Se conocieron cuando él estaba en pleno auge con los Fabulosos Cuatro, se casaron en 1969 y tuvieron tres hijos. Ella fue la máxima inspiración para Paul, su socia creativa, su refugio y su guía
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Aquella noche de 1967, cuando se cruzaron por primera vez en un concierto de Georgie Fame and The Blue Flames en el Bag O’Nails Club de Londres, no tenían ni idea de cuánto cambiarían sus vidas para siempre. Paul McCartney ya era un Beatle, con todo lo que eso implicaba, pero apenas vio entrar a Linda Louise Eastman , una reconocida fotógrafa estadounidense que brillaba por sus retratos a estrellas como Aretha Franklin y Jimi Hendrix, entre otras figuras de la música y sus colaboraciones en la revista Rolling Stone, se enamoró para siempre. Y lo mismo le pasó a ella, que estaba divorciada y tenía una hija, Heather, a quien Paul con el tiempo adoptaría como propia.
Aunque después de varios encuentros ella tuvo que volver a su país, el destino ya había hecho lo suyo. Un año después se reencontraron en Manhattan, y cuando Paul volvió a Londres le pidió que hiciera las valijas y volara con él, algo que no sucedió en ese momento pero sí al tiempo, cuando ella pudo organizar sus cosas. Desde ese instante se volvieron inseparables durante casi tres décadas, además de todo un símbolo de estabilidad en un mundo, el del showbiz, donde las parejas suelen durar menos que una canción. Linda fue, además, la máxima inspiración para Paul, su socia creativa, su refugio y su guía. Ni más ni menos que el amor de su vida.
TODO LO QUE NECESITAS ES AMOR
El 12 de marzo de 1969, pasaron por el Registro Civil. Tenían planeado hacerlo en secreto, pero cuando llegaron los esperaban la prensa y cientos de fans desconsoladas, que lloraban sintiéndose “traicionadas” al ver cómo daba el “sí, quiero” el último Beatle soltero que quedaba (ni John Lennon, ni Ringo Starr ni George Harrison estuvieron aquella lluviosa mañana). Él llevaba un traje formal y oscuro, mientras que Linda, dueña de una belleza relajada, se había convertido en la novia más original al coordinar su look con el de su hija: ambas llevaban un trench corto y claro (Linda ya estaba embarazada de su primera hija en común, Mary). Luego del trámite, hubo una pequeña bendición religiosa y desde entonces pasaron a ser los McCartneys.
SOCIA CREATIVA
Un año más tarde, llegó el final para los Fabulosos Cuatro y el ánimo de Paul cayó en picada. Fue entonces cuando Linda, su apoyo incondicional, le marcó un nuevo norte, lejos de la ciudad y de los flashes: se instalaron en la campiña escocesa, donde Paul había comprado una propiedad. En el campo sentaron las bases del familión que, tras el nacimiento de Mary, completaron con Stella y James.
Los chicos eran la prioridad en sus vidas y los educaron en libertad, sin niñeras y en colegios locales con perfil muy bajo. Por influencia de Linda, además, Paul se volvió vegetariano y un gran defensor de los derechos de los animales, algo que les inculcaron a sus chicos desde el vamos. Ella misma, además, escribió varios libros de cocina vegetariana e incluso tuvo un emprendimiento de vegetales congelados que fue un verdadero éxito.
Por otra parte, cuando en los 70 se embarcaron en la aventura de formar juntos Wings, una banda con la que se divertían sobre el escenario y ganaron varios premios Grammy (él, que no tenía mucha paciencia como profesor, le enseñó a tocar los teclados, ya que Linda no tenía ningún tipo de formación musical), la familia completa partía de gira. Con excepción de la vez que Paul estuvo detenido en Japón por posesión de marihuana, jamás pasaron una noche separados, algo de lo que el músico se sentía muy orgulloso.
LA PEOR NOTICIA
En 1995, Linda fue diagnosticada con un cáncer de mama y, aunque le hizo frente con mucha valentía, al tiempo se le extendió al hígado. Tres años más tarde, con 56 años, murió en el rancho familiar de Arizona, Estados Unidos. Dos días antes había estado andando a caballo, algo que la apasionaba.
Inseparable de ella, Paul le tomó la mano y le susurró al oído para tranquilizarla: “Estás montando tu hermoso caballo Appaloosa. Es un lindo día de primavera. Vamos cabalgando por el bosque. Las campanillas están todas en flor y el cielo es azul claro”.
Tras su muerte, el músico la siguió homenajeando con recitales en su memoria, canciones –”Maybe I’m Amazed” es casi un himno a su amor– y campañas de concientización sobre el cáncer de mama, entre otras iniciativas.
“Siempre pienso en Linda como mi novia. Así empezamos en los 60, como amigos. Siempre que trabajaba hasta tarde en algún lugar, pensaba: ‘Podría pasar la noche en este elegante hotel, o irme a casa con Linda’. Y volver a casa con ella siempre fue la más brillante de las opciones. Me gustaba estar con ella. Creo que eso es lo más difícil de perderla, lo mucho que disfruté de estar con ella”, aseguró Paul en la primera entrevista que dio tras la muerte del gran amor de su vida.
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