Tras celebrar sus 36 años, la “princesa filósofa”, casada desde hace tres años, navega un momento personal de tranquilidad
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En medio de un momento personal de plena felicidad, cada vez con mayor presencia en los compromisos del principado en los que acompaña a su madre, la princesa Carolina, y a su tío, el príncipe Alberto, y una agenda profesional imparable, Charlotte Casiraghi cumplió 36 años el pasado 3 de agosto. Tres días más tarde, seguramente con intención de tomar un descanso de los flashes y la alta exposición, extendió los festejos mar adentro para perderse entre las olas frente a la isla de Córcega.
Acompañada por su marido desde hace tres años, el productor de cine Dimitri Rassam, su hijo mayor, Raphaël (fruto de su relación con el actor Gad Elmaleh) y un par de parejas de amigos, el sábado 6 la “princesa filósofa” se embarcó en una superlancha de cuatro motores con un traje de baño y un par de anteojos de sol y se dispuso a relajarse bajo el sol mediterráneo y a disfrutar de deportes acuáticos. No faltaron las risas ni las cervezas heladas.
TRÈS CHIC
Heredera de la elegancia sin esfuerzo de su abuela, Grace Kelly, y de su madre, Carolina, Charlotte y toda su familia (incluido su hijo menor, Balthazar, que cumplirá 4 años en octubre) están pasando unos días en la Costa Azul. De su valija de vacaciones salen básicos en blanco y negro, y también una variedad de prendas en una amplísima paleta cromática, algunas con estampas florales, otras confeccionadas con tejidos plisados, gasas, denim y encaje, todo decorado con algún que otro accesorio que no acapare la atención: para ella, menos es más.
A pesar de que Charlotte está dedicada a sus proyectos de filosofía, carrera de la que se licenció en la Universidad de la Sorbona, en París, es notorio cómo se consolida su relación con la moda: desde hace varios años ejerce como embajadora y portavoz de Chanel. Y aunque se apoya en clásicos, sabe imprimirle a cada outfit una cuota extra de tendencia según su propia mirada.
UN PALACIO FLOTANTE
Año a año, Charlotte y su familia son tripulantes de lujo en el Pacha III, donde la princesa Carolina reúne a sus hijos y a sus nietos. Se trata de un palacio flotante que la princesa Carolina recibió de parte del gran amor de su vida, Stefano Casiraghi, en 1989, un año antes de su trágica muerte. Su nombre se debe a las primeras letras de los nombres de los hijos que tuvieron juntos –Pierre, Andrea y Charlotte– y cuenta la leyenda que la princesa se enamoró a primera vista del barco cuando lo vio anclado en el puerto de Montecarlo.
Construido en 1936 en Gran Bretaña por Camper & Nicholsons, es un motorsailer (con motor y vela) de 36,24 metros de eslora y 5,6 metros de manga. Su velocidad crucero promedia los 12 nudos. Su cubierta de teca es uno de sus rasgos distintivos.
MODO VACACIONES
Si este verano repiten sus planes tradicionales, Charlotte y los suyos podrían pasar unos días en la isla de Pantelaria, donde vive y tiene sus viñedos la madre de Dimitri, Carole Bouquet. O en la isla de Cavallo, donde los Grimaldi tienen una propiedad desde hace años. Se trata del único archipiélago habitado de las conocidas islas Lavezzi, ubicadas en el estrecho de Bonifacio, entre Córcega y Cerdeña, y que pertenecen a Francia, aunque en el pasado fueron italianas.
Más allá de la curiosidad que pueda despertar, no hay fotos de Carolina o sus hijos allí, a pesar de que pasaron ahí varios veranhttps://lanacionar.arcpublishing.com/photo/SABAAHO2VJAFVAD7VVRMBCG4KMos. La fauna de la isla está tan protegida –es reserva natural desde 1981– como sus habitantes, a quienes cubren de las miradas ajenas un nutrido grupo de gendarmes franceses, y hay zonas donde ni siquiera pueden acercarse los barcos.
LA ERA DE LA MADUREZ
Dedicada a su familia, a su trabajo y al principado, hace poco Charlotte se atrevió a abrir su corazón en un podcast, Les Rencontres, para hablar de cuánto la afectó la muerte de su padre. Lo mismo hizo en la revista Les Inrockuptibles. “Para un chico que pierde un padre muy joven, en un momento en el que la memoria aún no está formada, es un gran desafío que no se debe banalizar”, aseguró para dejar claro que aquella pérdida dolorosa la llevó a buscar respuestas en los libros y en la filosofía.
Sin embargo, lo que más llama la atención de esta “nueva Charlotte” es su vuelta al Palacio Grimaldi. Luego de tres años, en noviembre pasado volvió a participar del Día Nacional de Mónaco para apoyar a su familia ante la ausencia de la princesa Charlene, que estuvo más de un año alejada de la escena pública por una infección otorrinolaringológica.
Este año, además, tras desfilar para Chanel en la Alta Costura de París montada a caballo, convertirse en el centro de todas las miradas en la presentación de la colección Crucero 2022/2023 y recorrer el tapis rouge del Festival de Cannes, deslumbró en el Gran Premio de la Fórmula 1 y en el Baile de la Rosa, otras dos citas fundamentales del principado. Segura de sí misma, sin miedo a los riesgos, Charlotte disfruta de su propia “era de la madurez”.
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