Tras seis años de amor, dos de casados y la aventura de ensamblar una familia con cinco chicos, ahora tuvieron su primera hija juntos. “No paro de llorar de la emoción”, dice el periodista deportivo
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El día de su primera cita –fueron a comer sushi al Jardín Japonés–, ninguno de los dos imaginaba que, dos años después, iban a casarse con un formal “sí, quiero” y ensamblar una familia con cinco chicos –tres de ella, Juana (16), Felipe (13) e Isabel (8), y dos de él, Valentín (17) y Benjamín (12)–. Mucho menos que, ese amor transformador y poderoso, que los empujaba a saltar hacia adelante e ir por todo en la segunda mitad de sus vidas, iba a tener el premio de un hijo propio. El 15 de enero de 2021 nació Lupe, la hija que vino a colmarlos de felicidad a todos. Al papá, el conocido periodista deportivo Juan Pablo Varsky (50), a la mamá, María Laura “Lala” Bruzoni (43, licenciada en Comunicación), y a los hermanos mayores, que ya le cambian los pañales y le dan la mamadera.
–¿Fue difícil ponerse de acuerdo entre todos para elegir el nombre de la beba?
Juan Pablo: Somos muchos y ningún nombre hubiera tenido ciento por ciento de aceptación. Había algunos que generaban alta adhesión en algunos y rechazo en otros, y Lupe nunca fue del todo rechazado. Es cierto que no fue la primera opción, pero cada vez que decíamos Lupe, como que quedaba en la lista. Digamos que tuvo un noventa por ciento de aprobación.
Lala: Yo le busqué el significado, la asociación con Guadalupe, con lo místico, con el origen mexicano, y además me encanta Lupita. Y otra cosa que me convenció es que no hay muchas Lupes.
–¿Cómo fue el primer encuentro con los hermanos?
Juan Pablo: Lo primero fue una videollamada, el mismo 15 de enero cuando nació. Después, como la segunda quincena de enero estaban de vacaciones con sus respectivos papás, nosotros aprovechamos esa quincena para volver a casa, adaptarnos y estar tranquilos con Lupe esos primeros días. Y el 1° de febrero, cuando volvieron a casa la vieron personalmente por primera vez y fue un programón. Tenemos fotos y videos de ese momento.
Lala: Lo preparamos como un cumpleaños. Yo decoré todo, hicimos una torta casera y pusimos un cartel que decía “bienvenida Lupe”. Fue algo entre nosotros, pero estuvo buenísimo. Juan Pablo: Pudimos tener esos días solos con ella y después, que el encuentro con sus hermanos fuera un acontecimiento especial. Lala: Son esas cosas que tienen las familias ensambladas: existen los espacios de a dos, de a tres, de a todos, de los de uno, de los del otro… Y hay que planear muy bien los momentos. Por ahí, en una familia más tradicional no es necesario pensarlo tanto, pero nosotros tenemos que pensarlo mucho porque son distintos mundos que se unen. Entonces tenés que decir: “Bueno, a ver, este es un momento de a uno, este es momento de a tres, este es para los ocho, este es uno mío con mis cuatro hijos, este es de él con sus tres hijos, y así”. Igual no nos resultó tan difícil, porque somos familieros y, del momento cero, nuestros chicos se llevaron bien, cosa que facilita todo.
–Juan Pablo, hasta la llegada de Lupe eras padre de dos varones. ¿Cómo se siente?
–¡Una locura! Fue, es y será una locura. Mirá que yo quiero mucho a Juana y a Ichu, pero ser papá de Lupe y tener la posibilidad de disfrutar todo el proceso, desde recién nacida, es maravilloso. Lala: Se la pasa llorando. Juan Pablo: Sí, no paro de llorar de la emoción. Estoy en un corte en la tele y miro fotos y videos de Lupe. Hago el programa de radio desde acá, desde casa, porque no me quiero perder esos dos minutos de pausa o informativo para ver cómo está, darle un beso y tenerla en brazos. Paso cada vez más tiempo en casa. A veces Lala quiere salir y soy yo el que se quiere quedar. [Risas].
Lala: Le interrumpe la siesta, la despierta a la noche cuando ya está dormida...
Juan Pablo: Sí, yo llego de trabajar 21.30 y veo que está por dormirse, pero sé que me siente llegar, y me hace “naaa, naaa” como para que la levante… ¡y la levanto! Todos los días descubro algo diferente. Me encanta, lo disfruto mucho cada minuto.
Lala: Es un ladrón: todo el tiempo la agarra y se la lleva con él. Juan Pablo: Me pongo a hablar con ella, le cuento cómo fue mi día, le pregunto… Tengo una relación muy especial con mi hija.
–¿Los hermanos colaboran con el cuidado de Lupe?
Lala: Sí, todos. El otro día éramos cinco sentados en el sillón (tenemos un sillón muy largo porque como somos ocho, los muebles están adaptados a la cantidad de personas que somos en la casa), y de repente la beba hizo “ehhh” por el baby call y se vació el sillón en un segundo, corrimos todos al cuarto al mismo tiempo. Y yo diciendo: “Paren, que estamos en pandemia, vayan a lavarse las manos”. Ya van solos: se lavan las manos y de ahí corren a verla, la buscan, la agarran. Lupe se cría en una tribu. [Risas].
Juan Pablo: Y vive en brazos.
Lala: La verdad es que todos ayudan. Si yo entro en un zoom, la más grande le da la mamadera o la más chica ya sabe perfecto cómo agarrarle la cabecita, o Valentín, el más grande de Juan, también sabe qué hacer en cada caso.
–¿Este embarazo fue diferente de los anteriores? ¿Cómo te influyó la pandemia?
Lala: Me sentí superbien y la pandemia fue un momento ideal para invernar, era como una osa que se levantaba cuando quería y volvía a la cama cuando quería. En lo que fue diferente fue en el sentido de que yo estaba mucho más informada, mucho más tranquila. Me preguntan mucho por el embarazo a los 43 años y por haberme animado a tener una cuarta cesárea a esta edad, y yo digo que es posible, que hay que quitarle el miedo y sumarle placer en ese sentido. Hay mucha información, muchos suplementos, muchos más estudios que pueden hacer que las mujeres gocemos de ese privilegio de traer hijos al mundo a esa edad. Mi embarazo fue placentero y fácil.
–¿Tuviste miedo?
Lala: No, en ningún momento. Fui mamá por primera vez a los 26 y por última vez a los 43. Incluso me ligué las trompas porque más de cuatro cesáreas es peligroso. Me preparé para no tener miedo. Me asesoré, tomé un montón de vitaminas, probióticos, magnesio, ácido fólico… Yo me había informado mucho para preparar el cuerpo para el nacimiento y para el posparto.
–¿Cambió la dinámica cotidiana de esta familia ensamblada con la llegada de Lupe?
Juan Pablo: No, no cambió mucho. Lupe se incorporó a esa dinámica con naturalidad, además empezaron las clases y por suerte tenemos a los chicos coincidiendo en los turnos: todos van la misma semana a la mañana y la misma semana a la tarde. Además, que yo esté obligado a salir de casa recién para el noticiero a las siete de la tarde también ayuda, porque doy una mano, llevo a los chicos al colegio, los puedo buscar. Hubo que hacer ajustes y respetar horarios, porque ella tiene horarios para comer, bañarse y dormir, pero no fueron grandes cambios.
Lala: Como cualquier mamá o papá la primera semana estábamos al borde del llanto. Bah, por lo menos yo, Juan es más de “trabajo en equipo, vamos a poder, vamos a poder”, y yo “no vamos a poder, esto es imposible”.
Juan Pablo: Eso fue cuando llegaron los chicos, porque los primeros quince días estuvimos solos. Nos costó mucho el tres más cinco los primeros días y, cuando nos habíamos acostumbrado, empezaron las clases, así que otra vez a ajustar cosas, pero nos acomodamos bien.
Lala: Somos una familia normal, no es que nada nos afecta. Estamos todo el tiempo replanteando la logística, porque somos una familia grande.
Juan Pablo: La famosa perilla: un poquito para acá, un poquito para allá.
Lala: Lo mismo con la beba. Te afecta como a una familia normal y vas como de a un día a la vez. Y diciendo: “Bueno, por acá, por allá”.
–En medio de todo lo que implica la crianza de seis chicos, ¿encuentran momentos para disfrutar en pareja?
Juan Pablo: Sí, sí, nos las arreglamos. Siempre encontramos la oportunidad. Incluso, a veces, hay momentos en el que no hace falta que sean las once de la noche. Ahora, por ejemplo, estamos charlando con vos y estamos los dos solos con la beba, tranquilos, mientras los chicos están en el colegio.
Lala: Tenemos días atípicos. Por ahí, durante el día estamos mucho juntos, y a la noche no. La comida fuerte en casa, la que hacemos todos juntos, es la del mediodía. A la noche no, porque Juan tiene noticiero, entonces yo como con los chicos.
Juan Pablo: Los fines de semana voy a la cancha y en algún momento hago un asado para todos. Hay una rutina que se fue rearmando a medida que nos iban pasando cosas.
–¿La pandemia complicó la vida de familia ensamblada?
Lala: Dentro de lo grave que es la situación, a nosotros nos ayudó, porque nos juntó más, los chicos están todo el día acá dando vueltas. Tenemos una mesa de comedor grande y ahí mientras uno estudia, otro trabaja, otro hace un zoom… La verdad es que nos unió mucho más.
Juan Pablo: Encontramos un lugar muy lindo en Tigre, vivimos acá, ya no tenemos el departamento del centro. Elegimos este camino, quedarnos embarazados, obviamente que la pandemia es una situación muy complicada para muchísima gente… Gente que ha perdido el trabajo, que ha perdido seres queridos, que ha tenido problemas personales o de pareja, pero nosotros durante la pandemia nos conectamos más como familia, tomamos decisiones para profundizar esa conexión y Lupe es una consecuencia de todo eso. Estar más tiempo juntos en casa era algo que evidentemente necesitábamos y nos hace bien. Es como que todo se fue dando como para lograr eso que necesitábamos, compartir más nosotros, con los chicos… Teníamos una casa y en este proceso convertimos la casa en hogar.
–Había que ser muy optimista o muy inconsciente para lanzarse a esta movida de ensamblar semejante familión. ¿Qué enseñanzas les deja la experiencia?
Lala: La verdad que no teníamos ni idea del proceso. Sabíamos que iba a estar bueno. A veces decimos con Juan: “Si hubiéramos sabido el croquis, la montaña rusa, el pacman, no sé, ponele el nombre de juego difícil que quieras, creo ni nosotros ni nadie lo haría”. Pero después es un día a día que vale cada marcha y contramarcha y cada desafío.
Juan Pablo: Es duro, es difícil, hay espinas, no es un camino asfaltado… hay pozos, trabas, y eso lo hace más interesante, lo valorás más. Romantizarlo y decir “es todo maravilloso” no tiene sentido. No es como dice el cuento: “Y fueron felices y comieron perdices”. No, ahí recién empieza el viaje. Pero obviamente lo charlamos y lo analizamos bastante, porque en la cotidianidad encontramos dificultades de logística, dificultades geográficas, pero con voluntad, inteligencia, comprensión, paciencia y disciplina, se puede lograr. Es un trabajo que está buenísimo compartir, y el amor es el punto de partida.
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