El actor habla de lo que aprendió tras vencer el cáncer de colon que le diagnosticaron en 2020, del amor, de la convivencia con su novia, Sofía Aldrey, y de sus ganas de ser padre
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Esto está así las 24 horas, los 7 días de la semana”, explica Federico Bal (32), mientras nos invita a pasar a su casa. Se refiere a la montaña de bloques que hay sobre la mesa del comedor, donde está armando el Halcón Milenario, una nave espacial del universo de Star Wars de casi 7600 piezas de Lego, que compró en su último viaje a Madrid, cuando fue como conductor del programa Resto del mundo (El Trece). “Puedo quedarme horas construyendo, es muy terapéutico. Me siento como un chico que no termina de crecer. Estoy más maduro, pero hay algo que no puedo soltar… Tal vez la enfermedad me hizo volver a ese lugar feliz, aunque ahora más como un coleccionista”, revela el hijo de Carmen Barbieri, totalmente recuperado de un cáncer de colon que le diagnosticaron en marzo de 2020. “Hoy estoy enfocado en disfrutar, porque estamos de paso”, dice. La charla transcurre en el living de la casa de Fede, en un barrio privado de Ingeniero Maschwitz, donde ya hace un mes que convive con su novia, la maquilladora Sofía Aldrey (31), con quien está en pareja desde hace dos años. Los ambientes reflejan esa personalidad de chico eterno de la que habla Fede: en cada rincón hay muñecos, figuritas coleccionables y juguetes que el actor le muestra a ¡HOLA! Argentina, tesoros en los que él asegura que ya dejó “más de un sueldo”.
–¡Ya gastaste a cuenta! ¿Cómo es tu relación con la plata?
–Nunca tengo un peso. ¡Soy terrible! En los buenos momentos debería ahorrar, pero me doy mis gustos… ¡y soy de gustos caros! Si en el programa me llevan a The Carlton Tower al lado de Harrod’s, en Londres, no puedo dejar de comprar una bufanda en Burberry o una campera en Moncler. Y cuando hablo con mi vieja su consejo es “¡Comprá!”. En casa cuando había se disfrutaba y cuando no, comíamos una lata de atún entre los tres. Además, en este último tiempo me di cuenta de que, si los problemas son de plata, no son problemas. Pasé muchos años de mi vida preocupándome por cosas que no tenían sentido, y esto lo aprendí con la enfermedad y la sanación. Igual, siempre me las rebusqué para pagar todo porque odio tener deudas.
–¿Qué otras enseñanzas te dejó haber atravesado el cáncer?
–Con la quimio y la radioterapia sentí unos dolores tan grandes que jamás había experimentado, entonces ahora ya no me quejo de nada. La enfermedad me dio ese superpoder, ya no me duelen más la cabeza ni el cuerpo. Estoy enfocado en disfrutar y trato de ser feliz todos los días de mi vida. No quiero hacer más cosas por compromiso. La enfermedad me abrió a una sinceridad extrema. Yo me sentía invencible y creía que me las sabía todas y el cáncer me transformó: vino para mostrarme que había cosas que estaba haciendo muy mal.
–¿Cuáles?
–Siempre se me relacionó mucho con la noche y con las mujeres, y tengo que hacer un mea culpa, porque eso es parte de cómo uno se muestra en la vida. A veces no me reconozco en los archivos cuando veo ese tipo que fui, con fama de galán. ¡No estoy todo marcado como Luciano Castro! Soy lo contrario: bajito, medio gordito… no me veo en ese rol en el que muchas veces me pusieron. En su momento no me incomodaba y la verdad es que hice una carrera divertida. Pero la gente me ve cambiado y es porque cambié. Me siento más maduro –a pesar de los juguetes (se ríe)–, asentado con mi novia, con varios proyectos laborales, y cuidándome mucho. Me hago chequeos periódicos porque un paciente oncológico va a ser siempre un paciente oncológico, propenso a tener problemas graves de salud, por eso hay que ser consciente y prevenir.
–Durante la pandemia tu mamá también estuvo complicada, internada por coronavirus. ¿Cómo lo viviste?
–Fue terrible. Mi vieja estuvo veinte días en coma y los médicos no veían mucho futuro. Estuvo al borde de la muerte, pero es muy fuerte y salió. Si se me llegaba a morir… no sé… ¡Tuve tantos palos este último tiempo! Pero ahora se vino todo lo lindo junto.
–Carmen contó que congelaste esperma, ¿te gustaría ser padre?
–Mi médico me lo recomendó, porque como hice radioterapia en una zona muy cercana a los testículos, había un tema de fertilidad que se podía llegar a comprometer. También fue un poco incentivado por mi novia, que es una mujer increíble. Ni siquiera pensó en ella, porque recién estábamos empezando a salir. Me acuerdo que me dijo: “Mirá si el día de mañana estás enamorado y no podés tener hijos…”. Igualmente me hice estudios y estoy bien, el tratamiento no me afectó en ese sentido. Pero si el día de mañana lo necesito, lo tengo guardado. Por el momento no tenemos el plan de tener hijos. Sofi quiere, ella nació lista para ser madre, y a mí la idea a veces me genera cierta sensibilidad porque amo los chicos. Pero también me da un poco de miedo por lo rápido que pasa la vida. Creo que tener un hijo me pondría en un lugar de mucho cuidado y amor. ¡Sería un padre muy obsesivo!
–Naciste cuando tu papá [Santiago Bal] tenía 53 años. ¿Te gustaría esperar y ser un padre mayor, como el tuyo?
–No, a mí me gustaría ser papá en los próximos cinco años. Por supuesto, los hijos vienen cuando vienen, pero me encantaría darles los mejores años de mi vida. Papá fue el mejor padre del mundo y lo extraño todos los días. Teníamos muy lindas charlas. Tuve una gran crianza, aunque no podía llevarme a la plaza o a la cancha. No sólo era grande, sino que además tenía mala salud. Él sabía que se iba a morir en mi juventud, por eso me contaba muchas cosas de su vida, me enseñó a cuidar el apellido, a ser preciso con mis palabras. Era un artista y un comediante de un nivel que ya no existe y de una época de oro que se está apagando. Por eso estoy produciendo una serie, Vedette, las estrellas se hacen, que habla de ese universo tan especial.
–¿Será una serie en honor a tus padres?
–Me crie en el teatro de revistas, entre bambalinas, en canales de televisión y giras, me siento responsable de contar todo eso que viví, además de las anécdotas que me contaron de mi viejo y de mi abuelo (el humorista Alfredo Barbieri). La serie va a narrar el nacimiento de una estrella –como ocurrió con Moria Casán, Graciela Alfano o mi vieja– en un país tomado por los militares, con mucha censura. En ese universo tan oscuro, el teatro de revistas era un lugar donde se podía ir a escuchar humor político y a ver mujeres, un lugar muy libre, pero al mismo tiempo machista y de mucha cosificación. La serie estará planteada en tres temporadas en las que se va a ver la evolución de la mujer y los logros del feminismo.
–Este año vas a continuar entre tu casa y tus viajes. ¿Cómo manejás la relación de pareja a distancia?
–Muy bien, con muchas videollamadas. Sofi es una gran mujer y me banca. Porque no sólo son los viajes, hace unas semanas empecé mi programa de radio (Gente como uno, de lunes a viernes de 6 a 9, por FM107.5) y me tengo que levantar a las 4 de la mañana. Pero ella me apoya en todo.
–¿Por qué no compartís fotos con ella en las redes sociales?
–Muchas veces en mi vida me expuse demasiado, sin querer. Cuando estás con una pareja que también es famosa es muy difícil conservar la intimidad, se abren las puertas y ya no podés cerrarlas. Muchas de las personas con las que me vincularon sentimentalmente tenían un fanatismo por ser famosas y eso no me seduce. A Sofi no le interesa la fama y hasta le da vergüenza. Que no quiera ser conocida es una de las cosas que más me gustan de ella, porque nos lo guardamos sólo para nosotros. Me siento en el mejor momento de mi vida y como valoro tanto mi relación, quiero mantenerla lo más resguardada posible. Recién hace poco entendí que cuanto menos mostrás más feliz sos.
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