Instalada en el barrio La Latina junto a su marido, Eugenio Levis, habla de sus proyectos, su carrera en ascenso y su sueño de probar suerte en Inglaterra
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Siempre tuvo claro su objetivo. Sólo era cuestión de animarse a dar el salto. Fue a fines de 2020, cuando todo empezaba a volver a la normalidad tras la cuarentena y las restricciones por la pandemia. Laura Laprida (33) y su marido, Eugenio Levis (38), decidieron entonces armar sus valijas y redoblar la apuesta. La pareja, que meses antes había dado el “sí, quiero” en una íntima ceremonia civil celebrada en la pequeña localidad de Visp, Suiza, comenzó a planificar su viaje a España. “Yo quería construir una mayor proyección internacional de mi carrera y Eugenio, por otro lado, tenía ganas de cambiar”, cuenta entusiasmada la hija de la Trilliza de Oro María Eugenia Fernández Rousse y el ex polista Horacio Laprida. El diseñador industrial dejó su puesto en la fábrica de muebles que había creado con dos socios, Dream Wood, para sumergirse en el mundo de la fotografía, mientras que ella puso en marcha su red de contactos para encontrar un lugar donde vivir en Madrid. Se instalaron en un piso en el barrio La Latina y desde allí comenzaron a escribir un nuevo capítulo en el Viejo Continente. “No puedo creer que estamos hace tres años acá. Muchos de los que nos vienen a visitar ya conocen nuestro departamento. Casi que lo siento mío y me encanta pensar que de a poco voy echando raíces”, nos cuenta la actriz a través de una videollamada.
–¿Cómo es la “rutina a la española”?
–Estamos en un barrio que nos encanta, así que lo aprovechamos mucho. Yo soy la típica que me sé el nombre del carnicero, del verdulero y hablo con los chicos de la panadería. Vivimos muy cerca del parque Madrid Río con lo cual, cada vez que podemos, nos organizamos con Eugenio para ir y desconectar ahí. Después, en el día a día, cada uno tiene su propia rutina. Eugenio sigue a full con sus clases de fotografía y trabaja en un coworking durante el día. Y yo continúo con mis clases de piano –estudio desde hace cinco años–. Sé que me falta mucho por aprender, pero lo hago simplemente porque me conecta con el placer. También tengo mis clases de cerámica, entreno, hago pilates y estudio actuación.
–Y hace poco lanzaste con tu prima Sonia Zavaleta y tu hermana Pilar el podcast “No todo lo que brilla es oro”. ¿Por qué ese nombre?
–Esa es una frase muy utilizada por nosotras y en general por la sociedad. Hacemos un poco alusión a cómo en las redes sociales la gente suele publicar muchas cosas bellísimas sin mostrar el otro costado, el lado B. Al ser nosotras figuras públicas quisimos justamente conectar desde ese lugar de realidad. Muchos pueden pensar que porque soy la hija de una de las Trillizas de Oro siempre tuve todo resuelto o servido en bandeja y no fue así. La vida es la vida para todo el mundo.
–Siempre estás explorando nuevos caminos…
–Es que no puedo depender sólo de la actuación y, por otro lado, me atrae mucho todo lo que tenga que ver con lo artístico. Toco la guitarra, el piano, hago cerámica, escribo guiones y me junto con productores para acercarles mis proyectos. El mundo creativo es el lugar que más siento mío y me da placer. No vine acá para seguir trabajando como radióloga.
–¿Pensaste alguna vez qué habría pasado si en vez de dedicarte a la actuación hubieras seguido ese camino?
–[Lo piensa]. Lo más probable es que tarde o temprano hubiese terminado haciendo algo creativo porque es parte de mi personalidad, de quien soy. Y como sé que no me puedo quedar quieta ni un minuto, seguramente habría terminado con un emprendimiento de cerámica. Y si no era eso, escribiendo guiones, series… También hay una realidad: si bien la vida de hospital me gustaba mucho, cuando me pasó lo de mi hermana, internada tanto tiempo en un hospital y que se murió ahí [su hermana mayor, Eugenia “Geñi” Laprida murió en 2018 tras batallar contra un cáncer de mama], me costó muchísimo volver a entrar a un hospital. El encanto y el enamoramiento que yo le tenía al hospital se me fueron por completo. Entonces siento que de alguna manera nunca hubiese podido continuar siendo radióloga. No sé, lo pienso mucho y me cuesta.
–¿Fue difícil adaptarse como pareja a la nueva vida en España?
–Cuesta, no todo lo que brilla es oro. [Se ríe]. Cuando vivíamos en Argentina, Eugenio se levantaba todos los días a las seis de la mañana y volvía a las nueve de la noche porque iba a la fábrica que le quedaba a una hora y media de viaje. Trabajaba incluso los sábados, entonces nos veíamos muy poco y lo poco que estábamos juntos lo aprovechábamos al máximo. En España las cosas cambiaron. De repente nos encontramos los dos en casa todo el día. [Se ríe]. Al principio lo recontra disfrutamos hasta que después nos dijimos: “Bueno, me parece que lo mejor es que uno de los dos se vaya a un cowork a trabajar”. Fue un gran desafío para la pareja, pero con el tiempo nos acomodamos. Hoy lo que hacemos para romper la rutina es organizarnos para salir una vez por semana: cine, teatro, ir a comer afuera, conectarnos.
–¿Qué es lo que más disfrutás de esta nueva etapa?
–Lo que más me gusta es la vida y la energía de esta ciudad, que es tan intensa como en Buenos Aires. Igual, para mí esto es sólo una etapa. No me caso con Madrid; al contrario, quiero volver a la Argentina porque es mi país. Yo no me fui porque me sentía expulsada por la realidad, me fui porque quería seguir creciendo profesionalmente. Hoy desde acá hago castings para Italia, Estados Unidos, Inglaterra…
–¿Qué rol toma el miedo en cada una de tus decisiones?
–El miedo está, pero encaro igual. A veces incluso me dan pánico algunas decisiones, pero también pienso que si siento miedo es porque me importa y en algún punto sé que esa emoción se vuelve un motor para hacer lo que me propuse. Si hay miedo es por ahí, hay que tomar ese camino.
–Si tuvieras la posibilidad de trabajar en un nuevo país, ¿dónde sería?
–Me gustaría muchísimo intentar Inglaterra, me fascina Londres… La verdad es que estoy cumpliendo uno de mis mayores sueños, que es vivir en otro país haciendo lo que me gusta. Igual, vamos de a poco. Hoy estoy acá y es pura felicidad.
–Desde que desembarcaste en España, ya participaste en cuatro series españolas, entre ellas, Sagrada familia. ¿Cómo fue ese camino?
–Con Euge nos habíamos propuesto venir un año a probar suerte y si no funcionaba, nos volvíamos. Armamos un plan y nos focalizamos en hacer las cosas paso a paso, tra-tando de que no nos comiera la ansiedad. Primero buscamos departamento y una vez que encontramos donde vivir, me puse en contacto con un representante. Fue increíble porque al día siguiente me llamó para decirme que tenía un casting que daba con mi perfil. Así quedé en mi primera serie, Paraíso. Fue un rodaje de tres meses que me llevó a recorrer Barcelona, Valencia y Girona. A partir de ahí no paré de trabajar. Después llegó el proyecto de la serie Sagrada familia, hice el casting y a las tres semanas ya estaba grabando. Una locura.
–¿Cómo está viviendo tu familia todo esto a la distancia?
–Mi mamá está feliz que yo esté acá, le encanta. Y papá está muy tranquilo porque estoy haciendo lo que más quiero. Mamá todo el tiempo me cuenta su experiencia y me dice: “No puedo creer que yo también estuve viviendo en España”. De hecho, te cuento, mamá y papá se conocieron en Madrid cuando él jugaba al polo y ella cantaba con Julio Iglesias.
–¿Ella te dio algún consejo?
–Sí, siempre. Cuando tengo mis crisis y extraño mucho a mi familia, los llamo por teléfono y mamá siempre me contiene. Me dice: “Aguantá un poquito más”. Y tiene una frase de cabecera que es “el que quiere celeste, que le cueste”. Y tiene razón porque, si bien estoy cumpliendo mis sueños, para mí no deja de ser un gran esfuerzo vivir en Madrid, lejos de mi familia. Por suerte tengo acá a los hijos de mi prima Olivia, que son como mis sobrinos.
–¿Cómo sos como tía?
–Hace poco me vinieron a visitar mis sobrinos (César –de 16– y Cala –de 10–, hijos de su hermana Geñi) y me dio tanta alegría verlos... Cada vez que nos encontramos, los exprimo. [Se ríe]. Calita es mi ahijada y con ella tengo una conexión increíble. Ella se abre mucho conmigo y eso para mí es muy importante. Yo trato de ayudarla a ordenar y acompañar sus emociones porque es muy chiquita y es la única mujer en su casa. Hablamos mucho, de repente está pintando y me hace una videollamada para mostrarme… Obviamente, esa es mi manera hoy de maternar sin tener que ser madre. Me encantan los chicos, en especial los hijos de la gente que quiero. Me gusta estar presente en sus vidas.•
Agradecimientos: Eugenio Levis (fotos), Elena Hernández (estilismo) y Guess.
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