Hacedor de grandes clásicos de la historia de la televisión, poeta y conquistador inoxidable, se sincera en una entrevista a corazón abierto. Confesiones de un hombre que vivió intensamente
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E n 2022 cumplirá 65 años de carrera: debutó en 1957. Silvio Soldán (86) –nació en Colonia Belgrano, Santa Fe, hijo único de Augusto, “Agustín”, albañil, y Genoveva Adelina Teruggi, “Tita”, ama de casa y operaria de una fábrica– es sinónimo de televisión, aunque conducir un programa de tevé que se convirtió en un clásico para varias generaciones no estaba en sus planes juveniles: quiso ser abogado primero y actor después. Dueño de una voz inconfundible, conoció el éxito (con Feliz domingo llegó a medir 30 puntos de rating), la fama, fue multipremiado, amó a muchísimas mujeres (imposible saber cuántas), escribió poesías y tangos, pero también supo de desgracias, sinsabores y tristezas: en 2004 resultó detenido mientras daba una nota en vivo en la causa que investigaba a su pareja, Giselle Rímolo, quien enfrentaba cargos por estafa, asociación ilícita y ejercicio ilegal de la medicina. Hasta que pudo probar que desconocía lo que Rímolo hacía y que él no tenía nada que ver, permaneció dos meses en la cárcel de Villa Devoto (finalmente la Justicia lo sobreseyó de la causa que terminó, en 2012, con la condena de Rímolo). Padre de dos varones, Silvio Augusto (con algunos problemas de salud), fruto de su relación con Marta Moreno, y Christian Silvio, el hijo que tuvo con Silvia Süller, desde hace un tiempo está en pareja con Susana, una mujer treinta años menor “que no quiere mostrarse”. De sus amores, el trabajo, sus días preso y sus recuerdos habló con ¡HOLA! en la intimidad de su casa de Belgrano.
–Tras más de seis décadas de carrera, ¿no piensa en el retiro?
–Para nada, al contrario. A veces, cuando termino mi show [hace presentaciones en casamientos, cumpleaños y eventos empresariales, además de giras por el interior del país, con shows inspirados en Feliz domingo y Grandes valores del tango] le digo a la gente: “Yo les he traído un programa emblemático de la televisión argentina, los he divertido, pero ustedes a mí me regalaron vida”.
–¿No está cansado después de tanto tiempo?
–No. Incluso ahora, después del tema este que tuve en la columna, que todavía no me han dado el alta, hago el show perfectamente. Sí me siento un poco cansado cuando llego a casa, pero cuando me levanto ya estoy bien. Pienso que ese cansancio tiene que ver con la cirugía de columna, que es muy reciente: recién hace dos meses que me operaron.
–Conductor, locutor, poeta… ¿hay algo que le hubiese gustado hacer y no pudo?
–Yo comencé como actor y me hubiera encantado hacer el Cyrano de Bergerac, una obra maravillosa. Me quedé con las ganas, no pude. Sin embargo, en una oportunidad, una editorial sacó una revista que no duró mucho tiempo y, para el primer número, me vinieron a hacer una nota. Me preguntaron lo mismo que vos y yo les comenté esto. Entonces fueron a una sastrería teatral y me vistieron de Cyrano: seis páginas en las que me di el gusto de ser Cyrano de Bergerac.
–¿Cómo es la relación con Christian Silvio?
–Maravillosa. Salimos juntos, vamos a comer, compartimos la pasión por el fútbol, tanto con la selección argentina como con Boca. Él tiene llave de mi casa, así que entra cuando quiere. Incluso hace un rato estuvo. No es común que venga a esta hora, porque trabaja mucho, tiene cuatro negocios: tres cervecerías que ahora son restaurantes, una cafetería y está preparando otro más.
–¿En qué se parecen usted y él?
–Físicamente nos parecemos bastante. Un día, cuando era chiquito, me dijo: “Pero yo tengo está giba acá en la nariz y vos no la tenés”. Y yo le contesté: “Porque me operé; si no tendría la misma nariz que vos”. [Risas]. En lo que es muy parecido a mí es en que es muy trabajador. Yo trabajé siempre, a él también le gusta trabajar y lo hace con felicidad. Después, en otras cosas, somos diferentes. Yo soy un tipo más divertido, hago chistes permanentemente, él no, y tampoco se ríe mucho de mis chistes. Tengo mucho sentido del humor, en cambio, él es más serio, mucho más serio que yo.
–¿Tiene ganas de ser abuelo?
–Me encantaría. Pero ya me dijo que pronto va a haber noticias, que en cualquier momento va a llegar.
–Tuvo muchos amores. ¿Fue un hombre muy querido?
–No sé si fui muy querido. Sí tuve muchísimos amores, ahora si me amaron o no, tengo mis dudas.
–¿Usted quiso mucho?
–Sí, muchísimo. Aunque recién ahora estoy realmente enamorado.
–¿Es cierto que tiene novia?
–Sí, estoy con una chiquita, y digo chiquita porque es bajita, no porque sea chiquita, aunque al lado mío es chiquita porque tiene 55 años, y por ella me siento realmente querido. Creo que es la primera vez que me siento querido.
–¿Cómo se conocieron?
–Nos conocimos… bueno, ella me siguió. Era una admiradora mía. [Risas].
–¿Cómo lo siguió? ¿Por la calle?
–No, iba adonde yo trabajaba. Me persiguió por años, para mis cumpleaños me mandaba regalos, me siguió tanto que al final me enganché, y me enganché totalmente. Así que un día nos conocimos, primero nos hicimos amigos, después pasó algo más, y ahora hace un montón de años que estamos juntos. No digo los años porque la gente hace cuentas.
–¿Viven juntos?
–No, ella en su casa y yo en la mía, y sin planes de convivencia.
–¿Por qué no si está tan enamorado?
–Estamos muy bien así. Yo tuve muchas convivencias, pero muchas eh, muchas más de las que vos te imaginas, y me salieron todas mal.
–¿Cómo se lleva con las ex?
–No tengo ningún contacto, nada. Solamente con la primera, con Marta Moreno, que fue una gran locutora de la década del 60, muy conocida porque hacía los comerciales de Odol Pregunta con Cacho Fontana. Con las otras no tengo ningún problema ni nada, simplemente no tengo vínculo.
–¿Con alguna se casó?
–Con ella. Marta estaba separada (no había divorcio aún en Argentina), así que nos casamos en Uruguay.
–O sea que para las leyes argentinas usted sigue siendo soltero.
–Solterito y sin apuro. [Risas].
–¿Cómo es a la hora de seducir una mujer?
–Ya no lo hago más, estoy casi retirado. Mientras esté bien con la chiquita, no lo necesito. Ella me sedujo a mí. Y me persiguió eh, años. Yo no le daba bolilla, la tenía como una admiradora más y nada más. Como dice el tango: “Por seguidora y por fiel”.
–¿Cuáles fueron los momentos de mayor felicidad de su vida?
–Y…, el nacimiento de un hijo es un momento de gran felicidad, sin duda. Después, en el trabajo, he tenido tantas satisfacciones, y las sigo teniendo todavía, que sería difícil elegir. El afecto del público es algo maravilloso. Y mirá que tuve problemas que podrían haberme alejado de la gente, y sin embargo no, no pasó. Más bien al contrario. Yo hago un show que es una especie de Feliz domingo chiquitito, que tiene muchísimo éxito, llevo hechos cerca de mil (no llegué a los mil por la pandemia), y la gente me recibe de una manera increíble. Aparezco de sorpresa, nadie tiene que saber que voy. Llevo la música y todo. Entonces, en un momento ponen la música de Feliz domingo, y la gente empieza a hacer palmas, sin saber nada, y cuando aparezco bueno, es una fiesta. Hace 30 años que no tengo un programa en el aire y, sin embargo, la gente joven me conoce, sabe quién soy. Es increíble.
–¿Los dos meses que estuvo preso en Devoto fue la peor experiencia de su vida?
–Sí, por supuesto. No hay nada peor que eso. Pero a pesar de todo, no lo pasé tan mal. El primer día me angustié un poco, pero no pasó de ahí. Me trataron muy bien, jamás tuve el más mínimo problema con nadie ahí adentro. Todos me respetaron mucho. Ahora es algo que ya está, algo que pasó en mi vida, que no tendría que haber pasado, pero que ya está. Las cosas no son como uno quiere sino como son.
–¿No le dejó marcas?
–No, para nada, está completamente superado. Tengo una habilidad: me olvido rápidamente de las cosas que me hacen daño. Es un mecanismo de defensa, paso la página. Si yo me encuentro con algunas de las personas con las cuales estuve sesenta y un días en Villa Devoto, no los conozco, no los recuerdo más. Y eso que me trataron maravillosamente bien, había muchachos muy jóvenes macanudos, muy simpáticos, pero ya no recuerdo esas caras.
–¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
–Una infancia muy pobre, pero muy feliz. Sin juguetes, no había nada, jugábamos con las pequeñas cositas que se podían hacer a mano, una pelota de trapo, por ejemplo.
–¿Le tiene miedo a la muerte?
–Sí, no me gusta para nada. La vida es tan linda y tan corta, que no me quiero ir. Me voy a tener que ir en cualquier momento, pero preferiría no irme. Es a lo único que le tengo pavor.
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