El actor, que además incursionó en el modelaje y fue fotografiado por Bruce Weber y Mario Testino, abre su corazón en una charla sincera sobre cuál fue el camino que lo llevó a encontrar su vocación y cómo atravesó los excesos
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En 2007, a sus 24 años, Juan Sorini (41) se animó a dar un volantazo en su vida y dejó su carrera como jugador de rugby amateur en el Jockey Club de Rosario, su ciudad natal, y sus trabajos como soporte técnico de celulares e impresoras para Estados Unidos, para dedicarse a la actuación. Sus inicios fueron en teatro, pero incursionó en el modelaje para ganar plata: su primer comercial fue nada menos que de la mano de Bruce Weber, el prestigioso fotógrafo y director de cine que retrató a figuras como Marion Cotillard, Kate Moss, Nicole Kidman y Linda Evangelista. En 2014, después de innumerables participaciones en telenovelas y de hacer teatro con Antonio Gasalla, Juan conquistó el corazón de los televidentes en Viudas e hijos del rock and roll con su papel de peón de campo gay y en 2017 encendió la pantalla grande junto a Pampita en Desearás al hombre de tu hermana.
–Dedicaste muchos años de tu vida al rugby. ¿En qué momento se despertó tu vocación actoral?
–Con el tiempo me di cuenta de que la actuación siempre estuvo latente en mí. Empecé estudiando en la sala Lavarden, en Rosario, después vine a Buenos Aires y me seguí formando en las escuelas de Augusto Fernandes y Julio Chávez. Hice mucho teatro y fui probando.
–En ese ir probando aparecieron los castings de publicidad y la oportunidad de trabajar para Bruce Weber en un comercial de Ralph Lauren.
–Yo siempre tuve muy claro qué quería hacer y qué no. Tenía prejuicios. Si bien estaba bueno el comercial, era un rol menor y yo no sabía quién era él. No iba a ir, pero no tenía plata y después de mucha charla interna conmigo mismo me puse una camisa negra, me engominé el pelo y fui al hotel Alvear. Bruce Weber me preguntó por qué quería el trabajo y yo, muy inocente, le dije que era fin de mes y necesitaba pagar el alquiler. Él entendió esa desesperación normal que le pasa a uno que quiere ser actor y trabajar de eso. En los rodajes, me aconsejó y me enseñó que la actuación y el modelaje son dos mundos que pueden convivir. Después me volvió a llamar para hacer una portada de la edición francesa de Vogue y, paralelamente, seguí haciendo cosas chiquitas en teatro; la publicidad me ayudaba económicamente.
–La novela Viudas e hijos del rock and roll fue tu primer papel importante en el primetime de la TV donde tenías un romance con Juan Minujín.
–Juan fue muy paciente y me supo llevar muy bien. Había detalles, de cómo grabar, hasta dónde preguntar y saber manejar la intensidad de alguien que quiere aprender todo ya. Era todo tan nuevo para mí, pensá que empecé tarde a actuar y de repente compartía escenas con gente que antes veía por la tele.
–A nivel personal, ¿cómo te cambió esa experiencia?
–Creo que lo disfruté, que estuvo bien. [Se queda pensando]. Lo de afuera está bien disfrutarlo, pero no hay que depender de eso. Hoy, si me preguntás qué hubiese querido, te diría que tener mi vida personal más ordenada. Si un actor o alguien que está expuesto al orden de lo masivo no tiene su vida ordenada, si no se conoce, tiene más riesgos de perderse en lo efímero, en la purpurina.
–Decís que hoy pensás más lo que vas a responder. ¿Qué cambió en vos la experiencia?
–Empecé a conocerme en serio y a tratar de ser quien realmente soy, que es un trabajo de toda la vida. En mi caso, paré de trabajar porque no me estaba llevando a un lugar satisfactorio, me traía muchos problemas personales. Hay algo de los excesos que empezó a ser un poco… [Hace una pausa]. Los excesos me formaron y soy quien soy porque también toqué lugares oscuros. Eso, en un punto, me hizo darme cuenta de querer vivir bien, disfrutar y estar presente, no estar en el pasado, ni en el futuro. Básicamente crecí. Tuve una infancia bastante correcta, quizás fui a descubrir un poco lo que era el mundo, me di cuenta de que no era por ahí y volví.
–¿En qué momento entra el mindfulness en tu vida?
–Apareció ya en el final de ese proceso, estando bien, más estable, en pareja [lleva cinco años junto a Maia, abogada; se casaron hace dos años]. Yo entreno mucho físicamente y me di cuenta de que también podía entrenar mi mente. Mi experiencia es que a través del mindfulness empiezan a cambiar las cosas en el orden de lo cotidiano, tenés mejor calidad de vida, sos más consciente de todo. Es muy valioso estar presente en lo que estás haciendo, ahí está el bienestar.
–¿Cómo es tu rutina de entrenamiento físico actual?
–De chico hacía fútbol, tenis, rugby y natación. Ahora nado y voy al gimnasio tres veces por semana. También estoy más o menos atento a lo que como, aunque sin restricciones ni dietas. Tuve temas con la comida, subidas de peso muy grandes, y llegué a pesar 108 kilos. Los análisis no me daban bien y eso que hice deporte toda la vida; uno toca fondo y el cuerpo te avisa. Soy la prueba viviente de todo lo que se suele divulgar sobre el autoconocimiento; si yo pude, mucha gente puede.
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