Felipe de Edimburgo llamó su atención por primera vez cuando la entonces princesa tenía 13 años. Vivieron una historia de amor que duró más de siete décadas
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Para sus nietos, el príncipe Felipe fue “toda una leyenda”. Para su mujer, la reina Isabel, su único y verdadero amor. Y para el Reino Unido, la fuerza detrás del trono. El duque de Edimburgo, en sus 99 años de vida, protagonizó una historia de príncipe consorte, de espíritu de acero y corazón de oro. Si el príncipe William y el príncipe Harry nos sorprendieron en más de una oportunidad con sus hazañas al volar en helicóptero o viajar en moto, no debemos olvidarnos que ese espíritu intrépido fue en gran parte herencia de su abuelo, quien además fue un hábil jugador de polo. A los 50, decidió colgar el taco para dedicarse a las carreras de carruajes, un deporte un poco más seguro, aunque técnicamente muy exigente. Otra de sus pasiones era volar. Acumuló 5986 horas en 59 diferentes tipos de aviones, durante 44 años. Una divertida foto tomada en 1953 muestra al duque al mando de un avión que sobrevuela el castillo de Windsor. Podemos imaginarlo llamando a su adorada “Lilibet” para que levantara la vista al cielo y lo saludara.
UN ADONIS DE PELO DORADO
Cuando Felipe e Isabel se casaron en 1947, muchas mujeres cayeron rendidas ante la irresistible elegancia del novio, que siempre sabía arrancarle una sonrisa a la princesa con su agudo humor. Sus dos metros de altura, sus profundos ojos azules y su incombustible vitalidad, lo hacían parecer, ni más ni menos, un verdadero príncipe de cuento. Miembro de la familia real griega, su madre era la princesa Alicia, bisnieta de la reina Victoria. El Adonis de pelo dorado tenía sangre azul.
Unos días antes de la ceremonia, el rey Jorge VI –padre de Isabel– ofreció un baile en el Palacio de Buckingham, en el que condujo a sus invitados por los salones de estado. A Felipe se le encomendó la tarea de entregar los regalos a las damas de honor de su prometida: una polvera compacta de plata, grabada con una corona de oro y las iniciales de los novios, con incrustaciones de zafiros. En su típica actitud desenfadada, “repartió los obsequios como si fueran naipes”, relató lady Elizabeth Longman, una de las bridesmaids.
El servicio de Felipe en tiempos de guerra con la marina británica lo llevó al Índico y al Mediterráneo. Recibió una mención de honor y se convirtió, a los 21, en uno de los tenientes más jóvenes de la Marina Real. En esta categoría fue segundo al mando del destroyer HMS Wallace y participó en los desembarcos aliados en Sicilia durante la Segunda Guerra Mundial.
La muerte del Rey puso fin a su carrera naval, a la que renunció para apoyar a su mujer en su nuevo papel como soberana. Durante la fastuosa coronación, el duque logró aligerar la solemne atmósfera, como siempre hizo, con una broma acerca de la corona de Isabel II: “¿De dónde sacaste ese sombrero?”.
Después de la opulenta ceremonia, la pareja real dio la vuelta al mundo y se acercó tanto a su pueblo como a los extranjeros. Se estima que en Australia tres cuartas partes de la población vio a la Reina y a su apuesto consorte en escenas cargadas de alegría y complicidad que sólo se repitieron cuando el príncipe Carlos y Camilla –recién casados– visitaron ese país. Y más acá en el tiempo, durante la gira de luna de miel que hicieron Harry y Meghan. En todas partes, el público quedó cautivado por el carisma y el encanto de Felipe.
UN CÓCTEL DE CARÁCTER Y VULNERABILIDAD
El matrimonio de la Reina y el duque llevó 72 años de afecto sólido y duradero. Una vez, cuando se alojaban en casa de su prima Patricia Brabourne, la hija de Lord Mountbatten, su marido John le dijo a Felipe: “No había reparado en lo encantadora que es su piel”, refiriéndose a Isabel. “Sí –respondió Felipe–, todo en ella es así”.
Sin embargo, a pesar de su título y su buen pasar, la vida no siempre resultó fácil para Felipe. Así lo vemos en la serie The Crown, donde Matt Smith interpreta al joven príncipe en una mezcla perfecta entre carácter y vulnerabilidad. “El duque nació siendo el príncipe de Grecia. Su abuelo fue asesinado. Su padre fue juzgado. La familia se exilió cuando él era muy chico”, explica el escritor real Gyles Brandeth. “Su hermana predilecta y su familia murieron en un accidente de avión. Antes de que cumpliera 10 años, sus padres se separaron. Su madre terminó en un asilo y su padre, en el sur de Francia. Durante muchos años, fueron contadas las veces en que pudo verlos”.
Su vida transcurrió entre casas de parientes y escuelas de París y Alemania, antes de terminar en Gordonstoun, Escocia, instruido por el renombrado educador germano-judío Kurt Hahn, que fomentó tanto sus habilidades deportivas como intelectuales. Es un gran lector y pensador, cualidades que transmitió a su hijo, el príncipe Carlos. El estilo de vida itinerante de su familia también lo hizo fuerte y resiliente, cualidades que le permitieron interactuar con facilidad y soltura ante reyes y reinas. Detrás de esa fachada que en ocasiones puede parecer un tanto áspera se esconde un corazón de oro, aseguran quienes lo conocen bien. “El príncipe Felipe es una persona más sensible de lo que cualquiera podría apreciar”, dijo su prima Patricia. “Tuvo una infancia difícil y su vida lo obligó a tener una coraza dura para sobrevivir”.
Él fue la roca sobre la que se erigieron los Windsor. Cuando sus nietos estaban de luto por la muerte de su madre, la princesa Diana, fue él quien los consoló, mientras el príncipe Carlos se reunía con sus hermanas para supervisar los preparativos del funeral. En una muestra de amor y calidez incondicional, caminó junto a William y Harry mientras le daban el último adiós a su querida madre. “Si yo camino, ¿caminarán conmigo?”, les preguntó con gesto de clara empatía por el dolor que estaban sintiendo.
“SON UNA PAREJA ENCANTADORA”
En sus bodas de plata, la reina Isabel II dijo en un discurso: “Si me preguntan qué pienso de la vida familiar después de veinticinco años de matrimonio, puedo responder con sencillez y convicción, estoy a favor”. Veinticinco años más tarde describiría a su marido: “Él es simplemente mi fuerza y mi apoyo”.
Para su familia, y en especial para las nuevas generaciones, Felipe e Isabel han sido un modelo a seguir. Eugenia de York, protagonista de la última gran boda real, describió a sus abuelos como un matrimonio “increíblemente entregado el uno para el otro”. “Creo que realmente él [Felipe] es su pilar”, dijo la hija del príncipe Andrés. “Me encantaría saber su secreto”, afirmó William siguiendo la misma línea de su prima Eugenia. “A menudo les pregunto cómo lo han logrado, porque son una pareja realmente encantadora”. Tal vez, como en los mejores matrimonios, probablemente no haya ningún secreto, excepto que él todavía la hace sentir como aquella impulsiva adolescente fascinada por él.
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