Llamativa ausencia. Carolina de Mónaco comandó el Baile de la Rosa junto a su familia, pero alguien faltó a la cita
La familia real monegasca disfrutó del esperado regreso de su noche más glamorosa
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La Salle des Étoiles del Sporting Montecarlo hizo honor a su nombre y, engalanada para la ocasión, volvió a ser el escenario del Baile de la Rosa, que regresó con todo su esplendor tras dos años de suspensión por la crisis sanitaria. Esta gala es muy significativa para el príncipe Alberto, la princesa Carolina y la gran familia Grimaldi, ya que honra el recuerdo de la princesa Grace, dado que la fundación que lleva su nombre es la organizadora de esta cita anual benéfica. Quizás por eso se notó tanto la ausencia de la princesa Charlene, Así, Alberto estuvo en todo momento secundado por su hermana Carolina –tiene un papel fundamental porque preside la Fundación Princesa Grace, organismo con el que nació el Baile de la Rosa, que se celebra desde 1954–, quien contó con el apoyo incondicional de sus cuatro hijos y sus parejas: Charlotte Casiraghi, impecable de Chanel, con Dimitri Rassam, Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo con un vestido de lentejuelas de Temperley London, Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo, y Alexandra de Hannover, espectacular con un diseño de Giambattista Valli junto a su novio, Ben-Sylvester Strautmann (la princesa Alexandra incluyó por primera vez en el posado familiar oficial a su novio, aunque ya la había acompañado en otras oportunidades). Entre las figuras que desfilaron por la alfombra roja se encuentran Carlos Felipe de Orleans, Shirley Bassey, Sabrina Dhowre Elba, Fanny Ardant y Janet Jackson.
LOS LOCOS AÑOS 20
El escenario de la velada –cuya fecha se cambió de marzo a julio por la pandemia– fue espectacular. Con una puesta a cargo de Christian Louboutin –el genial zapatero se ocupa de la dirección artística de la gala tras la muerte de Karl Lagerfeld–, la decoración respetó al pie de la letra la consigna “Los años 20, el regreso”, y logró que los invitados viajaran un siglo atrás con elementos representativos del art déco que emulaban al Hollywood y a la ciudad de París de hace cien años. Además, luces, colores y mucho ritmo marcaron la gala en la que no faltó la nota cultural, ámbito al que muy unida está la princesa Carolina, encargada de elaborar la lista de asistentes que agotaron las entradas hace varias semanas. A lo largo de la noche, el músico Charly Voodoo, la bailarina Amélie Poulain, la patinadora Marawa, la artista Corine, la DJ Amina y la vedette Dita Von Teese entretuvieron a los invitados. Al margen del glamour que la caracteriza, esta cita tiene también una gran importancia por su carácter filantrópico, y lo recaudado se destina a proyectos humanitarios que benefician a chicos en situación vulnerable y a ayudar a estudiantes a través de proyectos culturales.
UNA AUTÉNTICA PRINCESA
Uno de los grandes atractivos de esta cita, en la que se reúnen miembros de la realeza, la aristocracia y muchos artistas, es ver cómo poco a poco las nuevas generaciones de la familia Grimaldi van ganando protagonismo y adaptando el evento a la época. En ese sentido, los Grimaldi dieron algunos pasos importantes en este escenario, como el primer posado de Charlotte Casiraghi con Dimitri Rassam en 2018 o la reaparición de Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo tras ser papás del pequeño Stefano, en 2017. Y en esta edición, la dueña de todas las miradas fue la princesa Alexandra de Hannover (la única hija de Carolina y el príncipe Ernst de Hannover). Espectacular con su vestido de estilo princesa ajustado hasta la cadera y con una falda de varias capas de tul que se abrían en cascada en rojo y blanco, los colores de la bandera del principado. Los complementos no podrían haber estado mejor elegidos: el pelo recogido dejaba a la vista los pendientes de brillantes de formas geométricas y una sencilla gargantilla, también de brillantes. A su lado, un orgulloso Ben-Sylvester Strautmann, su novio, que en ediciones anteriores había estado en un discreto segundo plano y en esta ocasión dejó bien claro no sólo que la relación que comenzó en 2016 está más estable que nunca, sino que, además, el joven de 23 años está completamente integrado a la familia Grimaldi, con la que comparte muchos compromisos oficiales. El último fue el Gran Premio de Fórmula 1 de Mónaco.
LA NACION
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