Se cumplen diez años de la muerte de la noble, una de las más populares de España
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Cada 20 de noviembre, en el Santuario de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias Coronada, en el casco antiguo de Sevilla, se realiza una misa en honor a Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba y una de las mujeres más coloridas, interesantes y queridas no sólo de Andalucía, sino de toda España. Familiares, amigos históricos y conocidos de la inolvidable aristócrata se dan cita en la iglesia de los Gitanos –como se conoce al templo– para participar de la celebración en su memoria, que se realiza sin falta desde 2014, el año en el cual murió la aristócrata. No fue la excepción este 2024. “Diez años ya”, dijo, tras la misa, Carlos, el mayor de los seis hijos que tuvo Cayetana con su primer marido, Luis Martínez de Irujo. Si bien este 20 de noviembre no asistieron Eugenia, Jacobo ni Alfonso, sí estuvieron Cayetano y Fernando Martínez de Irujo. Por supuesto, su tercer marido, Alfonso Díez Carabantes, quien estuvo con ella hasta su último día. Cayetana murió a los 88 años en Las Dueñas, su amado palacio sevillano, donde se había montado una especie de terapia intensiva domiciliaria.
LA NOBLE MÁS NOBLE
Que fue única e irrepetible, de eso no caben dudas. Fue la única hija que tuvieron Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba de Berwick y María del Rosario de Silva y Gurtubay, X marquesa de San Vicente del Barco. Al mes de su nacimiento –el 28 de marzo de 1926–, la bautizaron en el Palacio Real, en Madrid: sus padrinos fueron los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Único también fue su nombre: María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart. “De todos los nombres (…), el de Cayetana es el que más me gusta”, consignó ella en Yo Cayetana, la primera biografía que publicó. Entre todos los títulos que había heredado, prefería también uno: el de XVIII duquesa de Alba. Cayetana –que proviene de la casa de Alba de Tormes, una de las más antiguas de España: se remonta al siglo XIV– no sólo fue la tercera mujer que ostentó tan alto ducado, sino que heredó otros tantos títulos nobiliarios [cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte veces condesa, vizcondesa, condesa-duquesa, condestablesa y catorce veces Grande de España…] que le merecieron ingresar al Libro Guinness de los Récords.
LAS PASIONES DE CAYETANA
El espíritu inquieto, los viajes, los deportes, los animales, la responsabilidad, el respeto por el legado familiar, nadar como pez en el agua entre palacios, royals y celebrities… Muchas de las pasiones de Cayetana las heredó de su padre, Jacobo Fitz-James Stuart. Sobrino nieto de la emperatriz Eugenia de Montijo, fue ministro de Alfonso XIII, seis veces embajador de España en Londres y director de la Real Academia de la Historia, entre otros cargos. De él, a quien consideró como “el hombre más importante de mi vida”, dijo: “Fue un hombre tolerante, de espíritu liberal; aprendí mucho de él: música, arte..., pero, lo más importante, a ser leal”. Fue su padre quien, debido a que el palacio de Liria –la residencia de los Alba en Madrid– fue bombardeado en 1936 durante la Guerra Civil, decidió que se mudarían a Sevilla, su lugar en el mundo.
Las Dueñas, el palacio renacentista con toques sevillanos donde vivió hasta el final, fue testigo de alguno de los eventos más importantes de su vida: desde su presentación en sociedad, a los 17 años, en 1943, hasta dos de sus tres casamientos (Cayetana tuvo tres matrimonios: con Luis Martínez de Irujo; con el editor de Taurus Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate; y con Alfonso Díez, en 2008). Para Sevilla, ella fue mucho más que la aristócrata más famosa del mundo; fue su gran benefactora y mejor representante. Gracias a su magnetismo, desembarcaron en Sevilla los Grimaldi, los Hohenlohe, los Rothschild, el Aga Khan, Ava Gardner, Sofia Loren, Aristóteles Onassis, María Callas, Charlton Heston, Winston Churchill, Jackie Kennedy y Grace Kelly, íconos en los 50 y 60.
SU LEGADO
Hace una década, en 2014, la revista Forbes estimó que el patrimonio de la duquesa rondaba los 3000 millones de euros. Octava en la lista de los españoles más ricos, poseía valiosas propiedades en toda España –desde La Liria, en Madrid; Las Dueñas, en Sevilla; hasta el palacio de Monterrey, en Salamanca, y la casa-palacio Arbaizenea, en San Sebastián, entre otras– y una de las colecciones de arte más grandes de Europa. Además de heredar títulos y herencia, sus seis hijos –Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia– se hicieron cargo de las finanzas y de preservar el patrimonio a través de la Fundación de la Casa de Alba. Y si bien se trata de una herencia cuantiosa, hay quienes hacen hincapié en la herencia simbólica que dejó: la libertad y la pasión con la que vivió, algo que fue in crescendo mientras más años cumplía y que es la cristalización del epitafio que había elegido para su tumba: “Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió”. Así, en vez de quedarse atrapada en los convencionalismos sociales y corsets de la alta costura, se animó a las túnicas hippies, a las faldas por encima de las rodillas, a las ballerinas que mostraban sus tobilleras, a los bikinis (y al topless), a bailar flamenco… a andar descalza por la vida. Y también al amor. El 5 de octubre de 2011, cuando tenía 85, se casó con Alfonso Díez Carabantes.
Contra las malas lenguas (muchos estaban convencidos de que él, que era veinticuatro años menor que ella, tenía interés económico), su tercer marido se convirtió en su gran compañero: con él hizo planes, viajó, asistió a corridas de toros, se rio. Con Alfonso estaba Cayetana cuando murió el 20 de noviembre de 2014. Este miércoles 20 de noviembre de 2024, tras la misa en su honor en la iglesia de los Gitanos, su viudo e dijo a ¡HOLA!: “Estos diez años que han pasado (…) lo único que han hecho es reafirmar el privilegio que tuvimos los que la quisimos. Y, sobre todo, el privilegio que tuvimos los que fuimos queridos por ella”.
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