiera amor venía acompañada de celos. Con los años aprendí que eso no sirve, me fui curando sola o el tiempo me fue enseñando. Adolfito es muy celoso también, incluso más que antes. En realidad, siempre lo fue, pero hoy es más demostrativo. A mí me divierte, porque no son celos enfermizos, lo siento como que todavía le importa, pero siempre me deja hacer.
–¿Qué más cambiaste?
–Antes era más temperamental, las cosas eran blanco o negro. Hoy entiendo que hay grises, o no todo el mundo es como uno ni tiene los mismos valores que uno. Tengo más paciencia desde que fui madre, no te queda otra porque en un segundo podés arruinarles la cabeza. Por supuesto que esta etapa de hijos adolescentes es bastante más difícil, pero me siento más armada, tengo otras herramientas y me encuentro más segura de lo que tengo, de lo que soy y de lo que quiero. Los hijos son un desafío muy grande, y en mi caso, porque también aprendí a no generalizar, viví momentos de mucha soledad, sumado a que estaba muy insegura.
–¿Sentías soledad cuando viajaban?
–Sí, los viajes para mí siempre fueron un desarraigo. Sobre todo en la etapa de Mia, que era mi primera hija, y, arrancando por mí, quería que todo fuera perfecto: mi familia, mi marido, mi casa, mi trabajo... Para una persona como yo, que siempre quiere estar preparada, era un desborde de cosas que después se acomodaron. Fue muy duro, pero también tuve cosas buenas y me supe organizar. Si no, era inviable hacer esas movidas, armar y desarmar casas cada tres meses, era un montón. Después me di cuenta de que hubo momentos en los que tuve muchas angustias propias, no culpa de nadie. Y me movía en un entorno que tampoco era el mío.
EL POLO, LA FAMA Y LOS NUEVOS PERSONAJES
–¿Fue difícil entrar en el mundo del polo?
–Al principio sí. Yo era más urbana, el deporte no era lo que estaba en mi casa. Papá era diplomático, por lo que viajé desde muy chica y aprendí de mamá lo que era acompañar. Eso lo tenía. Pero no sabía si esto era un hobby, un trabajo; y era en el medio de la nada, porque Cañuelas no era lo que es hoy. Yo tenía otras inquietudes. Hoy, agradezco lo vivido.
–Ahora se ven muchas caras conocidas en el polo. ¿Eso suma? ¿Hay competencia entre las mujeres?
–Competencia no. Sí es cierto que el polo se volvió más mediático. Antes no había personajes como yo, que venía de otro palo y era mediática. Sólo se me ocurren las Trillizas de Oro, aunque ya estaban en otra etapa de sus vidas, o después Susana. Llegué rompiendo algunos prejuicios, con Adolfito que era la nueva promesa del polo, un superstar total, y eso generó mucho revuelo. Nosotros siempre fuimos promotores de que el polo se popularice, Adolfito con la camiseta de Nueva Chicago, yo con el Bailando y la asociación que hubo entre Adolfito y Tinelli con su fundación... Si toda esta movida –ya sean nuevos personajes o las acciones que se hacen como el after polo– suma a que más gente se acerque a disfrutar de este deporte, bienvenida sea. Sí hay como una banalización, se quedan sólo con el outfit, pero hay todo un trabajo que no se ve. Hay personajes que los agarran en otras etapas, más grandes, cada uno hace la suya y se encuentran por el mundo en las circunstancias que quieran, mucho más disfrutable. Yo tuve que armar una familia, armarme una vida acá, entender los códigos nuevos y en ese proceso no perderme. El acompañar no es para cualquiera y no tiene nada que ver con la sumisión: yo no dejé nada, yo elegí a mi familia.
LA ERA DEL DISFRUTE
–¿El paso del tiempo te pesa?
–No, pero me ocupo. No llevaría las cosas al extremo ni iría contra la naturaleza, pero hago todo lo que puedo para verme bien. Mentiría si dijera lo contrario. Trabajo en mi cuerpo, en mi mente y en mi espíritu. Estoy a full con mis dos marcas: con Lanhtropy abrimos un local en Miami y otro en Punta del Este, y con Rokkus uno en La Promenade. Y sigo haciendo cápsulas para otras marcas. Además, estudio idiomas, hice cursos de coaching nutricional, ayurveda, medicina china, todo el tiempo estoy curioseando, porque la gente mayor que veo plena es la que tiene proyectos, sueños. Quiero eso para mí. Adolfito también es así y tenemos que empezar a disfrutar de todo lo que hemos logrado. A él le encanta lo que hace, se siente muy bien y lo demuestra. A mí me preocupa la peligrosidad del deporte, la velocidad con la que van hoy los chicos jóvenes, y él les compite a la par. El tipo está impecable. Siempre digo que yo tengo un superhéroe en casa. Me encanta acompañarlo tanto a él como a mis hijos en toda su parte psicológica.
–Debe ser lindo que sigan el legado de Adolfo y ver cómo él los ayuda.
–Adolfito siempre fue un padrazo, un tipo muy presente. Desde que Mia era chiquita se la llevaba 20 días a Córdoba mientras yo me ocupaba de otras cosas. Con el chupete y su bolsito, ella se iba feliz con su papá. En eso fue superlativo, y a mí me dio una tranquilidad enorme. Yo hay cosas que no suelto porque soy una controladora nata, no es que él no me da la tranquilidad, sino que yo no puedo con mi genio. Hacemos un buen equipo.
–¿Extrañás tus épocas de la tele o de modelo?
–No, porque nunca lo dejé del todo. Siempre que estoy en la Argentina tengo la posibilidad de tener contacto con lo mío. Siempre hay cosas dando vueltas, sólo que a veces no me dan los tiempos o no es justo el proyecto que me tiente. La tele siempre es algo a lo que volvería, me gusta la radio y descubrí que me divertiría hacer streaming. Y este año se va a estrenar en Disney el documental de Adolfito en el que participamos todos. Fue una gran experiencia, quedó espectacular y nos llevó tres o cuatro años filmarlo.
–¿Algún pendiente?
–Tengo la fantasía de hacer un viaje sola, sin conocer a nadie. Nosotros nos movemos en bloque y a veces necesitamos unas vacaciones de nosotros porque estamos todo el día juntos. [Se ríe]. Sin llegar a ese extremo, ahora Adolfito se va con los chicos a trabajar a Palm Beach y yo me quedo un tiempo más haciendo mis cosas y disfrutando de mis afectos fuera de la temporada de polo, que es una vorágine.
–¿Qué más creés que va a traer esta década?
–Me imagino viviendo más liviana, con menos presión conmigo misma. Fui mucho del deber ser y hoy siento que tengo que ser. Quizás pueda estar más asentada en la Argentina. Cambiaso podría hacer unas pasaditas en el exterior para controlar a sus hijos, y yo después los recibiría feliz solos, con novias, novios y con hijos, aunque creo que eso está todavía lejos. El disfrute va a marcar esta nueva década.
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