Influencer y panelista, cuenta cómo se prepara para recibir a su primer hijo, su temor a volver a enfermarse y cómo cambió su vida cuando llegó a Buenos Aires desde Tucumán
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Me parece raro y loco que me hagan una entrevista a mí”, dice Victoria Braier (38), conocida en los medios y en el mundo de las redes como “Juariu”. Es que hace siete años, la diseñadora gráfica nacida en Tucumán alternaba sus días entre su trabajo en una agencia de publicidad y su apasionada vocación por navegar en Instagram y descubrir los chismes más atractivos de los famosos. “Siempre fui y soy cholula”, admite, divertida. Sus primicias virales –la ruptura de Tini Stoessel y Sebastián Yatra, y el romance de Stefi Roitman y Ricky Montaner, entre otras– atraparon la atención de los programas de entretenimiento que la convocaron para que revelara en televisión los secretos de las estrellas. Así llegó a Intrusos en el espectáculo, Bendita TV, Masterchef y Gran Hermano –donde se lució como host digital– y hoy integra el equipo de Cortá por Lozano. Y fue allí, en el ciclo conducido por Verónica Lozano, que Juariu reveló la noticia más esperada por sus íntimos: después de haber atravesado un cáncer de mama, está embarazada de su primer hijo junto a su marido, el médico urólogo Gustavo Esquenazi (38).
–¿Cómo estás viviendo esta nueva etapa?
–No lo puedo creer, creo que todavía estoy procesando la información. [Se ríe]. La verdad es que ninguno de los dos imaginaba que iba a quedar embarazada tan rápido. De hecho, hasta demoré en hacerme el test. Tenía un atraso de dos semanas, pero pensé cualquier cosa menos que había un hijo en camino. Cuando fuimos a hacer la ecografía ya estaba de seis semanas. Te digo que, más que emocionarme, me agarró un ataque de risa. Fue una locura linda todo lo que pasó.
–Tuviste que interrumpir el tratamiento oncológico que venías manteniendo después de atravesar un cáncer de mama…
–Sí, primero lo hablamos con Gustavo y después con los médicos. En teoría, no podés dejar de tomar los medicamentos, pero como ya habían pasado siete años, el riesgo de que volviera el cáncer era mucho menor. Con el aval de los médicos interrumpí el tratamiento oncológico para poder tener un hijo. Pero voy a retomar el tratamiento para terminarlo.
–Recién mencionaste el riesgo de volver a tener cáncer… ¿Pensás en eso?
–Sí, sobre todo cuando me toca hacer los controles anuales. Yo ya sé que la noche anterior a hacerme la ecografía no voy a poder dormir. Es como que vienen esos viejos fantasmas… Es increíble, pasa el tiempo y el miedo sigue. Creo que nunca se te va esa sensación: en cada control está el miedo de que todo pueda volver a cambiar. Pensá que yo tenía 30 años cuando me encontré un bulto en la mama, saqué turno y la ecógrafa me dijo: “No me gusta esto”. Y en el momento que te dicen que es maligno te das cuenta de que la vida te cambia en un segundo y sentís que ya no tenés control de nada. Después llegó la cirugía para sacarme el tumor de la mama izquierda y seguí con rayos.
–¿Qué te dejó esa experiencia?
–[Hace una pausa]. Hay una presión externa muy cruel que dice que tenés que aprender algo de esta enfermedad, que vas a salir mejor y que después de esto tenés que ser feliz. Y yo digo: “Pará, bancá. Acabo de afrontar un cáncer, voy a hacer lo que pueda y como pueda”. Hay una sobreexigencia de los demás que indica que si pudiste con el cáncer, podés con cualquier cosa. Y a veces no podés. Me gustaría poder permitirme amargarme también por pavadas. “Tenés que valorar la vida”. Claro que sí, el cáncer te transforma la vida, pero también es cierto que a mí me siguen amargando y poniendo triste las mismas cosas que antes.
–¿Cómo atravesaste la enfermedad lejos de tu familia?
–Si bien ellos viajaban de Tucumán a Buenos Aires para acompañarme, la verdad es que me apoyé mucho en Gus. Dentro de todo lo feo que fue la enfermedad, fue lindo sentirme tan acompañada por él, descubrir que la persona que tenía a mi lado era espectacular. En algún punto me volví a enamorar. No porque ya no lo amara, sino que fue como volver a sentir el amor del flechazo. Fue un darme cuenta de todo eso y decirle “che, qué suerte que te tengo en mi vida”.
–Al comienzo hablabas de lo extraño que es para vos que te entrevisten. ¿Pensás que estás en un lugar que no te pertenece?
–No, ya no. Antes pensaba que en cualquier momento todo lo que estaba viviendo se iba a terminar. De hecho, hasta no hace mucho, seguía manteniendo mi trabajo formal de diseñadora. Hoy siento que lo que hago es parte de un trabajo que tiene que ver con la comunicación. Pero también me pasa que sigo conservando esa sensación de sorpresa cuando entro a un estudio de televisión, por ejemplo, o me emociono cuando me cruzo a un famoso. Yo consumí toda la televisión de los años noventa. Vivía en el interior del país y, para mí, todo este planeta de los medios de comunicación y del espectáculo era algo inalcanzable. Yo que siempre fui cholula, hoy tengo el mejor trabajo del mundo. Por eso esto es un sueño cumplido para mí. La vida me está dando luz verde.
–¿Qué otros sueños tenés pendientes?
–Ahora viene la maternidad. Ser mamá es un deseo que puedo cumplir después de mucho tiempo. Me resulta muy loco empezar a planificar el cuarto de mi hijo, pensar en el nombre que va a llevar toda su vida. [Sonríe]. Después, en algún otro momento, me gustaría conocer a Susana Giménez.
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