En Punta del Este, donde descansa después de un muy buen año laboral, hace un balance de su carrera y su maternidad
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Lorena Ceriscioli respira diferente los días, como si quisiera atrapar con todo su cuerpo ese sol de vacaciones, los brindis de las fiestas con familia, las tardes con amigas en la playa, la sonrisa de ese chico de 7 años que juega a la pelota con el mar quieto de fondo. Dice que recién ahora, a los 48, siente que puede disfrutar a full. Instalada en Solanas con su pareja, el arquitecto Juan Pablo Ramognino (54), la ex modelo, una de las top models más relevantes de los 90, reconoce: “Pasé una etapa de mi vida angustiada, pensando si iba a poder desarrollarme como persona o crecer laboralmente. Estaba pendiente del futuro. Ahora, en cambio, vivo día a día”. ¿Qué marcó el cambio? Su hijo Gennaro. Tenerlo no fue fácil para Lorena: los diagnósticos médicos sentenciaban que –debido a los miomas, la endometriosis y la talasemia [una anemia hereditaria] que tenía– nunca sería mamá, ni siquiera después de operaciones o tratamientos in vitro. “No quise aferrarme a los diagnósticos. Es importante escuchar lo que te dice el corazón: yo tenía fe que iba a quedar embarazada. Las cosas llegan a su debido tiempo: hay que tener voluntad, paciencia y confiar. Me siento bendecida y afortunada”.
–¿Qué se modificó en tu vida con Gennaro?
–Todo. No bien nació, me sentí poderosísima. Después, cuando volvimos con Juan Pablo a casa con él, me agarraron todos los miedos del mundo. Me despertaba a la no-che y lo iluminaba para ver si estaba bien. Cuando lo sacamos de nuestra habitación para llevarlo a su cuarto, no podía dormir. Aún hoy sigo un poquito miedosa. [Se ríe]. Meterse al mar, por ejemplo, lo hace con Juan, que es más lanzado y tiene más experiencia que yo [Juan tiene además a Lorenzo, de 22 años]. Si no fuera por Juan, yo estaría todo el tiempo “Cuidado acá”, “Cuidado allá”.
–¿Te hubiera gustado tener otro hijo más?
–Intentamos, pero no vino. Imaginé que el segundo llegaría de manera natural, tal como había sucedido con Gennu, pero no pasó. Al poco tempo, con Juan nos dijimos “Tendríamos que haber probado in vitro”. A Gennu lo tuve a los 41 años; ahora, con 48, me pondría un poco nerviosa.
–¿Te importa la cercanía de los 50?
–Nada. Me importa tener salud y energía. No me importan la cara con arrugas, las lolas caídas, la cola con celulitis. La belleza está dentro de uno. Si estás bien, feliz con tu esencia, contento con lo que hacés, te sale hasta por los poros. A Gennu y a los chicos que represento con mi agencia conmigo les marco eso siempre.
–Sos una de las pocas mujeres al frente de una agencia de representación de modelos y artistas. ¿Cómo lograste el éxito de Lo Management?
–Con mucho sacrificio. Hubo momentos en los cuales sentí que quería bajar los brazos. Pero necesitaba sostenerme económicamente: tenía 35 años; ya no era una nena. Al principio, fui viendo, probando, investigando; hice cursos, estudié marketing e idiomas. Hoy, la empresa tiene doce años. Creo que mi aporte fue la sensibilidad: a los chicos les marco que sean ellos mismos, que no se comparen; apuntalo su autoestima. Les hablo y los escucho mucho. Las modelos de mi generación estábamos más solas; éramos más vulnerables.
–¿Qué diferencias encontrás?
–Muchas. En especial, que en los 90, los representantes eran más famosos que las modelos. Hoy, en cambio, los protagonistas son las chicas y los chicos que representamos. Yo, por mi parte, me di cuenta de que soy poderosa detrás de las cámaras, y no delante de ellas, como cuando yo fui modelo. Lo mío es hacer brillar a otros.
–Representás a mannequins número 1, como Micaela Argañaraz, pero también muchos hijos de artistas: Flor Torrente, Juanita Tinelli, India y Dante Ortega, Beni y Ángelo Mutti Spinetta ¿Es difícil trabajar con “los hijos de”?
–Por suerte, no lidio con egos extremos ni con gente caprichosa. La gente que trabaja conmigo tiene una energía especial. Mica Argañaraz es un ejemplo: para estar en donde está, se ha esforzado muchísimo. Hay chicos que entran a la agencia y, al día siguiente, están trabajando. Pero hay otros que son hormiguitas trabajadoras: están, aprenden, insisten y, al final, lo logran. Cuando uno tiene ganas y objetivos, tiene que arremangarse y trabajar.
–¿Qué dirías si Gennu quisiera ser modelo?
–Él ya hizo la campaña de Paula Cahen D’Anvers niños. ¿Por qué no le diría que no fuera modelo? A mí este trabajo me permitió ser lo que soy: valerme por mí misma, tener mis cosas, tomar decisiones y me ayudó en mis momentos de angustia. Ser modelo me permitió ser quien soy. ¡Que Gennu sea lo que quiera ser! Junto con Juan, voy a estar ahí para acompañarlo.
Fotos: Marcelo Rodríguez. Agradecimientos: Class Life y Casa Nala
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