La productora radial cuenta por qué se refugió en Puerto Madryn tras la muerte de su pareja y cómo transitó el dolor que le causó la actitud de los herederos del locutor
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Hace nueve años volvió a vivir a Puerto Madryn, la misma ciudad donde conoció a Juan Alberto Badía y se enamoraron en 1998. Mariana Pokrassa (50) tenía 25 años cuando se cruzó en el camino del popular conductor, que en ese entonces tenía 52. Ella trabajaba como productora y él hacía radio en Madryn. “Me enamoré inmediatamente, era un ser humano maravilloso”, cuenta Mariana a ¡HOLA! Argentina. Estuvieron juntos diez años, pero su relación siempre se mantuvo con un bajo perfil. No se casaron ni tuvieron hijos. El conductor atravesaba una mala racha –se estaba reponiendo económicamente de una estafa que había sufrido– y juntos se propusieron relanzar la radio Estudio Playa en Pinamar, que terminó siendo un éxito. El 29 de junio de 2012, tras batallar contra un cáncer de mediastino, Juan Alberto murió y tres años después, Mariana volvió al Sur y dejó la casa que compartían en Pilar y que durante la sucesión hereditaria fue motivo de conflicto con los hijos del conductor, Bárbara, Natalia y Juan Agustín. Ahora trabaja como vendedora de publicidad para dos radios FM locales, alquila una pequeña casa que comparte con su perro Pepper y no volvió a estar en pareja porque, como ella confiesa, “cuando uno está roto se abraza a tiburones para no estar solo y de eso no sale nada bueno. Recién ahora siento que estoy más entera”.
–¿Por qué decidiste volver al Sur?
–Cuando Juan se enfermó, mi mamá también se enfermó. Ambos tenían cáncer, era muy loco porque coincidían en los tratamientos. Después de que murió mi mamá, quedé sola, porque mi papá había muerto tiempo atrás. No tenía familia más allá de mi hijo. Así que, como siempre tuve muy buena relación con la familia del padre de mi hijo y necesitaba ese calor de hogar, decidí volver a Madryn. Al poco tiempo, mi ex suegro se enfermó y lo cuidé. Y también a mi ex suegra. Me sale espontáneamente el cuidar. Como te darás cuenta, fueron años muy difíciles.
–¿Y cómo hiciste para ponerte de pie nuevamente?
–Hice terapia tradicional, pero también estudié prácticas de autoindagación del catalán Sergi Torres, vi muchísimos videos, pero muchos… Eso me sirvió para replantearme cómo ver las cosas, tener una mirada más amplia. También empecé a practicar Kabbalah y empecé a ver el conflicto de forma diferente. Pasé por un montón de miradas sobre la misma situación, desde lo que me pareció injusto a sentir que lo que sucedió hoy me permitió estar acá. La injusticia a la que se refiere Mariana es la forma en que los hijos de Badía se comportaron tras la muerte de su papá. El deseo del conductor era que la casa de Pilar –en la que vivieron durante los diez años que estuvieron en pareja– fuera para ella, al igual que los dos últimos autos que habían comprado. Sin embargo, eso no sucedió. “Hay una justicia de las leyes y otra de la mirada humana. Yo cobro una pensión por viudez y para eso estoy reconocida por el Estado, pero no lo estaba para entrar en la sucesión… Jamás estuve con él por sus cosas, de hecho él estaba muy mal económicamente cuando nos conocimos, pero hicimos y construimos muchas cosas estando juntos”, explica Mariana.
–¿Te enojaste con Juan por no dejar claras y ordenadas las cosas?
–Primero, él nunca pensó que se iba a morir y tuvo el mayor gesto de amor que podía. El 28 de junio de 2012, Juan ya no podía más. Los médicos le daban morfina. Yo le decía que no sufriera más y que se fuera tranquilo, pero se murió a las 00:20 del 29 porque estoy segura de que no quiso irse el día del cumpleaños de mi hijo para no arruinarle esa fecha para siempre. Para él la palabra tenía un valor y creyó que sus hijos iban a respetar eso, pero no fue así. Yo tenía acceso a todo, trabajábamos juntos. Cuando me di cuenta de que Juan se moría no me dio para hacer nada, para mí lo más importante era estar a su lado, respetar el proceso. Yo tuve acceso a la casa donde vivíamos hasta último momento, sentía que estaba defendiendo un fortín, pero pensé “¿de qué me sirve estar acá siendo tan infeliz?”. En vida, Juan me había dado sus discos de vinilo. “Teniendo esto, nunca te vas a morir de hambre”, me dijo. En ese momento me reí y le dije: “Dejalo por escrito”. Lo que más me dolió fue la actitud: tras la muerte de él [sus hijos] vinieron un par de veces y después dejaron de hablarme y hasta de atenderme el teléfono. El desamor fue total, horrible. Dos años después murió mi mamá. Lo del dinero no me importaba tanto, pero no entendía qué había hecho mal para que se comportaran así. Juan siempre decía “Trascender es seguir viviendo”, y para mí ellos hicieron todo lo posible para que Juan dejara de trascender. Estaba la radio de Bariloche, la radio online, pero nada continuó.
–¿Por qué sentís que ellos no te aceptaban?
–No lo sé. No tuvimos una relación corta ni fue algo por interés. Estuvimos diez años y lo cuidé en toda la enfermedad. Juan se había separado hacía muchos años de la mamá de ellos. De hecho, él no quería que lo cuidase nadie más. Yo a veces me iba para dejarlo solo con sus hijos y que ellos no pensaran que lo acaparaba.
–Con tanto trabajo que hiciste para lograr tu paz interior, ¿pudiste sanar tu vínculo con ellos?
–Son personas a las que quise mucho. No estoy enojada con ellos, nunca me enojó lo que hicieron, pero me dolió. Me sentí muy mal, porque ellos sabían lo que yo estaba viviendo cuando me querían sacar todo, mi mamá se estaba muriendo y mi marido se había muerto dos años antes. Me pareció que fueron cero empáticos. Me gustaría que ellos no tengan ningún rencor conmigo. Siento que en definitiva no respetaron a Juan.
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