Tres generaciones de mujeres que nos hablan del fuerte lazo que las une, de dolor y de aprendizajes
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Son estrellas, esas que tienen cinco puntas. Ni Elena Fortabat (67) ni su hija Carolina Oltra (37) recuerdan quién de ellas tuvo la idea de hacerse ese tatuaje, ni tampoco se acuerdan cuándo fue que se lo hicieron. Lo cierto es que las estrellas están ahí, grabadas con tinta, y ellas las exhiben orgullosas en la cara interna de sus antebrazos. Elena y Carolina cuentan: “Desde hacía rato que estábamos buscando algo que nos representara”. Son varias las cosas que madre e hija comparten: la moda, la conducción televisiva, la risa fácil, la sinceridad, las parejas que aman la velocidad y la resiliencia.
“Soy una geminiana que no puede parar ni un segundo. Me levanto a la mañana y vivo a mil. Nada me detuvo en la vida, ni siquiera la muerte… y mirá que tuve muchas muertes en mi vida”, dice Elena. En 1994, murió su hermana Rosa María, como consecuencia de adicción a las drogas; y, en 1996, su otra hermana, Diana, de cáncer. La muerte de su ex marido, Silvio Oltra, sucedió en el medio: el 15 de marzo de 1995. Ese día, cerca de Ramallo, Buenos Aires, cayó el helicóptero en el que el piloto de automovilismo viajaba junto con su amigo Carlos Menem Junior, hijo del entonces presidente Carlos Menem. Allí, Elena perdió a su “gran amigo y compinche” [ya se habían divorciado] y Carolina, por entonces con 9 años, a su papá. “Si bien ya no estábamos juntos, no fue fácil. Él había sido un padre absolutamente presente. Me volvieron loca: durante muchísimo tiempo me llamaban por teléfono, amenazándome”, recuerda.
Tras haber escuchado a su madre con mucha atención, Caro dice: “Después de llorar y vivir angustiada mucho tiempo, en determinado momento, dije ‘Basta’. ¿Qué iba a hacer? A mí, solo me importaba que mi papá volviera. ¿Iba a volver? No. ‘Soltá. Resolvé lo de tu niña herida, que quedó sin papá, y listo’, me dije. Perdono, limpio y continúo. Mamá se define como ‘superviviente’. Yo, como ‘resiliente’”.
–¿Cómo llegaste ahí?
Caro: Y… de a poco. Buscando y buscando, con ganas de ver el lado positivo de las cosas. Mi deseo era cortar con esa cadena de mujeres dañadas y reparar. Cuando nació Jazmín [tiene 13 años y es la hija que tuvo con su ex pareja, Freddy Villareal], empecé a preguntarme qué iba a hacer con mi vida: si iba a estar con el medio vaso lleno o arrastrando lo malo… y que mi hija lo viera. El lazo que nos une se ha hecho más fuerte. Nos criticamos, pero estamos siempre juntas. Mi mamá es la persona en quien más confío. Y creo que Jazmín diría lo mismo de mí.
HERENCIAS Y MODELOS
El sonido de las brochas de maquillaje se siente desde el pasillo de la planta alta de esta casa inundada de blanco donde Carolina vive con la familia ensamblada que armó con su segundo marido, el piloto de automovilismo Emanuel Moriatis (42): a Jazmín se sumó Constantino (Toto, 7). La presencia de Elena en la casa de los Oltra-Moriatis es habitual: vive a pocas cuadras [en un departamento que comparte con Héctor Olmo (70, ex gerente de banco), su pareja desde hace más de cuatro años] y, cuando logra congeniar su vida laboral y social, busca a sus nietos al colegio y se queda jugando con ellos, como ahora, que se deja maquillar por Jazmín para la producción de ¡HOLA! Argentina. “Me gusta producirme y sacarme fotos y videos. Mi mamá y mi abuela son mis referentes: son muy coquetas las dos”, dice divertida Jazmín quien, al igual que su abuela y su mamá, ya se imagina como modelo. “Empecé a modelar de casualidad –cuenta Elena–. Cuando trabajaba como recepcionista en Harrod’s, el gerente me preguntó si quería participar en los desfiles de la tienda. ¡No sabía ni maquillarme! Ser modelo me ayudó a independizarme económicamente y a irme de mi casa. Cuando terminé el colegio, mis padres, que eran muy tradicionales y rígidos, me dieron el mismo consejo que yo le di a Caro: ‘Estudiá, trabajá y comprate lo que quiera’. Si bien teníamos una buena situación económica, mi familia no heredó la fortuna de los Fortabat”.
–¿Cómo fue buscar trabajo con ese apellido?
Elena: Durante toda mi vida, me han preguntado: “¿Para qué querés trabajar vos, si sos Fortabat?”. Sucede que soy de la parte pobre de los Fortabat: cuando Alfredo Fortabat [el empresario que fundó la cementera Loma Negra] murió, quien heredó esa fortuna que, en principio, habían traído mis bisabuelos al país, fueron Amalita [Lacroze] y su hija, Inés Lafuente. Hasta el día de hoy, recibo pedidos para donar plata, para dar trabajo a la gente… Yo trabajé siempre y traté de darles a mis hijas [además de Caro, Elena es madre de Sofía, que es hija de su segundo matrimonio y hoy vive en Costa Rica] lo mejor que pude. Siempre fui autónoma y, como no puedo vivir de mi jubilación, sigo trabajando y no se me caen los anillos. Me la rebusqué toda la vida y ese mensaje se lo pasé a Caro.
Caro: “Ah, qué bien. ¿Querés la remera? Bueno, entonces, no salgas: ahorrá”. ¡Así me decía! Y yo sufría como loca. [Se ríe]. Así que empecé a trabajar como modelo un poco por casualidad… pero otro poco (bastante) por mamá, que le fastidia ver a la gente inactiva [Se ríe]. A los 17 años, cuando estudiaba Comunicación Social, ya me habían llamado para hacer fotos para diferentes producciones. Por un lado, necesitaba trabajar porque ¡mamá no me daba ni un peso! Pero, por el otro, el trabajo de mamá no me gustaba nada. Y, cuando ella venía a buscarme a la puerta del colegio, maquillada como una puerta y con tacos aguja, yo moría de vergüenza. Me parecía un espanto tener una mamá así… y un papá que corría carreras y venía a buscarme al colegio con una casa rodante que decía “Silvio Oltra Competición”. Tenía dos padres particulares.
–¿Cuáles fueron las cosas de Elena que cambiaste?
Caro: Cuando sos vos la que tiene que conseguir algo, el valor cambia. Mi primer departamento y mi primer auto los compré a los 21 años gracias a mi trabajo. Y siempre le digo: “Ma, esto estuvo buenísimo”. Pero yo, con Jazmín, soy un poco más complaciente. Soy un poco más permisiva en algunas cosas y, en otras, estructurada.
–¿Por ejemplo?
Caro: Cuando comemos, lo hacemos a una hora determinada y no vuela una mosca; esto es: no hay celulares. Soy respetuosa de los momentos de la familia. Creo que soy así porque mamá no nos puso ningún límite y yo los buscaba desesperadamente. Como mis abuelos eran muy estructurados, mamá terminó educándonos a mi hermana Sofía y a mí con libertad absoluta: si era por ella, comíamos en bandejas en las habitaciones [Se ríe]. Yo soy compinche con Jaz, pero no soy su amiga: soy su madre. Y soy más hogareña que mamá, que está yendo y viniendo todo el tiempo [se ríe], y más cariñosa. Mamá es muy ejecutiva y siempre te saca las papas del fuego, pero, para contenerte, olvidate. Fue un témpano conmigo, una momia.
Elena: ¡Es que vengo formateada así! Todavía hoy me acuerdo de cuando mi papá [Juan Fortabat, doctor en Ciencias Económicas y ex presidente de Bonafide] me abrazó: me quedé dura, sin saber qué hacer. Con mis parejas he sido igual; pero con mis nietos soy lo cariñosa que no fui con mis hijas.
–¿Te afectó ser abuela?
Elena: El único y gran impacto fue cuando mis nietos me dijeron “abu”. Después, todo es hermoso. Así como no fui una madre “normal” para Caro, no soy una abuela tradicional, como la que yo tuve cuando era chica, con pelo blanco, tejiendo en la hamaca. Me gusta divertirme con ellos; en las fiestas, bailamos a la par. Hago spinning, pilates, de todo… Me siento con capacidad de hacer cosas y voy a seguir haciéndolo a pesar de que ya tengo reemplazo total de cadera. [Se ríe].
–¿Qué le dirían a Jazmín si quisiera ser modelo?
Elena: Yo fui modelo por necesidad: para mantener a mis hijas. Y cuando Caro empezó a trabajar, iba con ella a todos lados porque me daba mucho miedo cuando iba a hacer temporadas a Pinamar o a hacer presencias en boliches. Cuando vi que estaba bien, la fui soltando. Eran otros tiempos: todavía no había ni celulares ni redes sociales.
Caro: La presión de la imagen es cada vez más fuerte. Hay mensajes que reciben los chicos a través de las redes que me preocupan mucho. Yo estoy un poco alejada del mundo de la moda. Me han ofrecido programas de televisión, pero no me gustan los escándalos ni me desvela el rating. Este año, y a raíz de que llevo bastante tiempo estudiado counseling, coaching y détox regenerativo con Robert Moss, un naturópata norteamericano, me saqué las prótesis mamarias. Para mí, es muy importante darle a Jaz el mensaje de que no se necesita tener ningún plástico para ser mejor o para ser aceptada.
Jazmín: Me encantaría ser modelo. Sé que las dos, que me aman, me ayudarían y me acompañarían en todo momento. Se pondrían nerviosas porque las dos porque son igual de ansiosas (y la abuela es más ansiosa que mamá). Ahora, lo que quiero es que me dejen tatuarme las mismas estrellas que ellas tienen.
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