Con veinte años de trayectoria, repasa sus inicios en la moda, su experiencia con las famosas argentinas, y cuenta el inconveniente que tuvo con una marca internacional
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“Me costó bastante posar en casa”, confiesa la diseñadora de alta costura María Gorof (42) al recibir al equipo de ¡HOLA! Argentina en su piso de Palermo inundado por una espectacular luz natural. Atenta a todo, se pasea entre el living y la cocina para ultimar detalles de lo que se verá en las fotos. Y, como no le gusta dejar cabos sueltos, le pidió a la diseñadora de interiores que la ayudó a decorar su hogar, Sofía Ferrero, que estuviera presente en la producción de la nota.
–¿Es verdad que descubriste tu pasión por la moda en tu infancia? ¿Cómo fue?
–Mi papá, Luis, es arquitecto y mi mamá, Claudia, es publicista y directora de revistas. Mi abuela paterna, Coca, era profesora de Bellas Artes y cosía. Mi abuela materna, Olga, era modista de alta costura. Ya de chica hacía mucho énfasis en las materias de dibujo y pintura, en todo lo artístico. A los 11 años recuerdo estar tirada en el living de casa dibujando figurines, soñaba con los vestidos para las alfombras rojas. Estaba tan claro que lo mío era lo artístico que tuve una charla con mis papás para ver qué educación encontraba al respecto. Por eso fui a un secundario técnico, donde tenía dieciséis horas semanales de taller de dibujo, además de fotografía, cine, bellas artes y redacción de textos. También trabajaba como pasante en editoriales de moda y cubrí el desfile de Versace en la Argentina.
–¿Cuáles fueron los pasos previos a crear tu marca a los 21 años?
–Trabajé en múltiples cosas. Una de las experiencias que más me nutrieron fue la de haber trabajado en un hotel cinco estrellas. Aprendí cómo atender al cliente, cómo saber lo que necesita sólo con una mirada. Es decir, la trastienda del servicio de lujo.
UN SALTO AL VACÍO
Cuando nació su marca “María Gorof” –hoy simplemente es “Gorof”–, la diseñadora no se animaba a hacer ropa de noche, lo que más adelante se convertiría en su especialidad. A los 23, abrió su primer local en Acassuso y, años después, otro en Martínez (llegó a tener los dos a la vez), atendidos por ella misma. “Hacía trajes, suéteres, más prêt-à-porter. Pero pensaba: ‘¿Quién me va a comprar un vestido a mí?’”.
–¿Cómo te animaste a dar ese paso?
–Puse dos vestidos divinos en mi primer local y se vendieron en una semana. Ahí me di cuenta de que me tenía que animar. Empecé a agregar vestidos; primero tres percheros, después cinco. Y, de manera autodidacta, fui aprendiendo a tomar una prenda y entender qué necesitaba el cliente en cada ocasión.
LA BENDICIÓN DE NATALIA OREIRO
Después de ocho años de trayectoria en la zona norte de Buenos Aires, María decidió mudar su marca a la ciudad. “Me animé a perder todos mis clientes y empezar de cero con prendas de noche hechas a medida. Los primeros meses los pasé fatal. Igual que cuando abrí mi primer local, si no vendía, no comía”, recuerda. Y aunque su primer desfile “fue un horror”, el segundo fue un antes y un después para su carrera. “Hice algo muy jugado para esa época. Las modelos salían en culotte y soutien con un vestido transparente arriba. Mi idea era forrarlos después, pero eran así para la pasarela. Cuando terminó, me llamaron del equipo de Natalia Oreiro porque ella quería uno de esos vestidos. No lo podía creer porque en ese momento, su marca estaba a full”, cuenta la diseñadora, que enseguida comenzó a recibir los llamados de otras famosas, como Zaira Nara.
–A Oreiro la vestiste en varias oportunidades, se convirtió prácticamente en tu musa…
–Es un placer trabajar con ella, es muy profesional y obsesiva, humilde y generosa. ¡Las dos cumplimos años el mismo día, el 19 de mayo! Para los Martín Fierro, Nati me dijo: “Necesito saber si vas a hacer mis cambios porque voy a cantar y estoy muy nerviosa”. El segundo vestido [que la actriz lució durante el In Memoriam] iba a ser blanco. Ya lo teníamos casi hecho y un viernes, no me podía dormir porque sentía que el vestido no me impactaba. Me levanté a las dos de la mañana y diseñé uno nuevo.
–Este año, Dolores Fonzi lució un diseño tuyo en los premios Oscar. ¿Fue un sueño hecho realidad?
–Fue una sorpresa, lo viví con mucha alegría y emoción. Nos vinculó Julieta Cardinali, que suele vestirse mucho conmigo. En los Oscar, Santiago Mitre [pareja de Fonzi y nominado por Argentina, 1985] me contaba que la gente se acercaba a Dolores para preguntarle de dónde era su vestido. Gracias a esas red carpets me contactaron muchas productoras internacionales. Hace poco vino Bárbara Muschietti al país [productora y guionista de cine] y pidió que yo la vistiera. También armé tres cambios para una gala de Tiffany que Suki Waterhouse tuvo en Brasil. Con Dolores voy a volver a trabajar para los festivales de Venecia y de San Sebastián.
–¿Es cierto que en 2021 te contactaron de la Cámara de la Moda de Nueva York para avisarte que una marca internacional estaba copiando tus diseños?
–¡Sí! Me preguntaron qué quería hacer, y yo dije que por ahora nada. Me halaga un montón que una de mis marcas internacionales favoritas [prefiere reservarse cuál] levante mis diseños y los haga masivos. Quiere decir que estoy haciendo las cosas bien y creo que le da más valor a mi trabajo. Ahora estoy proyectando mi marca al mercado exterior: tengo propuestas para desembarcar en Europa y en Estados Unidos.
–¿Qué te dice tu abuela Olga cuando ve tus logros?
–Mi abuela me llama cada vez que salgo en alguna revista o me ve en un evento. Es la que más festeja mis logros profesionales, sobre todo porque sabe cómo es el laburo. Yo me crie mucho en su casa, la veía bordar, coser, tejer…
–¿Cómo te desconectás del trabajo?
–Hago yoga, voy al gimnasio y salgo a andar en bicicleta. Me gusta comer rico, pero sano, y ver películas. Cuando puedo, me junto con amigos. Pero, en general, veo tanta gente durante el día que prefiero las reuniones chicas. Mi hija Mila (9) es mi gran cable a tierra y con ella armamos todo tipo de planes. Con mi novio y su hija también.
–¿Con tu pareja armaron una familia ensamblada?
–Vivimos cada uno en su lugar, pero tenemos hijas de la misma edad. De hecho, nos conocimos a través de ellas, que son mejores amigas. Ellas armaron todo, planearon que una mamá del colegio nos cocinara para que Matías me pidiera ser su novia. Muy de película todo.
Maquillaje y peinado: Rocío Somoza para Sebastián Correa Estudio
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