Amada, copiada y admirada por hombres y mujeres por igual, celebramos su cumpleaños con un recorrido visual único
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Nació como María Susana Giménez Aubert, se hizo conocida como Susana Giménez y su carisma inigualable la convirtió, simplemente, en Susana o Su, como le dicen sus fans. Hija de Augusto “Johnny” Giménez Aubert y de Luisa Sanders, nació a las 10 de la mañana del 29 de enero de 1944, por parto natural y de la mano del doctor José Grinberg. Según contó alguna vez, la vida familiar no fue precisamente un lecho de rosas debido a las constantes peleas de sus padres, pero ella, fiel a su naturaleza, siempre eligió quedarse con lo positivo. En aquel entonces, al igual que ahora, era una ávida lectora. Pero también pasaba horas jugando a las muñecas, especialmente con su Marilú (la muñeca top de ese momento), o aprendiendo a tejer con su abuela. También le gustaban los programas que le armaba su abuelo Alberto. Entre sus favoritos estaban patinar en Plaza Alemania e ir al cine a ver las películas de Gregory Peck y Rita Hayworth. ¡Soñaba con ser como ella! Y quizás haya sido ese el principio de todo…
Según describió en su libro Detrás del maquillaje (1994), su madre, que se dedicó toda la vida a la casa, era una “usina de ternura, la infinita comprensión” y de su padre aprendió, en tiempos de derrumbe económico, a seguir mirando siempre hacia adelante.
En el colegio primario era una líder natural, le gustaba ser querida y valorada. A los 7 años su padre, queriendo repetir lo que él había vivido, la puso pupila durante tres años en el Quilmes High School, algo que le costó muchísimo. “Era duro. Nos levantábamos a las seis de la mañana, hacíamos las camas y yo extrañaba muchísimo”, recordó alguna vez. Algunos problemas bronquiales hicieron que la sacaran. Años más tarde, cuando la familia se mudó a Martínez, pasó al San Isidro Labrador. Y entonces empezó la etapa de las fiestas, las salidas y los primeros novios.
SU PRIMER MARIDO, EL PRODUCTOR Y EL BOXEADOR
Con apenas 17 años, Susana se casó con Mario Sarrabayrouse en la iglesia San Martín de Tours y tuvo a su única hija, Mercedes, que es la luz de sus ojos, su compañera y a quien escucha especialmente. Cuatro años más tarde se separaron. “Nací en una casa con un matrimonio que no era feliz, con muchos problemas, mi madre se separó recién cuando yo tenía 18 años. Entonces yo pensé ‛¿por qué hay que aguantar y llorar? Cuando no va, no va’”, aseguró en una entrevista televisiva.
Al principio empezó a trabajar con su papá, que tenía una fábrica de jabones. Pero, en 1967, con la necesidad de mejorar sus ingresos y sin querer depender de nadie, empezó su carrera como modelo publicitaria. Un año más tarde se enamoró del productor Héctor Cavallero, con quien compartió ocho años. “Héctor fue una influencia absolutamente positiva como artista y como madre, también (…) lo nombro con muchísimo cariño, profundo respeto y aunque no lo veo casi nunca, lo recuerdo agradecidamente”.
En 1970 filmó en Ascochinga el comercial de jabón Cadum, donde terminaba diciendo el famoso “¡Shock!” que la catapultó a la fama internacionalmente. También en esa época filmó comedias livianas y taquilleras, y logró su primer Martín Fierro como revelación por su trabajo en Matrimonios y algo más. Ávida de nuevos desafíos, en 1971 debutó en el Astral con Las mariposas son libres (junto a Rodolfo Bebán y Ana María Campoy) y fue un suceso absoluto.
En 1974 debutó en el teatro de revista y filmó La Mary, que le dio un giro a su vida. “Fue un libro que leí y me encantó, armamos una producción y busqué al director, quería que fuera Daniel Tinayre. Él lo eligió a Carlos Monzón”, contó en su momento. La realidad superó la ficción y vivieron una relación apasionada y explosiva que llenó páginas y páginas de revistas durante cuatro años. “Él tenía un problema con el alcohol. Al principio no era tanto, pero después no soportaba que tomara, se convertía en una persona que no me gustaba. Tuvimos épocas buenas y malas pero mi recuerdo es positivo”, reveló en una entrevista televisiva.
En 2019 le dijo a Clarín: “Una vez me golpeó, en Nápoles, no me lo olvido más. Se dijeron muchas pelotudeces al respecto, como que me pegaba seguido, así que dejémoslo claro: me pegó esa noche en Italia, fue horrible. Me dejó un ojo negro”. Estaban filmando juntos Il Conto E Chiuso y él se puso celoso de Luc Merenda, un actor francés que trabajaba en el film y fue a saludarla al tráiler. “Era un enfermo de los celos. Esa noche había una fiesta y yo no quise ir porque sabía lo que iba a pasar. Cuando volvió al hotel estaba totalmente en pedo y agresivo. Empezamos a discutir a los gritos, me fajó y salí corriendo de la habitación”, profundizó. Acto seguido volvió a la Argentina y fue el fin de la relación.
RICARDO, EL CENICERO Y OTROS AMORES
En 1974, motivada por el sueldo, debutó en La revista del oro (teatro Astros). En 1980 encabezó su primer programa, Alberto y Susana, con Alberto Olmedo, y a los pocos meses, tras un breve romance con el basquetbolista Norberto Draghi, conoció a Ricardo Darín, entonces un galán en ascenso y hoy un hermano de la vida. Darín tenía entonces 21 y ella trece más. Como siempre, Susana hizo oídos sordos al qué dirán, siguió a su corazón y estuvieron juntos ocho años. “Es una de las mejores personas que conocí en mi vida. El amor se transformó en una hermandad. Sabe que siempre voy a estar para él, para sus hijos y para su mujer, Florencia, a quien quiero muchísimo”, contó alguna vez.
Después de que ella la rompiera con el musical La mujer del año, que estrenó en 1983 en el Maipo y estuvo en cartel tres años, en 1986 Ricardo, Susana y Arturo Puig protagonizaron Sugar, otro éxito en su carrera. A ese musical le siguió otro, Molly Brown, y en el 87, la vuelta a la televisión con Hola, Susana (más tarde llamado Susana Giménez), un éxito sostenido que en 1998 entró al Libro Guiness de los Records por la cantidad de cartas que se recibían, la consagró como ícono televisivo y en 2022, tras 35 años en pantalla, le valió el Martín Fierro de Platino.
En esta etapa de conductora se enamoró del polista Huberto Roviralta, que se convirtió en su segundo marido. La boda fue el 5 de diciembre en el Registro Civil de la calle Uruguay, en Capital Federal y esa misma noche celebraron con 500 invitados en el Roof Garden del Hotel Alvear, el mismo lugar donde se habían conocido. Una década más tarde, en 1998, se separaron en medio de un escándalo que incluyó el recordado “cenicerazo” de la diva. Y un divorcio en el que tuvo que desembolsar para su ex marido 10 millones de dólares...
A Roviralta le siguió el empresario Jorge “Corcho” Rodríguez. Estuvieron cinco años en pareja y las rosas amarillas que él le regalaba se hicieron famosas. Un tiempo después conoció al uruguayo Jorge Rama, de quien se separó en 2009. “Cuando descubrí sus adicciones lo eché. Ya había notado un cambio antes, así que no me costó nada terminar la relación. Igual, si hubiera estado enamorada, lo habría dejado también porque no soporto a los borrachos ni a los drogones”, se sinceró en una entrevista radial.
Desde entonces, Susana no presentó formalmente a ningún otro novio. Y jura que está sola, encantada con su libertad, algo que defendió y por lo que trabajó duramente toda su vida.
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