Después de haberse casado por civil hace más de un mes, dieron el sí en una emotiva ceremonia religiosa y celebraron su amor con cuatrocientos invitados en la estancia La Biznaga
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La espectacular fiesta del casamiento por civil, el 4 de octubre pasado en el palacio Sans Souci, había sido sólo el preludio. El sábado 16 de noviembre, Milagros Blaquier (34) y Máximo Diez (40) volvieron a jurarse amor eterno, pero esta vez, ante el altar en la iglesia San Juan Bautista de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires, donde está ubicada La Biznaga –la legendaria estancia de los Blaquier– y la fiesta con la que celebraron su boda religiosa en el campo fue tan lujosa, divertida y, a la vez, emotiva, que algunos la calificaron como “salida de un cuento de hadas”.
A las cuatro de la tarde, los invitados ya colmaban la pequeña iglesia decorada con flores a la espera de la novia, que llegó feliz del brazo de su padre, Carlos “Charlie” Blaquier, ex presidente del Grupo Ledesma. Para su gran día, Milagros eligió un traje del atelier Lage, una pieza íntegramente realizada y bordada a mano: sobre la base de una enagua armada con corte doble plato en biyonet se colocaron dos capas superpuestas, la primera en brocado de seda tramada con hilos de plata y la segunda en tul de red abierta. El detalle más especial estuvo dado por las dos piezas de joyería diseñadas por Roxana Zarecki con cristales de Swarovski (igual que la diadema que lució en su cabeza), que servían de apoyo en los breteles sobre los hombros. Durante la ceremonia se vivieron varios momentos muy especiales. Como cuando en el altar, Milagros leyó una carta tomada de la mano de su abuelo, el doctor Alberto Taquini, en la que recordó a sus otros abuelos, Carlos Pedro Blaquier y Nelly Arrieta, o cuando su prima, Cata Blaquier, cantó el Ave María acompañada por una miniorquesta con violines y cuando Agustín Diez, hermano del novio, se animó a entonar “I Guess I’m In Love”, de Clinton Kane.
FIESTA AL ATARDECER
La ambientación corrió por cuenta de Michelson Lagos y el catering estuvo a cargo de EAT. Mientras el cóctel se sirvió en varias islas ubicadas en el majestuoso parque (diseñado por Carlos Thays), después, los invitados ingresaban a una carpa de mil ochocientos metros cuadrados a la que se accedía por pasillos hechos de enredaderas, flores y mariposas, que recreaba un bosque encantado, con música de Alice in Wonderland. Del techo colgaban gasas con guirnaldas de rosas y en las mesas preparadas para los cuatrocientos invitados destacaban los centros de mesa con frutas y flores de colores traídas especialmente de Colombia. Cuando nadie lo esperaba, se levantó un telón y apareció un espacio para bailar que simulaba un boliche –con más de sesenta pantallas led y un escenario con campanas–, musicalizado por el DJ Alejandro Massey. Los novios inauguraron la pista y Máximo, junto a sus hermanos y algunos amigos, tocaron música, mientras la tarde se convertía en noche, con un cielo en tonos rojizos. Los recién casados disfrutarán de una preluna de miel patagónica en Las Balsas, para luego recibir 2025 en Punta del Este y, recién después, partir rumbo a Sudáfrica y las islas Seychelles.
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